Restaurante La Chuleta (Bilbao). Lo mejor está por acá
Dentro de mil años (más o menos) llegará un Joxe Miel de Barandiarán galáctico que nos estudiará antropólogicamente a los vascos del Siglo XXI. Si rebuscando entre las ruinas del Guggenheim y en los txokos fosilizados halla suficientes evidencias para formar un corpus documental, concluirá que los vascos fuimos un pueblo nómada. Un grupo de homo sapiens orgullosos de nuestra Tierra pero deseosos de abandonarla a la menor ocasión. Reforzarán esa hipótesis los numerosos restos de chándales Ternua que se hallarán en lo que fueron las costas asturianas (en el futuro conocidas como el Protectorado Arturo- Centuriense). Innumerables cenizas fosilizadas de barbacoas de chuletón serán desenterradas en las riberas del lago salado que ocupará la antigua Bureba burgalesa (mar de recreo de la élite marciana). Fragmentos de pies de Juanito apareceran trufando las playas paradisíacas formadas por la erosión de las cumbres de los Himalayas. Y ese estudioso llegará a explicaciones, que mezclarán la filosofía, la religión y el consumo de «precursores de consciencia expansiva en forma de cilindro incandescente» en el más amplio sentido del término. Llegará a la conclusión de que los vascos fuimos un pueblo elegido, pero como los israelitas (con perdón por la comparación) tuvimos que vagar durante centurias en los desiertos de Logroño o de Benidorm sin alcanzar el anhelado paraíso. Más que nada, porque nunca conseguimos ponernos de acuerdo en qué consistía ese paraíso. Un amigo me contó que estando en las cataratas de Iguazú escuchó una conversación en euskera arratiano a sus espaldas. Un grupo discutía sobre la belleza de ese salto de agua, pero finalmente los viajeros llegaban a la impresión de que no había comparación posible con la cascada (disculpas) de Gujuli. Es un ejemplo extremo. Quizás sea necesario que viajemos mucho y mal para darnos cuenta de que lo mejor, en ocasiones, lo tenemos al lado. En el caso concreto lo que pasamos a descubrir a nuestros egregios lectores está a unos escasos 50 metros del portal del que escribe este suelto. Y se preguntará el lector por la...
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