Los estantes de los supermercados, ultramarinos y demás despachos de alimentación están bien surtidos de conservas de anchoas. Las hay estupendas, y otras deberían venderse acompañadas de una maquinilla de afeitar con la cual rasurar sus abundantes y amenazantes espinas. La mayoría de las ventas las acaparan las sencillas anchoas en aceite (deliciosas ellas solas, o acompañadas de piquillos o bendito queso, por ejemplo), y también hay quien se decanta por las banquecinas maceradas en vinagre (que no pueden competir con las elaboradas en casa). Y suele quedar en el estante, donde se ofrece, una delicia: anchoas a la antigua, de Ortiz.

Esa casa, que centra en Lekeitio y San Vicente de la Barquera la producción de anchoa, comercializa esta variedad en la que el pescado se captura con artes tradicionales de cerco en la costera de primavera, se filetea a navaja, uno a uno, y se adereza con especias. Los lomos lucen brillo plateado y se embotan con aceite de oliva virgen extra de toma pan y moja. El denso mejunje, asimilado el sabor de la anchoa, hace que la degustación no concluya una vez terminados esos lomos de tierna textura, particular apariencia y espectacular regusto salado. Tengan a mano la barra de pan. Bocata di cardinale.

(Igor Cubillo)

Web de Ortiz

Sabrosas y desenfocadas, anchoas a la antigua de Ortiz (foto: Cuchillo)

Suscríbete al blog por correo electrónico

Introduce tu correo electrónico para suscribirte a este blog y recibir avisos de nuevas entradas.

Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Director de Suite, el único foro gastronómico sin cocineros de este país.

igorcubillo.com