Cantina – Restaurante San Marcial (Irún). Al monte sin bocata

Dic 02, 11 Cantina – Restaurante San Marcial (Irún). Al monte sin bocata

Nunca había sido un hombre religioso, jamás le había preocupado la opinión de Dios, no entraba entre sus planes contentarle, pero su salud se había debilitado tanto que decidió cubrirse las espaldas. Llegar a un entente con lo que hubiera, fuera lo que fuera, en ese sagrario. No fue algo meditado, lo cual no debe extrañar en una persona acostumbrada al aquí te pillo aquí te mato, a reflexionar después de obrar; en alguien que podría haber escrito ‘Autosuficiencia’, acostumbrado a colgar el corazón junto a la camisa, a usar la hoja de ruta de posavasos. Se le ocurrió una mañana que se dirigía a las peńas de Aia desde Irún, por la carretera perpendicular a la vía que une el centro de la localidad guipuzcoana con Behobia, y dio un volantazo a la izquierda, decidido a serpentear por la carretera que trepa hacia la peña Aldabe. Todo guiado por una señal que indicaba la dirección a seguir para llegar a la ermita de San Marcial. Ya ven, un hombre ya sin fé guiado por una señal divina. Milagro. Y puestos a recibir señales del más acá, mejor una indicación de tráfico que sobrevivir a una catástrofe natural, por ejemplo…

El caso es que condujo poco más de dos kilómetros y aparcó el coche en un aparcamiento habilitado junto a laderas sembradas de cilindros blancos, convenientemente alineados, como las cruces blancas de los cementerios militares, que protegen y guían hacia el cielo (otra señal, pensó nuestro amigo pecador) los robles que han plantado los vecinos de Irún en los últimos años. Cada uno con su etiqueta: escudo de la Villa, nombre y apellidos del improvisado labrador y fecha de la operación. Saludó a un par de personas que desplumaban aves, junto al pasto que comía un rebaño de ovejas, y reparó en la disposición de varios puestos de cazadores. Saludó a cuantos se encontró en su camino, pasó junto a un tobogán donde jugaba una familia en apariencia feliz, y dirigió sus pasos hacia la ermita que buscaba.

El pequeño templo se ubicaba junto a otro área de juego infantil y un pequeño mirador desde el cual contemplar la desembocadura del Bidasoa, la bahía de Txingudi. La vista alcanzaba desde los enormes edificios turísticos de la playa de Hondarribia al faro de Biarritz y la línea de arena que dibujan las playas y dunas de Las Landas. La ermita tenía la puerta lateral abierta de par en par, pero se encontraba vacío.

El comedor de San Marcial (f: cuchillo)
El comedor de San Marcial (f: cuchillo)

Un bar en la iglesia de San Marcial

En confianza, en dicho ambiente de recogimiento, él solo frente al retablo, comenzó a recitar: “he bebido, he fumado, he amado y, cuando me han dejado, he ido incluso más allá”. Una carcajada interrumpió su confesión. Se asustó, primero, se sorprendió, después, y finalmente pegó su oreja a la pared lateral. Allí, donde fuera, contaban cotilleos de Amaia Montero y sus excompañeros de La Oreja de Van Gogh, loaban el jamón ibérico y bebían sidra. “¡¡El zumo de manzana es en realidad la sangre de Cristo!!”, gritó alborozado. Se puso en pie, se santiguó atropelladamente y corrió a contar la buena nueva, la sorprendente revelación. Su recorrido fue breve, se interrumpió a escasos metros, en cuanto vio, con una extraña mezcla de alivio y lástima, mesas, bancos corridos y un gran cartel que rezaba “Cantina San Marcial”. “La milagrosa parábola de la sidra y el jamón no se la va a creer ni mi nieta de tres años”, concluyó.

¡¡Resulta que el popular oratorio edificado para conmemorar la victoria de los iruneses sobre el invasor francés, en 1522, tiene adosado un bar restaurante!! Un bar cuya barra se encontraba desasistida, pues la atendían los mismos camareros que servían en el comedor, ubicado en el piso superior. Allí se quedó con ganas de saber si el tinto estaba bendecido, pues de la carta de vinos, corta y ajustada de precios, escogió para beber txakoli Rezabal (9 euros, IVA incluido), Getariako Txakolina embotellado en Zarautz, suave, pálido, achispado y servido con escanciador. Se sintió generoso e invitó a comer a una bellísima mujer y a sus dos hijos, por lo que también solicitó una botella de agua Montepinos (2 euros). La niña, de seis años, se contentó con la agradecida carta de platos infantiles, donde había lasaña, hamburguesa con patatas, huevos, filete con patatas… Entre todo, escogió espaguetis con tomate (3,90), que resultaron tener también queso rallado a modo de txapela, y a continuación lomo (4,50), tres filetes con (ya lo habrán adivinado) patatas. Opciones muy interesantes para las familias con niños pequeños. Su hermano, en cambio, dos años mayor que ella y bilbaíno de pura cepa, pidió solomillo (14) al punto y aprecio que las dos piezas que le sirvieron estaban “al punto +”. Y tenía razón, el jodío.

Solomillo al punto +. Cachis. (f: cuchillo)
Solomillo al punto +. Cachis. (f: cuchillo)

Nadie quiso carrilleras de ternera, ni rabo de buey, ni chuletillas de cordero, ni chipirón relleno, ni mejillones. La bella mujer optó por el bacalao ajoarriero (9,50), correcto, y juzgado en los siguientes términos: “no acostumbrando a comer bacalao, ese ajoarriero me parece un plato suave y bien acompañado por los pimientos, que no tienen un sabor invasivo”. Nuestro protagonista, en cambio, tuvo que renunciar al antojo de kokotxas de merluza en salsa verde (16), pues no las había, y se decantó por txangurro relleno (11,50), uno de los platos mas solicitados d la carta. Aunque nada espectacular ni realmente destacable.

Antes compartieron seis croquetas de jamón (6) y diez anchoas fritas (9), ambas raciones discretas, apenas reseñables, y no hubo manera de convencer a la tropa (¡¡ni pagando!!) de probar habitas con jamón. Estas caerán en próximas visitas pues, pese a la falta de efusividad de la presente reseña, la experiencia fue gratificante, no reviste gravedad subir a ese monte sin bocata ni material para hacer una barbacoa. La relación calidad-precio habrá que juzgarla adecuada y la vista, al mar de copas de árboles, reconfortante.

(lo cuenta, lo narra, igor cubillo)

Carretera GI 3453; Irún (Gipuzkoa)

619 450 890

El retablo. ¡Alabado sea San Marcial! (foto: cuchillo)
El retablo. ¡Alabado sea San Marcial! (foto: cuchillo)

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