Orio Gastronomía Vasca (Madrid). O la eterna paradoja
¿Sabes cuando te pasa algo o has estado en algún sitio y, de repente, empiezas a ver cosas por todos lados que te recuerdan a eso? Pues eso; desde que vivo en Euskadi veo vasquedades por todas partes. Y esta situación se vuelve mucho más obsesiva cuando voy a Madrid, ya que busco correlaciones absurdas entre mis dos hogares, mi ciudad natal y la ciudad donde vivo.
Pues paseando, paseando, por la calle Fuencarral, me encontré hace tiempo, un bar de pintxos cuyo nombre llamó rápidamente mi atención. Orio, pueblo guipuzcoano al que solía ir cada mañana a recoger a una compañera de trabajo y que me recuerda a la boda más surrealista a la que he acudido por la mezcolanza de culturas de los que allí asistimos. Dejando mis tonterías aparte, vamos a lo que os interesa a vosotros, sabedores de los placeres de la gula y entendidos del buen vivir.
Hace poco volví a pasar por la puerta y, tras asomarme, decidí entrar. De repente estaba en Donosti (seamos realistas, Orio es muy bonito, muy marinero y todo lo que quieras, pero no tienen esos bares y, es más, resulta surrealista que en un bar con ese nombre tengan carteles de la trainera de San Sebastián… en fin). Volvamos al tema. Estaba en Donosti, con sus barras y paredes de madera, una trainera gigante colgando del techo, vasos de txakoli, y una barra a reventar de suculentos pintxos. Su especialidad, según reza en las vitrinas de la entrada, son las ostras de Arcachon (más paradojas) y casi todo el mundo con el que pude hablar en el bar era vizcaíno…
Pero, más allá de lo incomprensible de la elección de su nombre, fue reconfortante encontrar un pedazo de Euskadi en Madrid, tan bien ambientado, con unos pintxos tan buenos y la típica tradición para el guiri de contar los palillos del plato que tanta rabia me da (aunque comprensible ya que puedo asegurar, como madrileña, que la picaresca castiza no permitiría subsistir a un local que no lo aplicase). Comimos pintxos en la barra de abajo, pero también hay un comedor en la parte de arriba con mesas corridas de madera. No probamos la carta pero los pintxos estaban deliciosos y a un precio nada donostiarra, por otra parte (quizás de ahí venga el nombre del bar). Cada cierto tiempo sacaban pintxos calientes y los ofrecían en bandejas por todo el bar, como si de un catering se tratase. Gran idea…
Por lo tanto, y a modo de resumen: pintxos ricos, ambiente agradable y descoordinación entre nombre y realidad serían mis tres tips de este lugar. Un recuerdo afectuoso a la camarera que nos atendió que, al contrario de lo que he podido leer aquí sobre Arbelaitz Miramón, supo perfectamente aguantar el chiste de mi acompañante guipuzcoano sobre el txakoli vizcaíno con deportividad y una sonrisa mientras nos decía, “yo soy de Bilbao pero no pasa nada”. Por todo esto, el Orio será lugar de referencia para mí siempre que pase por Madrid y sienta morriña de mi nueva casa.
(Jarvisey)
Calle Fuencarral, 49; 28004 Madrid
902 52 05 22
Periodista de carrera, que no tanto de profesión, aunque sí de afición. Con el corazón partido por medio Europa, de manera caótica y descompensada. Defensora de causas perdidas, amante de los animales, soñadora empedernida y gastrónoma frustrada. Mis tardes de lluvia y manta las paso acompañada de buen cine. Obsesiones confesables: Allen, Kubrick, Ophüls, Catalina de Rusia, Bowie, Brel y Escandinavia. Inconfesables; el cine y la música de los 80, Truffaut, Gardel y los documentales de guerra. Absténganse aficionados a encuentros deportivos varios, cine de palomitas y hit parades. Soy esa rara avis que siempre cae mal en las primeras conversaciones. Qué le vamos a hacer.
Jarvisey tu siempre hablando de comida y en buenos sitios,pareces hija mia yo tambien conozco el sitio,muy bueno el comentario