Para animarles aún más el siempre gozoso viernes, tenía pensado contarles un chiste del tipo van un americano, un alemán y un chino a un supermercado y… Reconozco que también se me pasó por la cabeza contar uno de Juanito (así llama ahora la chavalería a nuestro Jaimito), ese en el que su madre le manda a comprar salchichas. Pero, finalmente, he decidido escribir uno de bilbaínos, cafés y pintxos de tortilla.

Empieza así. Dos amigos quedan para tomar café en un bar que arrastra fama de preparar el mejor de toda la Villa (lo que indefectiblemente le postula como firme candidato a mejor café del mundo mundial), el que siempre se retrasa esta vez llega antes y se acoda en la barra del afamado local. La atención es lenta y vociferante, con lo que antes de ser atendido con un sencillo arqueo de cejas, sin un protocolario buenos días, hay tiempo para que el segundo joven arribe al local y el primero reflexione y concluya que no va a pedir un pintxo de tortilla de patata ‘normal’, pues el malencarado y rapado camarero se ha encargado de convertir lo que hubiese sido un pincho generoso (de Bilbao de toda la vida), en dos minúsculas tapas. Así pues, llegado su turno, opta por pedir una porción de tortilla de jamón y queso, de la cual observa que queda la mitad y espera conseguir un buen pedazo, pero es testigo de cómo el empleado del local, en escasos segundos y cuchillo en mano, da una lección magistral de miniaturización de alimentos. ¡El tío se las apañó para cortar un trozo tan pequeño como el anterior!

Al menos seria barato, pensará el lector. Pues no, a no ser que merezca tal consideración el tasar en 4,15 euros un café americano, un cortado y un pincho de poca más superficie que un sobre de sacarina.

Pero ahí no acaba la diversión. Qué va. El cliente le entrega 20 euros, añade que tiene también 20 céntimos, se los pasa al camarero, con su aquiescencia, y éste, diestro miniaturista (ya se ha dicho), devuelve únicamente 16 euros. No sólo deja con hambre al cliente, ¡también le sisa 5 céntimos! Ja, ja, ja…

Tendría gracia si no fuera porque, realmente, no se trata de un chiste (había picado, ¿eh?), sino de un hecho real, tan verídico que fue padecido en propias carnes por representantes de Don Manuel, la semana pasada, en el bar Scala, en Bilbao, en el número 40 de la calle Ercilla. Qué poca gracia, oiga. Me mondo y me troncho. Y es que lo del euro es un cachondeo. Y otro lo del racaneo.

(el humor joven y actual de cuchillo)

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Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Director de Suite, el único foro gastronómico sin cocineros de este país.

igorcubillo.com