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Músicos abrazados a la botella. No estoy borracho
La música, más allá del plano estético, es un arte que toca las emociones. Por eso un artista tiene que andar con pies de plomo cuando decide vincular su imagen, sus canciones, esas emociones y sentimientos de los que hablamos, a un producto. Y más cuando se trata de intérpretes de rock, un género asociado a la rebeldía, la libertad, la insatisfacción. A lo indomable. Quitapenas transitorio, para el común de los mortales, y reclamo de musas, para el artista, el muestrario de tonadas dedicadas al alcohol y a los excesos etílicos es enormemente amplio, desde su primera fermentación y destilado. La lista es inabarcable, sí, pero, oh, hoy día apenas se venden discos. Ya no basta con cantar al alcohol, también hay que venderlo. Así, son muchos los músicos, cantantes y bandas que se abrazan a la botella, prestando simplemente su imagen o presentándose en sociedad como productores, por motivos más prosaicos. Hacer caja, entre ellos. I’m feelin’ supersonic, pon otro gin&tonic, Manoli.