Antiga Confeitaria de Belém (Lisboa). Benditos sean sus pasteles de nata
Caímos en Lisboa como paracaidistas, sin haber preparado nada, sin saber qué nos esperaba en la capital portuguesa. Así, nos fiamos de las indicaciones de un amabilísimo empleado del hotel en el cual nos alojábamos, quien nos señaló qué era imprescindible visitar en la ciudad; y entre esas paradas ineludibles figuraba acercarse a la vieja Pastelería de Belém y degustar uno de sus pasteles de nata. «Pasteles de nata venden en todos los sitios, pero los de allí son los mejores». Tenía razón el tío. Los ofrecen en toda la ciudad, pero los de Belém son insuperables. «Deliiiicia!!», como me dijo una simpática heladera en Tavira. Es un pecado irse de Lisboa sin haberlos probado.
Efectivamente, los dulces en cuestión los despachan por doquier. Recuerdo los de una cafetería del Parque de las Naciones con textura casi liquida, parecida a las natillas, y aun así sabrosos. También los degustados en el Café de Italia de Oporto, apelmazados, con el supuesto hojaldre seco y de textura terrosa, nada sabrosos. Pero los que me dejaron un recuerdo imborrable fueron los del inmenso local de la Rua de Belém, que presume de elaborarlos desde 1837 según una receta conventual, una fórmula secreta que blah, blah, blah… El caso es que te dispongas a comerlos en uno de sus numerosos y bulliciosos salones, o en la calle, frente a la célebre Torre de Belém o al monumental Monasterio de los Jerónimos, pide que te los sirvan templados, pues los despachan a destajo, a razón de 95 céntimos la unidad (un precio estupendo, dada su calidad), y en consecuencia no paran de honearlos. Así, recién hechos, con el fino hojaldre de su cesta quebradizo, son una verdadera delicassen, un inmenso placer incluso para los menos golosos. Sin necesidad de recurrir al azúcar y a la canela en polvo que se facilitan. Ese pastel, del tamaño de uno de arroz o de manzana, elaborado a base de yema de huevo, leche y azúcar que configuran una especie de deliciosa crema pastelera, me ha conquistado. Volveré a Lisboa y me daré una panzada.
Rua de Belém nº 84 a 92; 1300 – 085 Lisboa (Portugal)
+351 21 363 74 23
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
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