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Sa Pedrera d’es Pujol (Menorca). O cómo arruinar una gran cena y el esfuerzo del chef
Nuestro Irrintzi Intrézpido continúa peinando Baleares con el relato de una cena que salió por 122 euros y un principio de cistitis. Agosto es demoledor para la hostelería menorquina de más posibles. Es decir, que es más fácil salir satisfecho de un lugar de tapeo, que los hay y magníficos, que de un local de campanillas. Ocurre que en este último tipo de garitos hay aspectos que no se deben, pasar por alto. Errores como los que cometió Sa Pedrera d’es Pujol hace unos días. Tuvieron mala suerte y muy pocos reflejos. Mala suerte porque cayó un corto, pero intenso, chaparrón a las ocho y media de la tarde. Y pocos reflejos porque las mesas, ya preparadas, y las sillas de la terraza quedaron húmedas y no las cambiaron ni las secaron. Y allí nos sentaron. Y de allí nos levantamos. ¿Todo bien? Pues mire, no. Las sillas están mojadas y el mantel y las servilletas húmedos. Veo que hay una mesa para dos sin ocupar ahí al lado, en el interior, ¿podría cambiarnos? Un momento, por favor.