En el barrio de Benta Berri, pocos no han catado su carta de ensaladas, bocadillos, raciones y platillos de carne y pescado. Una oferta que Uve tilda de poco atractiva y sobrevalorada. Y ella sabe de lo que habla.
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Cerveza francesa con aroma a malta, de intensidad normal, algo agrio, poco agradable. La nariz concuerda con su cuerpo pobre, sin consistencia, casi acuosa. Y su gusto es poco agradable, algo agrio, algo ácido. Vamos, que lo tiene todo.
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(+77 rating, 16 votes)Cargando... La nouvelle cuisine fue un paso impresionante para el universo culinario, una (r)evolución necesaria y agradecida que removió sus cimientos y sentó las bases de su evolución actual. No obstante, la perversa asunción y malinterpretación de sus líneas maestras, muchas veces desde el desconocimiento, el snobismo o el mero interés económico, llega a ser un insulto al comensal. No todo se reduce a miniaturizar preparaciones, como hacen algunos. Ni pintar el plato del menú del día con pinceladas de vinagre de Módena te convierte en un gran chef. Por eso me encanta dar con lugares como Casa Comerciante, que rezuman campechanía, austeridad, autenticidad. Uno, cuando va a la Galicia interior (pero interior interior), no espera encontrar un McDonald’s detrás de ese bosque de carballos. Ni locales de diseño. Ni esferificaciones. Lo realmente reconfortante es dar con un lugar como Casa Comerciante, un comedor de pueblo (sin ningún matiz despectivo) donde uno espera encontrarse con cazadores y lugareños, donde se guisa como en los viejos tiempos, y aquellos productos que es natural encontrar en pleno monte. Nosotros llegamos una noche, ya cerrada, y nos costó un poco dar con el comedor. Subimos hasta la segunda planta y volvimos a bajar a la primera. Abrimos dos o tres puertas y dimos, por fin, con el refectorio, donde dos grupos numerosos ya daban cuenta de la cena. En nuestra mesa esperaban buen pan, platos y grandes bandejas de inoxidable con entrantes fijos. Y consistentes. A saber: empanada de grelos, chorizo y panceta; ensalada de tomate, lechuga y cebolleta, bien alegre por acción del vinagre; y más bandejas con chorizo, salchichón y jamón. Un canto a la sencillez. Dimos cuenta de ello con agua y varias cervezas (Estrella Galicia y Mahou), que llevaban a la mesa en latas que uno mismo abría. La oscuridad envolvía la noche, el frescor nocturno achuchaba, la lluvia no cesaba… y todo ello hacía más atractivo el listado de platos principales. Había para escoger ternera guisada, estupendo pollo (de verdad) guisado,...
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Si estás en Donostia, merece la pena acercarse al número 31 de la calle 31 de agosto, probar sus pintxos y tapas de autor, e incluso sacarse una foto junto a ese perol sobre el que borbotean discos de vinilo que te dan la bienvenida al bar A Fuego Negro.
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Yo volvería a Praia Fluvial de San Clodio, preguntaría por los atractivos y las posibilidades de la Ribeira Sacra, tomaría mi plato de sopa y seguiría mi camino tan tranquilo, con el estómago caliente.
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