Ni el valle se libra de la moda del veganismo y la fiebre eco

Dic 28, 22 Ni el valle se libra de la moda del veganismo y la fiebre eco

28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes, de los cándidos y de los libres de culpa. ¿Quieres leer una de kamikazes enamorados? “La linda parejita en su burbuja no quiere saber nada de cenizas, ni de cuevas ajenas, ni de fobias, sólo pide quererse a encontronazos, asume su pasión como una ergástula. Nada de libertad condicionada, con sus dos soledades basta y sobra, con sus dos cuerpos y sus cuatro manos. Tiene razón la linda parejita, no es fácil instalarse en la excepción, el plazo del amor es un instante y hay que hacerlo durar como un milagro”.

Vaya con Benedetti, su lectura me hace recurrir a la RAE para conocer el significado de ergástula (en la antigua Roma, cárcel de esclavos) y pensando en comida, para variar, me lleva a reflexionar sobre lo complicado que es para mí acostumbrarme a la pérdida de protagonismo de la cocina de nuestras abuelas, camino de confinarse en el cajón de las excepciones. Ni vizcaína, ni pilpil, ni salsa verde, ni su tinta. Las hamburgueserías tienen lista de espera. Antes el más tonto hacía relojes, ahora abre una mala pizzería. Infantes y adolescentes se desviven por los totopos. Sus madres se abalanzan sobre la sección de prepoetinados. El ignaro recita el surimi entre los ingredientes autóctonos. Yo mismo estoy viendo ‘Las crónicas del taco’.

Ni el Valle de Atxondo (Bizkaia maitea), guardián de nuestras esencias, tierra de leyendas, es impermeable a la moda del falafel, el hummus y el sésamo, a las corrientes del veganismo y la soberanía alimentaria. Tampoco, por supuesto, a la fiebre eco. Buen ejemplo de ello es Amillena, un sobrio despacho de comida (bar, restaurante y tienda) al pie del Anboto, terreno de juego de la diosa Mari, señora de la tierra y de los meteoros, donde ayer recalé tras un confortante y reconstituyente paseo por la Vía Verde de Arrazola. Qué gran oportunidad para fotografiar caseríos, mantos verdes, vacas, caballos, corderitos, ovejas negras y vagones que recuerdan el pasado minero del paraíso.

La peor mesa de Amillena

Aunque nos señalaron la peor mesa, sin vistas y en zona de paso, seguramente a la espera de que aparecieran por sorpresa o milagro cuatro grandes cuadrillas dispuestas a ocupar los tablones más grandes (cosa que por supuesto no sucedió, sólo accedieron dos parejitas), disfruté la conversación con un viejo amigo periodista. Y también estoy convencido de haber acertado al escoger las tres propuestas que este martes navideño se salían de la fritura, la conserva y la charcutería, aquellas cuya elaboración requería un mínimo de cocina. A saber: arroza barazkisalto + onddoz betetako piperrak + haragi lasaña. O sea: salteado de verduras con arroz al wok, pimientos rellenos de hongos y lasaña de carne. Todo correcto, sin más (ni menos) y muy apto para un amplio rango de comensales sin pretensiones más allá del mero avituallamiento, que son quienes reconfiguran hoy lo popular; aunque extrañe y hasta duela un poquito (pixka bat) ver incluso a este rincón del Parque Natural de Urkiola alejarse por momentos de nuestra raíz culinaria.

Qué razón tienes, Mario, no es nada sencillo instalarse en la excepción.

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