Recetas heréticas para economistas de los 80
En el País Vasco el comer no es ninguna tontería. Es una religión. Cada ciudad, cada pueblo, cada barrio, casi cada calle, tiene su txoko. Un txoko, para los que no lo hayan disfrutado es una especie de club privado donde los vascos (y cada vez más, las vascas) se reúnen y cocinan para los amigos y comen. El placer está en la ingesta pero sobre todo en la preparación y cocinado, en la búsqueda previa de las materias primas, en la confección del menú y en la tertulia tras los postres. Se puede decir que un vasco come tres veces. Cuando piensa en lo que va a comer, cuando lo come y en todas las ocasiones que recuerda lo comido, que son muchas. Además, mientras se come, uno de los temas favoritos de los vascos (y vascas) es recordar excelsas comidas del pasado. Ese es el Hecho Diferencial Vasco, lo demás chorradas identitarias que no llevan a ninguna parte salvo a la melancolía. En cada cuadrilla hay un cocinero amateur que, probablemente, estaría en categoría de primera división si los comparásemos con los profesionales de la cosa. El detalle puesto en la preparación queda reflejado en este menú de una reunión de antiguos alumnos que hoy revelamos pese a la gran resistencia de los interesados. Los nombres han sido sustituidos por piadosas iniciales. No hay que olvidar que estos señores tienen alumnos, subordinados, feligreses, acólitos e incluso, en algunos raros casos, mujeres e hijos. Corramos un estúpido velo al respecto. Y ahora el menú. El límite está en la imaginación. Buen provecho: 1. Txakoli de bienvenida. Los sabores y aromas afrutados de este caldo de tierras de Ayala se entremezclarán con las texturas de una tempura de verduras de temporada de las huertas de la llanada, preparada en el momento. (Los que lleguen tarde no catarán ni tempura ni txakoli). Para entrar en conversación, T nos contará que fue de la caja de Edgeworth y A nos hablará de las últimas novedades de la Teoría de...
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