Moby Dick (Ondarroa). Evocación de una excursión

Ago 20, 15 Moby Dick (Ondarroa). Evocación de una excursión

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Al poco de llegar de una semana de vacaciones por Bélgica, con las ganas de seguir haciendo vida de verano, fuimos un miércoles a pasar el día a Ondarroa. Paseamos por el puerto, donde no hay tiendas para vender conservas a los turistas como, por ejemplo, en Santoña (lo cual nos llevó a pensar que en el pueblo costero vizcaíno no cae mucho visitante ocasional), nos acercamos al espigón y tiré alguna foto a la mar salada, tomamos un par de rondas en el Sutargi, un nuevo bar molón con vinos, pinchos y un refectorio superior donde espero darme un homenaje pronto, y comimos y prolongamos la sobremesa en el bar playero Moby Dick, que está a un salto del centro del pueblo y del puerto, y que es mucho más que un chiringuito arenero, con sus dos terrazas, una cubierta y la otra no.

He perdido las notas, así que escribiré de memoria. Aparte, me invitaron, o sea que desconozco los precios. Almorzamos dos parejas (heteros y mixtas, que ahora hay que aclararlo todo) más un niño que se zampó entero su plato de macarrones carbonara mientras se distraía con el ordenador viendo tráilers de los Minions, y es que en el Moby hay wifi. Como el clima no acompañaba, comimos dentro del bar y yo me senté de cara al amplio ventanal, mirando el mar y el cielo grises, muy a gusto. De fondo no dejó de sonar JJ Cale, porque en el Moby cuidan mucho la música y en julio suelen organizar conciertos sabatinos gratuitos.

Queso y embutidos, en Moby Dick (foto: Susana)

Queso y embutidos, en Moby Dick (foto: Susana)

Susana bebió birra y los demás nos pimplamos, sin enterarnos, una botella de Faustino, crianza riojano que nunca falla y que supera al reserva de la misma marca. De primero, los adultos compartimos una ración de croquetas de huevo caseras y excelsas (crujientes por fuera y cremosas, que no líquidas, por dentro, de sabor suave y elegante); otra de anchoíllas en aceite que no estaban mal (si llego a beber birra, hubiera pedido probar una ración de anchoas en vinagre, o sea boquerones, que también hay en la carta); más una jugosa tabla de ibéricos y queso, con un queso de mezcla mejor que el que probamos en el mismo local hace dos veranos. Jamón buenísimo, creo que mejor también que en esa otra excursión narrada en Don Manuel, salchichón exquisito y chorizo con personalidad. Hasta aquí, todo genial.

Pollo asado y patatas, en Moby Dick (foto: Susana)

Pollo asado y patatas, en Moby Dick (foto: Susana)

Tras las gratificantes raciones a compartir elegimos los servicios principales, que no defraudaron en su cometido de fast food vasca, de apetitosos platos combinados aptos para salir del apuro playero. Yo pedí la especialidad de la casa, medio pollo asado (el pollo del Moby tiene label, en serio) con patatas fritas que no pude acabar de tantas que había y ricos pimientos verdes. Susana se decantó por huevos fritos con bacon y patatas que la pusieron contenta. La otra dama, codillo a la plancha que le prepararon en tajaditas, con una salsa especial, y que a ella le pareció «muy glamuroso». Y el otro caballero huevos con chistorra (que no le tocó mucha: «habría agradecido dos o tres trozos más») sobre una cama de patatas al horno. De postre, llegaron a la mesa dos tartas de queso caseras, un par de helados y, para mí, una enorme y rica tarta helada al guïsqui que pedí con chorrito y me la anegaron con un chupito. Buf, qué guay…

Codillo a la plancha, en Moby Dick (foto: Susana)

Codillo a la plancha, en Moby Dick (foto: Susana)

Después del refrigerio seguimos pululando por el Moby Dick, disfrutando del entorno y la conversación, y de la audición de JJ Cale, que no paraba. Yo libando un cubata de ron con un puro que me regaló Pato; y más tarde, para aplacar la sed y no emborracharme, también probé alguna cerveza de trigo con empaque y paso suave. Pregunté a la anfitriona qué le había costado la comida y replicó: «Sería de mal gusto decírtelo porque te invité. Pero sabes de sobra que no hay precio para comer en un sitio tan especial una comida así, sin pretensiones pero sabrosa y con buenos productos». Hum… creo que los macarrones costaban 5,50€ y mi pollo 7,50€, pero no pondría la mano en el fuego. Eso.

(no suelen invitar a comer a Óscar Cubillo)

web de bar Moby Dick

ver ubicación

Playa de Arrigorri s/n; 48700 Ondarroa (Bizkaia)

94 683 00 18

La terraza del Moby Dick a la espera de que mejore el tiempo (foto: O.C.E.)

La terraza del Moby Dick a la espera de que mejore el tiempo (foto: O.C.E.)

ÓSCAR CUBILLO

Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado ‘Bilbao en Vivo’ y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.

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