Un restaurante de carretera sencillo y honesto cuyo responsable ha tenido la gallardía de salirse de la monótona dictadura del menú del día con una propuesta que va más allá del mero acto de alimentarse y pone en cuestión las tarifas de muchos restoranes de postín.
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La lasaña de foie, piñones y compota, plato estrella del menú degustación del restaurante cántabro, un festín de sabores y combinaciones deliciosas que estremeció a Igone Zilipurdi, quien debuta en LQCDM.
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Un restaurante sobrado de embeleso. Precioso el caserón, con el encanto doméstico de las grandes mansiones de mediados del Siglo XX. Y notable su menú degustación, con influencias locales, francesas, niponas (kaseiki), nórdicas, italianas, fusión… París, Londres, Kyoto, Liébana…
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El comedor es poco cool y, por la mantelería de hilo, se intuía que el local ha vivido mejores tiempos, pero Óscar Cubillo regresaría a este Hospedaje Bar Restaurante cántabro sólo por su lechazo.
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El británico Andrew Dougall se ha hecho un hueco en el panorama cervecero español con DouGall’s, nombre genérico de ocho variedades de cerveza, de estilo inglés, a las que no les falta lúpulo. Recuerda: piensa global, bebe local.
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Óscar Cubillo repasa un menú del día rústico, seguramente controvertido en su aceptación por la humanidad, aunque cuenta con la señal de garantía de que entre sus mesas se veía a numerosos paisanos entrados en años.
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Este crustáceo decápodo se asocia a la dieta de las clases más pudientes, a lo fastuoso, al lujo, al dispendio y la despreocupación. Al exceso. Pero en Astuy facilitan a precio módico esa exótica sensación de vivir como un rajá. Ya llegan sus Jornadas de la Langosta.
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En el Amita destacan entre sus especialidades los arroces, los pescados del Cantábrico, los mariscos de sus viveros y las carnes de la región.
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(+30 rating, 6 votes)Cargando... Mi hermano brother Igor rechaza los cupones de descuento gastronómico de modo sistemático y categórico. No lo critico y le concedo parte de razón, pero a veces brotan buenas ofertas. Por ejemplo, una que disfruté con el empático Pato en el restaurante Jolastoky de Neguri, que tengo pendiente de contar. Por el contrario, también puedo contar que yo he consumido numerosos cupones de chuletones de un kilo que pesarían en realidad 600 gramos, hueso incluido. El caso es que hoy voy a evocar un cupón que no resultó ni propaganda engañosa ni timo descarado. Lo ofertó en Colectivia el restaurante Marea Alta, el del Hotel Silken Rio de Santander, el pegado a la playa de El Sardinero, cercano al Casino y tal, en una zona de ambiente paseante. Había querido comer ahí desde que un día, paseando, of course, me fijé en su carta expuesta en la fachada y me dije que me lo podía permitir. Varias veces intenté invitar a mi esposa, pero siempre lo rechazaba. No obstante, confiado compré este cupón, con el que me ahorré unos eurillos, y lo consumí con ella sin que trascurriera mucho tiempo. La oferta prometía un «menú de temporada con postre, bebida y café incluido en el Restaurante Marea Alta por solo 29 € en lugar de 50 €». Bien. Me lo creí y salivé anticipadamente y no me quedé decepcionado al salir. Sólo pondría una pega: la rapidez en el cambio de servicio, que en alguno de los platos fue de una velocidad pareja a la de los restoranes de menú en carretera. ¿Se debería a que reservamos mesa a las tres? No era tan tarde, ¿verdad? Reservamos con hora y media de antelación, no con las 24 horas que reclama la norma habitual de estos cupones. Otro mérito del restaurante: poder atendernos in extremis… ¡un sábado! Cuando llegamos, vimos que el comedor del Marea Alta estaba casi lleno: algunas parejas, familias enteras burguesas, matrimonios vascos con niños quejicas… El comedor es...
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Hostería San Emeterio tiene árboles, parque infantil, terracitas para el bar y las comidas, salón de estar de madera y con butacones, un barito sin pinchos llamado El Gorrión, la recepción del hotelito, su amplísimo comedor y un molesto futbolín.
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(+33 rating, 7 votes)Cargando... Santillana del Mar es un pueblo turístico de encanto pétreo medieval que se ve en un solo día. O en una única mañana. Es como un parque temático genuino. Aunque cuenta con plétora hotelera económica, los huéspedes que pernoctan varias noches suelen usarlo como base y desde ahí proyectan sus excursiones hacia los alrededores. Además de muchos hoteles, Santillana del Mar tiene muchos bares (alguna sidrería, algunos negocios mejor decorados que tratan de escapar de la rusticidad…), a la par que muchas tiendas y restaurantes. La última vez que paré por esas calles empedradas los comerciantes se quejaban en la prensa de que los turistas entraban, miraban y se iban sin comprar. Normal: estarían comparando precios, pues esas tienducas con precios superiores al supermercado venden todas lo mismo: muchos tarros de anchoas de Santoña y paquetes de sobaos, un poco de bonito en frasco y de embutidos de ciervo y de jabalí, no tanto queso como cabría esperar… Recuerdo que de niño ahí tuve un susto con una vaca que estaba abrevando. La última vez que paseé por Santillana del Mar fue en el puente de Todos los Santos. Había manadas de turistas (vascos a tutiplén, algunos franceses y también paisanos de muchas otras regiones españolas), llovía (casi siempre que voy a Santillana del Mar llueve, excepto cuando nos citamos un día con Amaia, La Reina de La Movida, que brillaba el sol) y era un incordio el piso irregular de piedra por incómodo y resbaladizo. En el paseo miramos mogollón de menús populares muy similares, con cocido montañés de primero más pollo, lomo y otros productos baratos y de batalla, por unos 12 euros. Hay sitios más caros ahí, como el Restaurante Los Blasones y el Parador Nacional. Y ya estábamos yéndonos del pueblo hacia el coche cuando, caminando, pasamos frente a un palacio del Siglo XVIII, el Hotel Los Infantes, con su fachada señorial y su ‘placa al mérito turístico’ (de esto me entero ahora en Internet). Me...
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(+34 rating, 8 votes)Cargando... La de lugares buenos y bonitos para comer que pueblan la verde geografía de Cantabria. El nombre del Palacio de Mijares lo apunté tras verlo recomendado por Ramón Pérez-Maura, codirector del periódico ABC, quien, recordando sus veranos en Santillana del Mar sostenía que en ese pueblo turístico y medieval no es costumbre cultivar la excelencia gastronómica (ya lo sabemos), pero que una excepción se halla en el Palacio de Mijares, empresa apartada del núcleo pétreo. Es fácil llegar ahí, aunque también perderse por las carreteras comarcales de Santillana-San Miguel-Torrelavega. Nosotros arribamos bien, tras recorrer curvas y colinas y, al acercarnos y ver la iglesia y el cementerio, me dije: ¡ya tengo el titular! ‘Aquella casa al lado del cementerio’; pero lo he cambiado por el definitivo, más comercial. El sitio es precioso, está despejado y tiene vistas. La propiedad cuenta con amplias campas con árboles y un parking suficiente. El edificio alterna piedra rocosa, balconadas de madera y vidrieras que descargan la vista y modernizan el conjunto. Hay murallas y una torre del siglo XVI. Se trata de un conjunto monumental declarado bien de interés cultural en 1995. La primera vez que fuimos a ver el local sólo tomamos un oporto, mientras disfrutábamos de la tranquilidad de su terraza, pues también disponen de bar en el Palacio de Mijares, que se anuncia como restaurante para bodas y eventos y se inauguró en 2011. En nuestra segunda visita, el día después, ya recorrimos la arcada y nos acomodamos en un comedor espacioso, blanco, alto, actual, con claros ventanales atravesando los muros. El Palacio de Mijares cuenta con un servicio modélico, un entorno privilegiado por dentro y por fuera, unos platos no caros que califican sus dueños como cocina tradicional con toques modernos, y una bodega más onerosa, aunque también expone ofertas interesantes. Susana y el que suscribe acudimos un domingo. Ella a rastras, pero salió encantada. Yo tenía en mente comer a la carta: para mí patas de cerdo con boletus, foie...
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