Restaurante Riu Calabres (Posada de Llanes). Un placer con vistas al Cuera

El Riu Calabres es uno de esos sitios en los que el corazón se siente reconfortado y el estómago agradecido de haber acudido a su elegante comedor.
leer másEl Riu Calabres es uno de esos sitios en los que el corazón se siente reconfortado y el estómago agradecido de haber acudido a su elegante comedor.
leer másMuy esporádicamente hemos ido al bar-restaurante La Trainera, ubicado en pleno centro de Las Arenas, y siempre hemos salido contentos. Nunca hemos ido a alimentarnos por necesidad física ni espiritual, sino a papear fuera de casa para no hacer recados ni fregar. Acudimos por vagancia, o sea. Generalmente dudamos, pero al final entramos y salimos tan campantes. El comedor está al fondo a la derecha, tras la larga barra de pinchos, y no tiene ventanas pero sí decoración marinera y los camareros lo atienden con rauda eficiencia para llenarlo dos veces cada mediodía. Sus mesas las suele ocupar una gente muy rara, a veces triste y solitaria como figurantes neorrealistas. Ahí se sientan desde jubilados hasta pijos despistados, desde currelas no muy sucios hasta inmigrantes integrados, desde comerciales y bancarios hasta… La Txurri y el que suscribe. Todos vamos motivados por el precio (10,10 euros), la rapidez del servicio, la centralidad del local y la amplia oferta de comida popular. Yo hago memoria y caigo en que a menudo elijo paella (y yo que creía que no me gustaba el arroz). En nuestra última visita, un jueves, había muchos primeros para elegir: alubia blanca de pinta estupenda y posibilidad de barquito con guindillas; alcachofas salteadas muy tentadoras; unos gruesos espárragos con huevos rellenos que observé en la mesa de al lado y me decían ‘cómenos, cómenos…’; unos tres tipos de ensalada más lo que elegimos nosotros: yo paella de carne (pollo y costilla), con sus hongos y pimientos verdes, bastante aparente, o sea muy buena; y Susana, aunque intenté en vano disuadirla, ensaladilla rusa. Pero estaba estupenda, llegó muy bien presentada, la veteaban bastantes pimientos rojos, la empapaba una mayonesa chispeante y ella le añadió un alegre chorretón de vinagre. La torre rusa estaba rodeada por huevo cocido, trozos de espárrago y langostinos cocidos de esos del super… Me hice un pincho con los ingredientes periféricos y lo armonicé con el clarete de batalla (tempranillo más garnacha), que estaba potable, quizá rico, para qué negarlo. Sonaba...
leer másEl último día de mis merecidas minivacaciones pre-Semana Santa paseaba de mañana triste por la playa y el puerto de Comillas cuando se me levantó el ánimo al toparnos con La Lonja, bar que luce sus ofertas en el cristal de la puerta de entrada: carta corta, bodega escasa pero muy competitiva, precios con IVA incluido y la garantía de que el producto fuese fresco y marino. El garito recientemente renovado tiene dos pisos y entramos por la terraza superior, donde algunos turistas tomaban el aperitivo. El comedor, con suelo de cemento alisado, mesas y sillas de madera, manteles granates y servilletas blancas -ambos de papel de calidad-, estaba protegido del calor exterior por listones traveseros y permitía vistas a la playa apacible, a los barquitos pesqueros, a los acantilados cantábricos, a la citada terraza… Ahí estuvimos hora y media, compartiendo comedor con una familia que se decantó por el menú del día y padeciendo el servicio distraído y tan lento como el de un mexicano bajo el sol de Jesús, un hombre maduro bien conservado («¡y guapo!», apunta Susana) que parecía funcionario por lo lento y poco eficiente y fuera de lugar. Superado por las circunstancias a pesar de la serenidad imperante, Jesús nos atendió con demasiada demora para agravio de La Txurri: «sabe que vamos a la carta y da prioridad a dos cocacolas en la terraza». A pesar de requerírselo con la amabilidad que me caracteriza, no me trajo el vino solicitado para empezar a libarlo sin prisas (no dudé mi elección: Bracamonte Rueda, verdejo 2010, por 10 euros de nada, levemente ácido, rico y frutal, a buena temperatura que se mantuvo a pesar de que Jesús no lo sirvió en cubitera o similar). Jesús además olvidó traer el agua de ella (Montepinos de medio litro, 1’30 euros, fría; «fría ha de ser, no tengo natural», le aclaró él cuando se la reclamó ella). Aparte, Jesús no nos ofreció medias raciones a pesar de insistirle educadamente («aquí no es costumbre», se justificó, pero se refiriría...
leer másHace años visité con mis primos este restaurante popular del Casco Viejo bilbaíno y comí mucho y bien. Además está muy cerca del bar Muga, el templo roquero bilbaíno. El comedor del Baste se halla al fondo de la barra del bar, barra que Pato y yo frecuentamos en fiestas de Bilbao, donde maridamos sus célebres mejillones rellenos con crianza de Rioja, y sus exuberantes huevos cocidos y langostino con verdejo de Rueda… El comedor carece de ventanas y lo embarga una atmósfera rústica: techo de cestería entrecruzada, vigas de madera, grueso gotelé verde en las paredes, otra pared de piedra barnizada, cuadros costumbristas en relieve de chistularis y demás, colgadores de forja, suelo de terrazo añejo y de batalla… Para sentirse como en casa, vamos (lo digo sin ironía). Se puede papear a la carta pero en el Baste ofrecen un competitivo menú para un mínimo cuatro personas. Con tres colegas reservé un domingo. La experiencia y satisfacción fue similar al día con los primos. Llegamos los amigos, entramos y la mesa estaba preparada, con algunas raciones ya servidas y esperándonos. Faltaban las bebidas: agua Sierra de Cazorla helada, Voll Damm de caña para Topo, y el vino, media botella por comensal, tinto Edulis, crianza 2006, de Bodegas Altanza, en Fuenmayor. 18 meses en barrica, aroma genial a vainilla y pase suave. Hicimos justicia al picoteo y yo lo disfruté más pensando que eran pinchitos de los bares (ya ven: siempre evadiéndome). Compartimos cuatro espárragos tiernos, sin hilos, gruesos y sabrosos, guarnecidos con mayonesa y tiras de zanahoria; luego ensaladilla rusa rústica con gruesos pedazos de patata, poca mahonesa y trozos de bonito en escabeche (escabechado en exceso para Gabi; a La Txurri le habría encantado); después ataqué los ibéricos, dispuestos cual minirración en un platito con jamón sabroso empero su pinta, salchichón muy bueno y grasiento, chorizo contundente y como Dios manda (a Carlos no le gustó, pero es que desde que va al yoga se le nota muy raro) y lomo seco...
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