Somos muy poco partidarios de sentarnos en un restaurante en el que, en su puerta, haya un señor intentando meternos para adentro. Supongo que la táctica funciona con el común de los turistas, pero nosotros, cuando viajamos, preferimos hacer lo que hacen los locales, comer donde ellos comen, sentarnos en sus garitos y viajar en transporte público. Así que huimos por lo general del turisteo, de lo fácil y del menú, y aprovechamos que los nativos han experimentado con la prueba y el error durante mucho tiempo y acaban disfrutando de lo bueno y dejando lo otro para el turista incauto.

Es como si para comer en Bilbao ustedes se fiaran de las polleces que dicen cuatro paracaidistas en tripy-advisor y no del consejo fundado y sensato de los periodistas y editores de esta weg. Así que, cuando hemos viajado a la capital lusa para acudir al congreso gastronómico Peixe em Lisboa hemos hablado con amigos lisboetas, periodistas, cocineros y gastrónomos, todos con criterio, para que nos contaran los must de la bella ciudad del Tajo.

hemos viajado a la capital lusa para acudir al congreso gastronómico Peixe em Lisboa

Nosotros nos hemos aprovechado y nos ha ido de cine. Así que, por el mismo precio, se lo contamos a ustedes sabios lectores.

Nuestros amigos nos aconsejan, de primeras, callejear y usar el transporte público. Si ustedes son atletas, con una preparación cardiosaludable, no lo duden, anden. Lisboa es conocida como la ciudad de las siete colinas y hay que subir cuestas interesantes, pero desde el Barrio Alto o desde la Alfama verán unas vistas sobre el Tajo impresionantes. El mejor momento es la luz de la tarde. En cuanto a la seguridad, el metro y los tranvías están repletos de carteles avisando contra los pickpockets. Adoptando las lógicas normas de precaución, no hemos visto nada extraño.

Los barrios de Lisboa
Los barrios de Lisboa

Si hablamos de la zona de restaurantes turísticos del Rossio y en algunas partes del barrio de la Baixa, nos remitimos al consejo primero. Son en su inmensa mayoría reservas de caza mayor del turista. Además, en Rossio hay insistentes mendigos afectados por sustancias sicotrópicas a los que hay que sacudirse de encima de manera firme para evitar que te den la torrada. No es grave, pasa en casi todos los lugares del mundo, es la globalización. Por lo tanto, con lo grande que es Lisboa, es preferible darle un vistazo y pasar a patear otra zona. Sólo una excepción, en la Rua dos Sapateiros, junto al elevador de Santa Justa, casi escondido, hay un restaurante must, Casa Uma, donde hacen un arroz con marisco que quita el sentío.

Un restaurante must, Casa Uma, donde hacen un arroz con marisco que quita el sentío.

El martes (y también el domingo) es el día de Rastro en la Feira da Ladra, un rastro típico. Lo aprovechamos para bajar en la estación de metro de Santa Apolonia (muy útil y bello el suburbano), para tener otra vista del Tajo y para, subiendo la cuesta, llegar hasta al mercado improvisado en las calles, junto al Panteón Nacional. La feria es curiosa pero lo que se vende es mayormente desecho de tienta.

Tras el subidón adrenalítico, teníamos fuerza para subir en sprint las escaleras del Panteón Nacional. Nuestros amigos nos dijeron que es la mejor vista de Lisboa y no mintieron. Esta iglesia alberga los restos de los héroes lusos de manera lujosa. Me imagino a Amalia Rodrigues y compañía de lo más cómodos en su eternidad reposada. En su terraza panorámica propongo poner un chill out que sería la caña, o en su defecto unas tumbonas para tomar el sol.

La vista de la Alfama y del Tajo, desde El Panteón. Foto Dicky
La vista de la Alfama y del Tajo, desde El Panteón. Foto Dicky

Si están en Lisboa no pueden perderse un recorrido íntegro en el tranvía 28, el más típico y el que más cuestas sube y baja. La verdad es que da un poco de palo ocupar el sitio de los viajeros lisboetas, señores mayores currelas, que han visto como su medio de transporte es usurpado por el guiri, pero el viaje merece la pena. Es como la montaña suiza de Igueldo pero en seco y con más desnivel. En este recorrido te cruzas Lisboa de punta a punta y te metes por lugares en los que no te imaginas que pueda pasar nada más grande que una bicicleta.

Un selfie desde el 28. Foto Dicky
Un selfie desde el 28. Foto Dicky

Otro must a no perderse son los parques. Lisboa está repleto de ellos. Soy muy fan del Parque de Eduardo VII que alberga la para mí (por razones privadas, no lo cuento todo) muy querida Estufa Fría, un macroinvernadero que conforme van pasando los años y las visitas se va haciendo más decadente.

Y los edificios que siguen aguantando el paso de los años con desconchones. Un punto demodé que me mola porque las ciudades, como los seres humanos, cuando envejecen con dignidad son elegantes y sabias. Por la zona de la Avenida da Liberdade están las tiendas lujosas de las de mírame y no me toques, y también cines y teatros fantásticos. Allí vimos en portugués, como lo oyen, en el pequeño y coqueto Teatro Tívoli BBVA ‘As Obras Completas de William Shakespeare em 97 Minutos’. Esas son cosas de filólogos en ciernes, que ven algo de William y se ponen palotes. U know.

El pequeño y coqueto Teatro Tívoli BBVA

Nada mejora el momento atardecer en la Plaza del Comercio en las escaleras que dan al río Tajo. Allí se sienta la muchachada, en el Terreiro do Paço, y es fácil pegar la hebra con el/la que te pille más a mano. Tampoco es desdeñable la opción de tomarse una cerveza Super Bock (suave y afrutada) en la Terraza del Populi, con camareros vacilones y bailarines. Un lugar perfecto para ver y ser visto.

Super Block con vistas y solazo en Caffe Populi
Super Bock con vistas y solazo en Caffe Populi

Y en la Rua Augusta a no perderse Typographia. Una tienda que mola y ellos lo saben. Es difícil sorprender con diseños de camisetas pero ellas (las distantes dependientas) lo consiguieron. Compré tres t-shirts pero podría haberme llevado media tienda.

Camisetas de Typograhía, en Rua Augusta. Un selfie desde el 28. Foto Dicky
Camisetas de Typograhía, en Rua Augusta. Foto Dicky

Las guías dicen que, ya que estás en la Baixa, subas en el elevador de Santa Justa. Discrepo y paso de hacer cola para montarme en un ascensor por muy modernista que sea. Prefiero subir por la Rua Garret y perder una hora o dos en la muy bella librería Bertrand, que atraviesa de punta a punta en galerías toda una manzana de casas. Arriba de Garret está el Chiado, el Café A Brasileira, Pessoa y, más arriba, la zona del Barrio Alto. Allí comimos en Casa da India (hoy cerrada permanentemente) y tratamos de repetir otra tarde pero no pudimos porque no había sitio en otro garito de moda, la Taberna da Rua das Flores. El primero, Casa da India, era una tasca viejuna de mesa corrida, de frango no churrasco, choco plancha y vecinos acodados en la barra. El segundo es un gastrobar diminuto, ideal de la muerte del que nos hablaron muy bien y donde sirven los típicos platos de bar y de pescadores revisitados por la sabiduría de André Magalhaes. Volveremos a probarlo.

Esquina de la librería Betrand (foto: ecoleft.gr)

Un poco más arriba, o bastante, está un barrio fuera de todas las rutas turísticas. Tiene el sugestivo nombre de la Mandragoa. La leyenda (y la wikipedia) cuentan que el barrio nació de los millones de granos de arena que las gaviotas transportaron hasta allí. El origen del nombre se pierde en el tiempo; antes del terremoto, en el siglo XVII, tenía el nombre de Moçambo y no era más que una pequeña población habitada por personas de origen africano. Allí vimos los garitos más sugestivos y molones de la capital y allí nos dimos un homenaje que por si sólo merece una visita a Lisboa. Comimos en el Clube de Jornalistas, visitamos su jardín, nos bebimos un cava excelente, disfrutamos de una de las mejores cenas de nuestra vida y después charlamos con su chef Iván Fernandes y fuimos tratados como verdaderos reyes. 

Comimos en el Clube de Journalistas, visitamos su jardín, nos bebimos un cava excelente, disfrutamos de una de las mejores cenas de nuestra vida

La zona de Belém la visitamos para, básicamente tomar una fotografía desde los altos del Monumento de los Descubrimientos y para tener otra vista del Tajo. Si llegas hasta allí, no importa cuántas veces hayas estado pero es pecado no entrar en el Monasterio de los Jerónimos. Es un Claustro que hace volver a tener fé en la Humanidad y en el Arte. Allí nos reímos con sonoras carcajadas gracias a las explicaciones de una exposición temporal en la que los portugueses, a los que tengo por sensatos y nada chauvinistas, interpretaban grandes hitos de la Humanidad a la manera lusa (ver foto). Es como si, por poner un ejemplo, la Junta del Athletic Club tratara de fichar a Vasco de Gama porque uno con ese nombre es más de aquí que allá. Allá ellos, oye.

La foto que andaba buscando, desde lo alto del Monumento a los Descubridores
La foto que andaba buscando, desde lo alto del Monumento a los Descubridores
Cólon, portugués por parte de esposa Foto Dicky
Cólon, portugués por parte de esposa Foto Dicky

Y, consejo plus, no perderse el Oceanario que está en la zona del Parque de las Naciones. Impresiona su diseño, la cantidad de especies que podemos contemplar y, sobre todo, la experiencia inmersiva (en el amplio sentido de la palabra). Desde esta zona está una de las mejores vistas del larguísimo puente Vasco de Gama (ya saben, el rocoso defensa central del Athletic Club). Alcanza los 150 metros de altura, mide 17 kilómetros y está preparado para resistir un terremoto cuatro veces superior al que destruyó Lisboa en 1755. Si estás por esa zona y tienes hambre nada mejor que ponerse hasta las trancas en Tromba Rija. Todos los platos típicos portugueses que usted pueda comer.

El Ocenario, como para quedarse a vivir. Un selfie desde el 28. Foto Kontxi.
El Oceanario, como para quedarse a vivir. Foto Kontxi.

Lisboa no se come en un día, dos o tres. Ni siquiera en una semana. Y eso es lo mejor, porque te da excusas para regresar, y así lo hacemos, siempre que podemos.

[box type=»bio»]

Dicky by kontxiDicky del Hoyo Periodista, multitarea, en red desde bastante antes de Internet. Le ha dado y le sigue dando a todos los palos del periodismo: cultura, política, nuevas tecnologías, prensa, radio, televisión e Internet. Trabaja para diversos Medios y también realiza labores de asesor para empresas y entidades. Aunque es del mismo centro de Bilbao es un poco Zelig por los afectos y se mimetiza perfectamente, allá por donde va, con el paisaje y el paisanaje. Cree que a este mundo hemos venido para disfrutar y en eso se empeña, sólo o en compañía. Estar en @lqcdm y la comunicación gastronómica es sólo una excusa para pasárselo bien y dárselas de connosieur.

@zuloko en twitter

dicky@delhoyo.com . [/box]

Suscríbete al blog por correo electrónico

Introduce tu correo electrónico para suscribirte a este blog y recibir avisos de nuevas entradas.

Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Director de Suite, el único foro gastronómico sin cocineros de este país.

igorcubillo.com