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Bar restaurante Blanco y Negro (Bilbao). Modernidad viejuna
Blanco y Negro podría servir de localización a capítulos de ‘Cuéntame’, pues viste sus mesas con hule de cuadros, muestra desconchones y emplata en vajilla vintage, como hace décadas. Y por eso despacha a precios populares ensaladilla rusa, callos en salsa vizcaína (de gusto imperfecto, merced a la pugna entre el dulzor y el amargor del choricero), correctos chipirones en su tinta, ventresca de bonito (a la brasa, con tomate casero y chutney de cebollines), y peras al vino tinto, como se ha hecho toda la vida en la capital de la galaxia, hasta el reciente descenso al infierno del cebiche. La calidad, en consecuencia y ampliada con propuestas más modernas, como esos entretenidos huevos de codorniz rebozados en polenta con mahonesa de trufa bajo nido de patata, y pintxos de campeonato como la rica oreja de cerdo con patata trufada, falsa yema de huevo (en realidad, patata a la riojana) y espuma de pimentón.