Hotel Los Infantes (Santillana del Mar). Un oasis entre el turismo

Nov 25, 13 Hotel Los Infantes (Santillana del Mar). Un oasis entre el turismo

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Fachada de Hotel Los Infantes, palacio del Siglo XVIII (foto de su web)

Fachada de Hotel Los Infantes, palacio del Siglo XVIII (foto de su web)

Santillana del Mar es un pueblo turístico de encanto pétreo medieval que se ve en un solo día. O en una única mañana. Es como un parque temático genuino. Aunque cuenta con plétora hotelera económica, los huéspedes que pernoctan varias noches suelen usarlo como base y desde ahí proyectan sus excursiones hacia los alrededores. Además de muchos hoteles, Santillana del Mar tiene muchos bares (alguna sidrería, algunos negocios mejor decorados que tratan de escapar de la rusticidad…), a la par que muchas tiendas y restaurantes. La última vez que paré por esas calles empedradas los comerciantes se quejaban en la prensa de que los turistas entraban, miraban y se iban sin comprar. Normal: estarían comparando precios, pues esas tienducas con precios superiores al supermercado venden todas lo mismo: muchos tarros de anchoas de Santoña y paquetes de sobaos, un poco de bonito en frasco y de embutidos de ciervo y de jabalí, no tanto queso como cabría esperar…

Recuerdo que de niño ahí tuve un susto con una vaca que estaba abrevando. La última vez que paseé por Santillana del Mar fue en el puente de Todos los Santos. Había manadas de turistas (vascos a tutiplén, algunos franceses y también paisanos de muchas otras regiones españolas), llovía (casi siempre que voy a Santillana del Mar llueve, excepto cuando nos citamos un día con Amaia, La Reina de La Movida, que brillaba el sol) y era un incordio el piso irregular de piedra por incómodo y resbaladizo. En el paseo miramos mogollón de menús populares muy similares, con cocido montañés de primero más pollo, lomo y otros productos baratos y de batalla, por unos 12 euros. Hay sitios más caros ahí, como el Restaurante Los Blasones y el Parador Nacional.

Y ya estábamos yéndonos del pueblo hacia el coche cuando, caminando, pasamos frente a un palacio del Siglo XVIII, el Hotel Los Infantes, con su fachada señorial y su ‘placa al mérito turístico’ (de esto me entero ahora en Internet). Me fijé en el menú expuesto junto a la acera. Anunciaban cordero y me tentó. Tuve un presentimiento. Le propuse probarlo a mi esposa, se avino poniendo pegas, como siempre, y ahí entramos. El lobby del hotel era amplio como un patio de armas y a la izquierda se abría un pequeño y recoleto comedor que luego se llenó de familias. Es que es entrar yo a un garito y rebosa de la misma, oigan. Todos comimos de menú ese sábado, a 15 euros por persona, aunque había también carta. Y los niños tenían menú infantil con crema de verduras y alitas de pollo, qué envidia.

Comedor con chimenea en el centro (foto: web de Los Infantes)

Comedor con chimenea en el centro (foto: web de Los Infantes)

Nos sentamos en una mesa coja, entre relojes de época parados, cada uno a una hora distinta. En el centro del comedor había una chimenea. Mi esposa se quejó de frío, le recomendé que se sentara en mi lado, junto al calor de la hoguera, pero rechazó la oferta. Bueno, al lío: en Los Infantes de primero había ese sábado melón con jamón, cocido montañés que en la carta lo tienen a 9 euros («está de muerte», elogió una madre que probó el que sirvieron a su hijo) y sopa de pescado que está en carta a 8 euros y que pedí yo. Era una sopa muy líquida, poco consistente pero aparente, con frutos del mar tipo mejillones y tal. Me sirvieron en el plato, sin dejar el perol sobre la mesa. A La Txurri le gustó un montón mi sopa. Ella pidió ensalada de queso, que le agradó, con un rulo de cabra plancheado que le encantó. La ensalada estaba aliñada con vinagre de fresa, o alguna vaina parecida, y otros comensales no variaron la fórmula pero Susana aportó vinagre del ‘normal’ y tan contenta.

Ella bebía agua Solares en cristal y yo vino, un cosechero riojano aparente. Hey, una advertencia: tampoco dejaron la botella en la mesa, aunque el camarero notificó que me serviría otra copa… o las que hicieran falta. De segundos platos había en Los Infantes bacalao con tomate, huevos con jamón (un menú guay habría sido melón con jamón y huevos con ídem, ¿eh?) y también escalopines al cabrales que tentaron a mi consorte, pero se decidió por las sardinas a la plancha recién pescadas, según informó el camarero. Estaban muy ricas y las escoltaban unas rodajitas de tomatito normalito. Yo comí cordero lechal asado, a 16 lereles en la carta. Estaba cojonudo, mucho mejor que el que no pude acabar la víspera (por la cantidad) en el Bar Cuesta de Cerrazo. La gocé largamente con el ovino, el vino le acompañaba con justicia, me puse parlanchín y vivaracho, y chupé todos los huesos de un minicostillar exquisito y de una pierna al punto. Las patatitas a la panadera también me ponían. Me bebí sólo dos copas de vino y no me llené la panza. Hasta hice dos fotos, una con el plato de cordero sin tocar y luego otra con todo el esqueleto lamido. No las pude salvar del móvil. Eso que eran muy graciosas. Gracias a ese cordero me dije: «Voy a contarlo en Don Manuel».

De postre había arroz con leche, mus de chocolate, flan de queso («qué alucine», se alegró mi esposa, extrañada que debajo del recipiente estuviera el caramelo), tarta de chocolate y mis aparentes natillas en tarro de barro. Acabamos, pagué con tarjeta 29,80, no dejé propina (nunca dejo, pero esta vez podría poner como excusa que no me dejaron el vino en la mesa) y al salir, mientras mi esposa iba a por el coche con el paraguas bajo la lluvia, yo me quedé esperando y vi que este Hotel Los Infantes se anuncia también como ‘cafetería-restaurante-disco pub’, observé como un experto cantero las paredes de piedra y la terraza para un día que no lloviera, las banderas española, cántabra y europea… Hum, si alguien pasa por ahí y come cordero, que nos deje un comentario, si es tan amable.

(insiste a los lectores que prueben ese cordero, Óscar Cubillo)

web de Hotel Los Infantes

ver ubicación

Avda. Le Dorat, 1; 39330 Santillana del Mar (Cantabria)

942 81 81 00

ÓSCAR CUBILLO

Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado ‘Bilbao en Vivo’ y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.

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