KATE ZAHARRA. COMER MUY BIEN POR UN PRECIO RAZONABLE

El Kate es conocido por su futbolística clientela, por sus vistas espectaculares y por sus abultadas facturas, pero si conoces sus entresijos se puede comer muy bien por un precio razonable. Cuando llegas se ofrecen a llevarte a su bodega, rústica y preciosa, donde se degustan ibéricos, anchoas y demás entrantes fríos de gran calidad pero excesivo precio. Yo, por ejemplo, no bajo hace años. Prefiero sentarme directamente en la mesa y que Patrick me cante sus mariscos (muy buenos y caritos) y variados entrantes calientes y trabajados. No suelo perdonar sus verduras (calabacín, pimiento verde, alcachofa, menestra…), elaboradas y trabajadas con esmero, que hacen del Kate un lugar diferente. A mediodía, entre semana, suele haber garbanzos con bogavante o alubias con cigalas que se han convertido en imprescindibles por su calidad y precio (a 12 euros una ración a compartir).

Su gran variedad de segundos nunca falla. Siempre afinados, destacan sus albóndigas de solomillo, por diferentes, y su besugo, pero no descarto nada, porque todo (lo que he probado) está rico. Luego, no soy muy de postres pero mis compañeros nunca pusieron pega, que yo recuerde. Su carta de vinos es enorme, variada y pelín carita, pero el rollo es mirar el precio y elegir. También he de reconocer que para mí y algún amigo de gustos caros y buen background culinario el Kate es, por variedad y calidad, el mejor restaurante del Gran Bilbao.

 (Soul Food)

 KATE ZAHARRA. UN RESTAURANTE CARO

Nuestro desafortunado rincón (foto: cuchillo)
Nuestro desafortunado rincón (foto: cuchillo)

Vaya, nuestro amigo Soul Food ha querido estrenarse en Don Manuel asumiendo el reto de escribir un texto en el que revelaría cómo comer ‘barato’ en el Kate Zaharra (por 60 euros vamos), y ha terminado alabando el besugo, el pescado más caro entre los pescados caros, y escribiendo las palabras “abultadas facturas”, “caritos”, «excesivo precio» y “pelín carita” en solo dos párrafos. Sin quererlo, ha terminado dándome la razón cuando le digo que es un restaurante caro. Sin entrar a juzgar si es bueno, malo o regular. Es caro.

Por fin fuimos al Kate y antes de entrar, contemplando desde el aparcamiento la estructura del edificio (un caserón construido hace sólo una década con material procedente de derribos) le comenté lo siguiente a mi atractiva esposa: «¿Te das cuenta de que nadie nos ha dicho que es un restaurante sobresaliente, que todo el mundo se ha limitado a decir que es un restaurante caro?». Entonces no le di importancia, no acudí con ningún tipo de prejuicio. Al contrario, iba con ánimo de disfrutar. Pero, rememorándolo ahora, resulta premonitorio, ¿verdad? Aunque lo más curioso es que muchos no lo dicen (lo de que es caro) a modo de protesta, sino como motivo de orgullo. “Yo me lo puedo permitir, ¿y ­tú?”, parecen pensar. Y parece que la gerencia juega esa baza psicológica, que no teme pillarse los dedos con los márgenes, sabedora de que esa penalización reconforta a muchos clientes, les acaricia el ego, les hace sentir, aunque sólo sea por un momento, pudientes. También  les hace ilusión pensar en la posibilidad de encontrarse allí a un jugador del Athletic (el entrenador Joaquín Caparrós era cliente habitual). Y parecen levitar al mostrar una factura de tres dígitos por cabeza, obviando decimales, céntimos de euros. Y es que eso debes esperar si haces el paseíllo completo: piscolabi en la bodega, tema serio en el comedor y lingotazo en la terraza.

Patricio y Amancio Valiño

Nosotros fuimos recibidos con una sonrisa en recepción, seguramente por uno de los hermanos Valiño (Amancio y Patricio), que son quienes llevan el negocio, pero el gesto que encontramos en la bonita y acogedora bodega fue otro. El sumiller se acercó dos o tres veces a nuestra mesa, malencarado, apremiante, quizá hastiado. Con lo buena gente que parecía… Y fue incapaz de sugerirnos un vino, aunque le comentamos nuestros gustos y dudas. Desde el Duero a Laguardia. No hubo manera. Optamos por una botella de 50 centilitros de Baigorri crianza (12,42 euros, IVA incluido) como acompañamiento  de media ración de jamón (13 euros) y otra media de anchoas (10,80 euros). Ninguno de esos entrantes fríos nos supieron mejor que los ofrecidos en muchos sitios que hemos visitado recientemente. A botepronto, sin ir más lejos, prefiero el jamón del Akebaso, en Atxondo, y las anchoas de La Gabarra, en Deusto. O las Sanfilippo de La Viña del Ensanche, junto a la Diputación de Bizkaia.

Imagen tomada de rinconessecretos.com
Imagen tomada de rinconessecretos.com

En el comedor nos asignaron una mesa de ubicación desafortunada, pese a ir con carta de recomendación. Arrinconada, prácticamente rellenando un hueco al final de la escalera, en la salida a la terraza, en plena zona de paso. Estupenda si eso fuera la Pasarela Cibeles y no una casa de comidas. Sin embargo, el trato y el servicio mejoraron notablemente. El camarero resultó ser un profesional de trato afable y tan dispuesto como certero en las recomendaciones. Suya fue la idea de regar el resto de la comida con una botella de Pazo Señorans (19,76 euros), un sobresaliente albariño, y la propuesta de retomar el papeo con media ración de rico calabacín relleno (8,91 euros); una pieza por cabeza. Luego tomamos la palabra, solicitamos unas almejas (30,35 euros), bien grandes, y medio besugo para compartir (70,20 euros). Pese a que fuimos advertidos de que el estrecho de Gibraltar fue su residencia, yo estaba de antojo y no nos echamos atrás. ¿Resultado? Siguiendo con las comparaciones, como en Urrunaga, donde lo comemos a menos de 30 euros el kilo. Y peor que en el Sagartoki de Vitoria y en el Zabala getxotarra, por ejemplo.

Había prisa y ahí echamos el freno. 191 euros, dos personas. Con una botella de agua Mondariz (3,24 euros). Con dos postres  (8,64 euros cada uno) que no han superado el paso del tiempo en nuestra memoria. Con un solo café solo (2,16 euros). Sin destilados ni combinados. Sólo el malestar añadido por el drama del pan: se antoja mezquino, de restaurantes pequeñitos, que diría José Mourinho, el que te cobren 1,89 euros cada trozo en un negocio de postín.

Por otra parte, no culminamos el recorrido recomendado, no salimos a la concurrida terraza climatizada, donde las vistas sobre Bilbao son reseñables (no en vano el restaurante se ubica en el alto de Santo Domingo) y donde acostumbran a ponerte la puntilla. Sales al corredor, echas un vistazo a los tejados de la Villa, recuerdas eso de «algún día, hijo mío, todo esto será tuyo”, y te debes sentir como recién nombrado rey… en medio de ningún lado.

(cuchillo)

web del restaurante

ver ubicación

Bº Zabalbide, 221 (Ctra. Santo Domingo); 48015 Bilbao (Bizkaia)

GPS: mejor introducir Camino de Acheta, 69

94 446 13 47

 

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Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Director de Suite, el único foro gastronómico sin cocineros de este país.

igorcubillo.com