Maximilians Restaurante (Maspalomas). Marco incomparable

Jul 30, 11 Maximilians Restaurante (Maspalomas). Marco incomparable

Iniciamos las escapadas estivales de 2011 en Gran Canaria, sabedores de que la gastronomía en las Islas Canarias no es fácil de cultivar. Ahí abunda la comida rápida (mi oferta favorita volvió a ser el medio pollo asado, especiado y guarnicionado con patatas y ensalada, solo por tres euritos y pico; bien surtido con copas de buena cerveza alemana lo papeamos en la terraza del Ristorante La Piazza, en la Playa del Inglés), hay algunas franquicias (McDonald’s y Burger King, que tienen competencia doméstica por doquier) y escasean los restoranes de nivel, aunque existen. Un día de esos, en el hotel, hojeando una revista turística, descubrí varios locales tentadores y lujosos (un par de ellos con nombres vascos: Gorbeia y Kaia), y me propuse acudir al restaurante Maximilians, sito en Meloneras, una zona pijita y pujante.

Por la mañana, después de tomarnos una birrita en el restaurante costero, pijotero, pescatero y cercano El Senador, a las 4 p.m. nos sentamos en el cenador-terraza del Maximilians, un espacio acogedor, protegido del solazo, en tonos beige y blancos, y a pie del famoso faro. Estábamos rodeados de colores: azul del mar y del cielo, cortados sus tonos por el tiralíneas del horizonte; verde del cesped y las palmas; blanco de las sillas de paja, los manteles y las fachadas de los hoteles; y marrón del faro fálico, los paseos entre los jardines, los troncos de las palmeras y el suelo que pisábamos.

En la publicidad, esta pizzería finolis (con servilletas de papel, eso sí) presumía de ‘pescado del día’, o sea fresco, pero ahí en Gran Canaria esto parece una entelequia: el pescado del día era xargo (similar a la mojarra), pero se había agotado; también como ‘fresco’ ofrecían lubina, pero nos dijeron que era de piscifactoría; solicité de la carta lenguado a la menier, pero sin preguntarlo me advirtieron que no era fresco -supongo que sería congelado-. Gente honrada. Desistí de comer pescado, que siempre acompañan con arroz en el Maximilians.

Al final, para empezar compartimos unas gambas al ajillo (11,80 euros, más IGIC del 5 %), que nunca me pierdo cuando vuelo a las islas. Las mejores que he comido, en Puerto del Carmen, Lanzarote, eran exquisitas; las peores, en El Arenal mallorquín, eran una pura estafa. Ese día en Meloneras La Txurri estaba de no y se oponía a las gambas. Las pedí para mí, las probó ella y sentenció: «Lo mejor que he comido desde que estoy aquí». Sí, las piezas gruesas de tamaño y finas de sabor se apretujaban en una piscina de caldo aceitoso donde mojábamos el pan, que no nos cobraron.

Las gambas entraban de maravilla con el agua Cabreiroa, orensana (2,20), y con el vino, a pesar de ser tinto y catalán. Pedí media botella de Coronas (10,8 euros), el tinto crianza del Penedés de las bodegas Torres. Advertí al camarero que no me lo sirvieran caliente, me respondió que claro que no, me lo trajo con algunos grados por encima de lo recomendable, avisé de que me había dado cuenta de la asincronía medida en Celsius, y me dieron la razón muy afables. Pero lo bebí a gusto: entraba estupendo, con cuerpo, alegre… La Txurri decía que olía a distancia y noté torrrefactos, frutas del bosque… Imaginé que se unían los calores catalán y canario. Viva la vida, que cantan Coldplay.

De sobra

Tras la feliz experiencia con los crustáceos arribaron los platos principales: sendas carnes con su guarnición. Susana pidió un escalope valdostana (15,60), una carne estupenda acompañada de buenísimo jamón y queso que emparejaban muy bien con sus patatas y tal. Yo pedí un entrecot al tartufo (17,20), un poco más hecho de lo por mí deseado, pero bastante sabroso, con su salsa de setas con trufa más verduras ricas: zanahorias, champiñón de sabor inglés, berenjenas, patatas veteadas con pimientos… Ñam, ñam… Nos sirvieron tanta carne que pensé que sin gambas habría habido de sobra.

De postre compartimos una tarta tiramisú (4,40) mientras bebíamos el café: yo café bombón (2,00), o sea con leche condensada (en casa lo imitaré), y ella capuccino (2,60), muy rico y con leche en vez de nata por eso de ingerir unas decenas menos de calorías. Cuando se acuerda de esa ración de tarta Susana todavía la desea preparar en casa porque el tiramisú estaba así de bien: exquisito, suave, fino, auténtico, esponjoso, grande, marrón, polvoriento y cremoso, como Dios manda.

Eran las cinco y pico y la gente se acomodaba en la terraza y pedía pizzas. Al acabar nosotros de hora y media de sentarnos, uno de los tres o cuatro camareros que nos atendieron nos ajustó la mesa que cojeaba, nos preguntó qué tal todo, le dijimos la verdad, que estupendamente, y respondió: «Ya, la comida aquí es aceptable, el marco qué les voy a contar -incomparable, sí-, y el servicio inmejorable». Me cayó bien, piqué y dejé propina en cash y pagué con tarjeta 69,93 euros. Después, aún antes de regresar a la Península, me quedé con ganas de haber vuelto otro día a ese restorán-terraza tan acogedor.

(Se quedó con ganas de volver Óscar Cubillo)

web del restaurante

ver ubicación
C.C. Boulevard Faro, local 15; Faro de Maspalomas; Maspalomas (Gran Canaria)
928 147 034

2 Comentarios

  1. Fredy /

    Menos mal q no volviste, nuestra primera vez fantástica la segunda una desgracia, buen blog y a continuar …. Saludos

  2. Humberto /

    Excelente este articulo, quisiera colaborar con esta guia que encontre donde hay muchas opciones sobre pizza delivery en la coruña:

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