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Restaurante La Encina (Palencia). Severa decepción y buena propina
Uno se planta en Palencia, consulta rápidamente dónde puede comer y es fácil ir a parar a La Encina. Resulta que es un fijo en muchas guías, lo recomiendan los recepcionistas de los hoteles y hasta El Viajero (El País) anima a acudir a él. Lo que menos puede esperar uno es salir de allí claramente insatisfecho, pensando que las condiciones de la mesa no fueron las idóneas, que hace tiempo dejaron de ser raros los errores de caja a favor de la casa, que la mayoría de las preparaciones no tenían absolutamente nada de notables y que ya está bien de cobrar a precio de hojaldre o pastel ruso el pan que no se solicita. Mi experiencia me hace ratificar que falta espíritu crítico. Y también que la deriva del periodismo ha llenado los diarios de redactores que escriben de oído, sin probar aquello que recomiendan, por quedar bien y sin someter a los hosteleros a la labor de auditoría continua que se presupone al periodista y se exige en la crítica, pero también en la prescripción.