Este restaurante especializado en el recetario catalán con raíces en Viella mantiene su atractivo con su know-how, su hospitalidad, su servicio, su calidad y su buen hacer en cocina. Ahora sirve los últimos calçots de la temporada. De Valls, por supuesto.
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(+40 rating, 8 votes)Cargando... Me río yo de la tentación de Cristo, y de los juegos que protagonizaron Marlon Brando y Maria Schneider en su último tango en París, cuando llego a casa con apetito, un punto de ansiedad y sin gana alguna de cocinar. Entonces entro en la cocina, agarro la barra de pan y veo cómo merman la barra de chorizo picante, la de salchichón ibérico, el espetec, la sobrasada y la pieza de queso de oveja de mis amores. A veces entran remordimientos de conciencia, cuando se acaba el pan, sumas las calorías ingeridas y tal, pero ya no hay nada que hacer. Después de todo, para qué nos vamos a engañar, mayor es el problema cuando resulta que llegas a casa con apetito, un punto de ansiedad, sin gana alguna de cocinar… y no encuentras queso, ni embutido, ni pan en tu despensa. Horreur! Pues bien, cuando estoy en Donostia el asunto es menos dramático pues, si no es muy tarde, siempre puedo acudir a Via Fora, un local amplio aunque desangelado, sin atractivo estético, donde tengo eso, precisamente: pan, embutido y queso. El negocio se promociona como restaurante de cocina catalana, se ubica cerca del parque Cristina Enea, aunque lejos de las postales de la ciudad, entre las vías del tren y el cauce del Urumea, y presume en Twitter de preparar «los mejores arroces de la ciudad». Porque sí, por encargo cocina arroces (tot pelat, negro, con verduras, con conejo), más caros que en Levante (es lo que tiene esta ciudad). Me han hablado mejor de su fideuá. Y, a veces, hasta se lían la manta a la cabeza y organizan calçotadas. Pero yo acudo allí siempre a por lo dicho: pan, embutido y queso. Sin pretensión alguna. De modo informal. En busca, simplemente, de comida modesta, picoteo, precios asumibles y el pasar un buen rato con los amigos. Yo lo pasé con mis apreciados Oier y Edurne en mi última visita. Comimos, bebimos, charlamos, reímos… y todo...
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