Periodistas muertos de hambre
Los miembros y miembras de este blog proclamamos orgullosos y orgullosas en el “quiénes somos” que “nos pagamos nuestras comidas y estamos fuera de los círculos del compadreo gastronómico”. Cuando dijimos esto, en un alarde de chulería no exento de cierta reprobación, por defecto, se nos quedó mucho por aclarar y por puntualizar. Es cierto que algunos (bastantes) de la plantilla de @lqcdonmanuel plumillas de oficio han sido invitados a comer en múltiples ocasiones en el desempeño de su oficio, pero ninguna de esas comidas por la “jero” han sido en nuestra calidad de críticos gastronómicos. Hubo dos excepciones de las que oportunamente avisamos a los lectores. Fueron dos inauguraciones a las que nos llevaron de mochila y de las que no pudimos resistirnos a hacer mención.
Y hubo crítica implacable a un restaurante cántabro de cuyo nombre ahora no nos acordamos. Su desolado propietario nos pidió que pusiéramos en suspenso nuestro suspenso ya que prometía compensarlo en una segunda ocasión, corriendo con los gastos. Nos apiadamos, pusimos el post en “privado” porque tenemos nuestro corazoncito y no es nuestra intención arruinar los negocios. Nuestra idea es volver a acudir de incógnito a ese sitio, comer, pagar y replantearnos nuestras opiniones, o no. (Avisamos).
El hecho de pagar nuestras comandas tiene mucho sentido. Recientemente un afamado cocinero (vasco) decía en un programa de televisión (vasco) que los que escriben críticas en este tipo de blogs son:
(cita) “gente sin conocimiento alguno además que no ha comido caliente en su santa vida y encima tienen el atrevimiento de sacar la lengua a pasear y escribir en cualquier blog» (fin de la cita)
Desde luego que no es nuestro caso. No tenemos la ficha de Javi Martínez pero comemos siempre que podemos, no saltamos vallas y pagamos siempre y con ello nos autoconcedemos el derecho a la crítica. Es muy sencillo y gustoso ser invitado en todo momento y ocasión y comer todos los días caliente sin echar mano a la cartera. Pero, luego, ¿cómo le dices al que te ha invitado que lo suyo es un gran zurullo? Las normas de la cortesía y de la supervivencia impiden hacer este tipo de cosas. Y si, además si te ganas la vida en este mundo de lo gastroguay, no puedes ser un Anton Ego. Un poco sí, pero poco.
Pero a lo que vamos. Sí que nos han invitado y, hubo tiempos, amigos y amigas, que las invitaciones eran de postín. Las grandes firmas, cuando cubríamos para teles y periódicos varios la información generalista y empresarial, invitaban a los periodistas a los balances de resultados. Y esos balances estaban tan bien balanceados que se comía y se recorría todo el firmamento de las estrellas Michelín. El periodista, eufórico por el comercio y el berbercio, salía de esos templos y escribía cosas buenas (de la empresa, casi sin querer). El roce hace el cariño. Y en la siguiente llamada del responsable de prensa de la empresa en cuestión se le hacía mucho más caso (somos así de humanos). La mesa une mucho, aunque no te des ni cuenta eso pasa.
Un importante grupo cooperativo vasco ha llegado al extremo de poseer un restaurante en propiedad sólo para las comidas de cortesía a sus visitantes y la canallesca. ¡Y cómo se come en ese Palacio vetado al resto de los mortales! Productos del país, eusko label non-stop. Muy bien tratados desde un alto de las montañas que Estrabón visitara. En un bello caserío en el que se habrán forjado cientos de negocios al calor de los fogones. Han pasado muchos años y todavía recuerdo un bonito a la brasa terso, sápido, jugoso. Lágrimas de emoción corrían por las mejillas de los comensales.
Y ahora, ya no es lo que era. Ni la ética, ni la estética, ni los balances impulsan a los grandes dispendios. Se acabó esa etapa y los que más lo sufren, además de los periodistas, son los restaurantes que vivían de esas comidas. Allí se tendía a poner producto caro, a redondear al alza la minuta ya que, por quedar bien, los que pagaban no eran demasiado avaros con su dinero. Pasaron esos días, de vinos y rosas. Con constructores pagando mariscadas en el Gloria de Zierbena y sacando angulas de postre (damos fé). Ahora, me cuentan los que ejercen a pie de calle, te invitan a un café con bollo, si te invitan. Quedaron atrás los agasajos, los besugos en Getaria y los chuletones del Andra Mari.
Los reptiles se quedan sin fondo, y los periodistas sin comida. Y cada uno se retrata con su pasta y sin la pólvora del Rey. Es mucho mejor, creo.
(un artículo explotation by Gianfranco Stegani)
El patriarca de esta cosa. Considera que el acto de comer es uno de los placeres más enormes que nos ha procurado la existencia. Y a eso se aplica. Y a contarlo.
Dos cosas:
1. ¿pero quien ha dicho semejante tonteria sobre los que (me incluyo) escribimos sobre lo que comemos y pagamos??
2. TOTALMENTE DE ACUERDO EN TODO. AMEN. Mi #mistery viene por ahí, por ser una anónima más a la que atender en la mesa, sin privilegios, sin saber si voy a escribir algo o no, sin dejar constancia de que el modo en el que me atiendan o me sirvan, así como la comida que voy a degustar, no esté marcada por ser Blackie. Y yo también me pago mis comidas. Y no escribo de Nerua, por que no puedo pagarmelo, no escribo de Bistró, por que con mis dos trabajos no me llega, no hago críticas a Berasategui, por que no me llega ni para la ota de Donosti. Pero sí escribo sobre lo que mis amigos, mis conocidos, o mi familia, pueden visitar, sobre aquellos lugares que me encantaría recomendar, de lo maravillosos que son, y sobre esos otros, a los que un cambio, seguro que les haría despuntar.
3. Esta es el bonus track: y encima NO soy periodista, soy un proyecto de ingeniera, que acabó en LADE por rebotes varios de la vida. Vamos, que tengo todos los boletos para estar en la mira de la crítica de estos papanatas de chefs que están bien protegidos.
Ala, he dicho! UN besazo, a los Manueles y Manuelas!
Carisima y bravisima Blacky
A tu primera pregunta, quello che posso dire que es un cocinero al que no haremos publicidad hasta que tengamos la oportunidad de conocer su cocina. Luego hablaremos y opinaremos (después de que nos dé de comer caliente, ).
En lo segundo y lo tercero te doy mi apoyo total. El que paga tiene derecho a opinar sobre el servicio y el producto y no hay ninguna facultad que expida titulaciones de opinador gastronómico. Así que, adelante, ingeniera en proyecto, dama de nuestros misterios irresolutos, sigue opinando, y sólo esperamos que el #mistery desaparezca y algún día no muy lejano podamos compartir lo comido y lo opinado en vivo y en directo.
La cosa migliore è ancora venire; bacio la mano