50 sabores
(+77 rating, 16 votes)Cargando...Un donut graso, con una manteca que, después de estar en el bolsillo, se empezaba a disolver y lo comes con fruición en el recreo de la escuela nacional y te raspa la garganta con su astringencia; cerdo agridulce en el primer chino que se instaló en el País Vasco, colas en la entrada, un camarero dipsómano que bebía los restos de las botellas y un dueño que decía “amigos, familia»; un perrito caliente del salchichauto, a la salida del Coliseo Albia, con mucho ketchup; un primer beso, clandestino, en un parque de Portugalete, a escondidas y caliente y húmedo, enseñándome ella porque yo no sabía, y muy raro de encontrar esa lengua y luego no parar; un bocadillo de bacon crujiente por la mañana, casi al punto de estar quemado y que haga crunch al morder; el agua fría después de entrenar; un café muy negro a la mañana en las épocas de exámenes; las chuletillas de cordero al sarmiento que eran pocas y había que chupar el hueso; la sopa de ajo de mi abuela; el pollo guisado con mucha cebolla pochada; la primera cerveza; la primera cerveza negra: el primer trago de vino peleón; el primer trago de vino bueno cuando aprendí a beberlo; el primer trago de un vino excelente y saber que, después de eso, nada te sabría igual; la tortilla de patatas poco pochada con ese lúbrico juguillo del huevo deslizándose por la boca; el sabor a picante de una alegría riojana, llorando y anestesiándote la boca; los besos en el Puerto de Plentzia de una pelirroja a la que la boca le sabía a fresa, y no exagero; los besos de una morena una noche y despertar junto a su cama, sin saber qué hacía allí, con una sensación de irrealidad; el sabor a la pérdida cuando perdí lo que más quería y lloré, amargo sabor que no pasaba y se quedaba en la garganta; el agrio sabor del vómito y la enfermedad y...
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