Okela Baster (Bilbao). La cafetería de El Corte Inglés de Bilbao

Nov 21, 13 Okela Baster (Bilbao). La cafetería de El Corte Inglés de Bilbao

Les voy a sugerir un simpático ejercicio de memoria. Ustedes, lectores y lectoras informados, gente con fundamento y seres humanos con criterio, ¿recuerdan haber leído en alguna ocasión, en algún medio (si exceptuamos, claro, a la revista Mongolia) una crítica, de cualquier tipo, a El Corte Inglés? Hagan memoria… Seguro que no. Los grandes almacenes seguro que tienen, como cualquier empresa, problemas con sus currelas, con sus clientes, con el medio ambiente, con la explotación de proveedores en lugares remotos, con la crisis y las ventas, etcétera. Es una ley de probabilidades impepinable. Pero el asunto es que nadie habla de ellos. Si hasta de Zara, con su poderío, se habla y mucho (para mal), por qué no en el caso que nos ocupa. Ahora visualizen una palabra: Publicidad. El Corte Inglés gasta ingentes sumas en este concepto y nadie muerde la mano que le da de comer. No diremos censura, que es muy feo, pero sí hablaremos de autocontención editorial, que es un eufemismo, claro.

Así que uno, periodista como es, siente un ligero escalofrío a la hora de publicar cualquier cosa sobre el Corte Inglés, aunque sea, como en este caso, una crítica ligera, casi un elogio. Hablamos de la Cafetería Okela Baster, no del restaurante, al que nunca hemos acudido. El Corte Inglés lleva en Bilbao desde la década de los sesenta. En esa Villa oscura y pequeña de entonces (no como ahora que es grande y luminosa) su apertura supuso una revolución en el comercio local. Allí había de todo, como en las películas, y uno, desde pequeño, acompañado de su enérgica progenitora acudió de pascuas a ramos a vestirse a la última. El colmo, lo más de lo más, era el premio al buen comportamiento que consistía en un sangüis mixto en la cafetería. El recuerdo es traicionero, ya lo saben, pero en mi memoria esos sándwiches eran enormes, sabrosos y tenían toneladas de un queso espectacular que desbordaba el pan y que hacían de la experiencia algo digno de ser repetido.

Crecí (poco) y me fui por otros lugares del mundo, y cada vez que volvía repetía. El sándwich fue tomando una evolución peligrosa. El queso empezó a disminuir, así como el tamaño del pan, y llegó un infausto día en el que apareció acompañado de WTF! ¡ensaladilla rusa! Una combinación absurda que trataba, vergonzosamente, de disimular que ese ya no era nuestro sándwich. Ese mix era un invento bárbaro traído de (imaginamos) los bares de Madrid donde a todo le suelen aplicar una dosis de patatas o ensaladilla rusa (venga o no venga a cuento).

Dejé de acudir. Tampoco ayudó mucho que las dos únicas veces que he recibido proposiciones nada decentes, de caballeros, haya sido estando acodado en la barra del Okela Baster (bueno, si exceptuamos cuando cubría el Festival de Cine de Sitges para ETB, pero eso, claro, no cuenta). Proposiciones que amablemente decliné. La naturaleza, que me ha llevado por los duros y exigentes,  en ocasiones frustrantes, caminos de la heterosexualidad, me hizo ver que quizás ese no era el sitio para un guapo moreno con unos espectaculares ojos verdes.

https://youtu.be/taBNJMp9Td8

Dicky en Sitges 92 conoció a Tarantino y Peter Jackson. También se peleó con Ridley Scott. Observen el detalle de la camisa rosa, lo que en determinados ambientes se presta a la confusión.[/box]

Y pasaron los años y el otro día, de compras por Bilbao, empezaron a caerse como fichas de dominó los planes de restauración. Quizás sean los brotes verdes del ministro Windows pero los tres locales en los que tratamos de comer estaban llenos. Así que mi santa y servidor acabamos en el Okela Baster. La cafetería ha sido reformada y goza de un impersonal estilo de lugar de paso, de restop o de restauración de aeropuerto. Es ruidosa, mucho, y no contribuye mucho a aligerar el ruido que en el centro exista una isla de descarga de vajilla en la que los camareros con alborozo, depositan arrojan la loza usada.

Pedimos a la carrera. Mi chica el mítico sangüis mixto. La camarera le preguntó, ¿con patatas? WTF, again. No, sin patatas. Yo solicité una hamburguesa suiza que prometían con champiñones. El sandwich (2,95 euros) era una métáfora de los tiempos. Pequeño, encogido, con una lonchita de jamón, con el queso justo y gracias. Una pena.

hamburguesa del Okela Baster, bella sin alma

hamburguesa del Okela Baster, bella sin alma

La hamburguesa (9,65 euros), ya tal, que diría Mariano. Buena presencia, carne premium, un pan digno de mención y las inefables patatas que no acompañaron al sandwich. Unas patatas congeladas que hacían del conjunto algo inferior. A todo se le unía una extraña ensalada que aproveché para introducir en el interior del bollo y customizar el conjunto. Y en una esquina, una ensalada de col en un perolito, tratando de imitar a otras presentaciones de hamburguesas míticas como, por ejemplo, las del Hard Rock; en definitiva, una hamburguesa bella pero sin alma, parafraseando a Cocciante.

Creo que no acudiré en algún tiempo a esta cafetería pero, para los amables ojeadores del departamento de relaciones públicas del CI, aclararé que esta no ha sido una mala crítica. Okela Baster siempre tendrá un lugar en mi corazón y ahora, que están reformando de arriba a abajo toda la cadena de almacenes, reformando su política de ventas,  mejorando la distribución y los precios, yo humildemente les aconsejaría que su departamento de I+D regrese al pasado y recupere la receta del histórico sándwich mixto. Sin ensaladilla, sin patatas, sin cruising, por favor. Gracias.

(Dicky del Hoyo)

6 Comentarios

  1. Ayyy qué recuerdos. A mí, mi madre, me daba el mismo premio que a ti y eso que, aunque esté feo decirlo, algunos años hay de diferencia (pocos). Pero esa cafetería de El Corte Inglés guardó, no sé si solo en Madrid, su encanto esos pocos años más de para que yo también la disfrutara. Mi favorita era la de Callao. Y antes de estar esa, en el mismo lugar pero con otra marca, la de Galerías Preciados, me ponía morada con el buffet libre si las compras de ropa habían sido de mañana… fue el primer rascacielos de mi vida (una 8ª planta con vistas al centro de Madrid) Al leerte casi se me cae un lagrimita de nostalgia… Yo no he vuelto… pero al leerte he podido corroborar lo que ya me imaginaba… Que el tiempo no pasa en balde, ni para El Corte Inglés.

    • Dicky del Hoyo /

      No sea modesta, que usted es una guaja 🙂 Efectivamente, cualquier tiempo pasado fue… pasado. En la memoria mejor, pero que nos quiten lo bailado, lo comido y lo demás 😉

  2. (10 minutos de carcajadas) UPV-Sarriko, tiene algo bueno, algo que mi queridisismo hermano y yo descubrimos (él primero, y luego me lo enseñó) en esa facultad. Entre los dos sumamos tres carreras, y lo único que hemos sacado en positivo de nuestro paso por ahí, son los amigos, un buen puesto en Madrid, una empresa en Bilbao y el gran descubrimiento del sandwich mixto de la cafeteria de dicha facultad. Pan de molde de tamaño hermoso, dos lonchas hermosas de queso que de desparrama, jamón cocido y todo tostado con una ligera capa de mantequilla deliciosa. No apto para cardiópatas. Sin patatas, sin ensalada, sin chuminadas. Por poco más de 2€

    PD: si te entran, la culpa es tuya por ser tan guapo. A mi esas cosas no me pasan! ea!

    B. (mal escrito)

    • Dicky del Hoyo /

      Si hemos hecho la ruta de las rabas, la de las croquetas, las de las patas de cerdo, por qué no la de los sangüis mixto. Me lo apunto.

      Lo de guapo, gracias, me lo terminaré creyendo un año de estos 🙂

  3. Igor Cubillo /

    No bailes rock and roll en El Corte Inglés (no seas una figura pastel). Lo cantó Loquillo.

    • Dicky del Hoyo /

      Esa no me la sabía. Pero le pega mucho al post. Gracias por el aporte, Señor Cuchillo

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