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Vino blanco y queso. Una pareja ideal
¿Quien dijo que el tinto, con todo su cuerpo, complejidad y potencia, es la bebida idónea para acompañar a la leche con bacterias, que decía Isabel Allende? Porque erró el tiro. El periodista, gastrónomo y empresario Mikel Zeberio ya escribió hace 29 años, nada menos, que el queso casaba a las mil maravillas inmateriales con blancos, sidras y txakoli, pero durante lustros hemos continuado midiendo las fuerzas de la leche y la uva fermentadas. Yo el primero. Pero de un tiempo a esta parte, sin haber leído el referido reportaje, sostengo que el complemento ideal para una tabla de quesos es uno o varios vinos pálidos. No lo digo por decir, sino porque el conjunto se beneficia con la finura, la acidez y la frescura de esos caldos. El blanco limpia el paladar, permite que se desarrolle el queso, que afloren sus cualidades organolépticas, y potencia su sapidez. Y eso, buscar armonía, es lo que se pretende al combinar alimentos, sea en sesuda cata o encuentro informal.