Le Cochon Volant (Burdeos). Recomendado por El Cuto
(+59 rating, 12 votes)Cargando... Cada vez que caigo unos días por la cercana Francia me digo: «no vuelvo aquí en la puta vida». Me sacan de quicio sus rotondas y sus peajes cada dos por tres, sus precios suntuosos en la hostelería (¡y en la zapatería!), la impermeabilidad idiomática de sus gentes… No aguanto a los franchutes como seres humanos, oigan. Los ves fuera de su hexágono y parecen timoratas mosquitas muertas; por ejemplo en San Sebastián, con sus caras de panoli, llenando platos blancos de pinchos en los bares de la parte vieja. Sin embargo, en su gran nación se crecen, como si bebieran la pócima del druida Panoramix. Mi impresión se confirmó en los cuatro días que pasé en Burdeos (con dos me habría sobrado). Acudimos con una guía personal confeccionada a botepronto por El Cuto, un amigo de Pato que posee un apartamento ahí. Cumplí todo lo que indicaba, menos la visita a la Brasserie Bordelaise; «en la rue Saint Remi, muy céntrica. Que pida el Bocal de Foie. Lloro cada vez que lo tomo», indicaba Cuto, pero no pude llegar porque perdí el plano, o me lo robaron. No obstante, como un turista más, cumplí su hoja de ruta: visité el mercado de Les Capucins, sucio y bullicioso, con olores mezclados y también razas, pues está en una zona chunga (en este mercado me quedé sin comer los famosos mejillones -moules- por la falta de profesionalidad de una guapísima que atendía en uno de los puestos); el paseo marítimo del Muelle del Marqués, con sus tiendas carísimas (¡y eran outlets!) y sus terrazas pijoteras (lo que me clavaron por una birra y un blanco un domingo sin sol); las ostras del muelle (en el puesto ‘Viviers des Jacquets’, de ostricultura, por 8,50 tomamos seis ostras y dos vinos; Susana libó ahí su primer rosado desde que hace una década íbamos al Britannia, hoy el Mojo Club); hicimos la obligada excursión al bonito pueblo medieval de Saint-Émilion, vinícola él, en plan Santillana de Mar...
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