Tierra de Campos (I). El rey destronado

Dic 22, 11 Tierra de Campos (I). El rey destronado

Tres días de asueto por Tierra de Campos dan mucho de sí. Se trata de cambiar de aires y desconectar, eso sí, con cuatro graditos de las doce del mediodía. Y ni tan mal, que, como comentan por allí, a estas alturas del otoño ya tendríamos que haber catado los “menos cinco”. El plan es tremendamente sencillo: aprovechar la mañana para visitar alguna población cercana y, cuando el hambre aprieta, parar a repostar degustando en la medida de lo posible comida y bebida de la zona.

Y eso es lo que hicimos el sábado del puente por la mañana. Paseito por gélidas calles de Benavente (“mala villa y peor gente”) con la intención de aprovisionarnos de productos de la tierra para la vuelta a casa. Es lo malo que tiene el agasajar a parientes y amigos con unas mantecaditas de por aquí, unos chorizos de por allá… que ya te comprometes para toda la vida. ¿Que vas tres días a Zamora? ¿Podrías traermeeeeee…?

Pues allí estaba yo, caminando a paso paseo para combatir el viento que azotaba el Castillo de la Mota junto a una amiga, debatiendo no sé bien si sobre Cayetana o Urdangarín, qué más da. Entonces noté que dejaba de prestarme atención y su mirada se clavaba en un escaparate. Ilusa de mí, creí que admiraba pedazo pieza de recebo, cuando aprecié que su mueca se tornaba incómoda: «hay crestas», me lee medio dislocada y con cara de susto y disgusto. Y es que, todo hay que decirlo, es un poco escrupulosa con ciertas cosas… o mucho.

A mi no me pillaba de nueva, lo había visto en anteriores visitas, si bien es cierto, que no he probado jamás este tipo de receta… Pero a ella aún le tiemblan las canillas cuando recuerda tal episodio. Rarita. Maja chica, pero rarita.

Las crestas de gallo es un plato típicamente zamorano, aunque tampoco diría que se oferte de manera habitual en las cartas de los restaurantes de la zona… al menos, en los que frecuentamos. Pero sí es más fácil de encontrar en comercios y colmados tradicionales junto a otras viandas ciertamente más apetecibles… Indagando entre los lugareños, conocimos que se degusta como entrante o como segundo plato, dependiendo del condimento y estilo con que se cocine. Me han hablado de crestas guisadas, en salsa, o con tomate. Que es producto gelatinoso, y que su preparación requiere de una profunda labor de limpieza… Y descubrimos, en un segundo paso de nuestra investigación, y no sin cierta extrañeza, que registra un número importante de entradas en google… para sorpresa de mi amiga, la rara.

En una ocasión, fueron protagonistas de los chistes fáciles de Argiñano, y hasta el propio David de Jorge nos descubre unas crestas confitadas en el El Club Gourmet de El Corte Inglés.

A mi, la verdad, se me hace un pelín extraño ver en el plato toda la honra del pobre gallo junto a salsa de tomate. No se me presenta demasiado apetitoso. Pero, por lo visto, tienen su aquel. Es más, en mi intento de ampliar conocimiento sobre este extraño manjar, descubrí que en el Casco Viejo de Bilbao, dónde iba a ser si no, existe algún establecimiento que las ofrece… Y es que, como dirán algunos, ¡Bilbao es la leche!

Y me hace pensar, ¡ay! en el pobre animal. Él, el playboy del corral, el terror de las gallinitas… Al pobre gallo le han arrebatado su corona. Larga vida al rey.

(Uve)

1 Comentario

  1. Aqui en Argentina, ni los mas pobres comen las crestas ni las patas de las aves. Al gallo, como es algo duro, se prepara en escabeche y es requísimo. Es mas, jamás había oído que se pudieran comer, para nosotros la cresta y las patas son desperdicio. Debe ser porque estamos mal acostumbrados a la carne de vaca, mejor aun si es de novillo.

    Saludos y FELICES FIESTAS!!!!

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