Aperitivos de domingo (II): croquetas. Hay alternativa
Creo no equivocarme al decir que a todos nos gusta que, de vez en cuando, nos regalen el oído. Supongo que cada cual puede buscar en sus habilidades el motivo de tal lisonja. Y eso no lo consigo yo con las croquetas, ese sencillo y recurrido entrante, esa tapa que acompaña al marianito de domingo. Es mi batalla perdida.
Me llevo el premio de consolación (últimamente acumulo unos cuantos) ya que, sin duda, ganan por goleada los fritos de bechamel que prepara la abuela con su receta tradicional: de carne, pollo o bacalao. Vaya que sí. La medalla de plata la puede lucir orgullosa mi amiga María; qué maja María. Huevo y jamón bien picado, y mejor mezclado con una fina crema. Las elabora en cantidades industriales y las alinea con precisión sobre blancas bandejas para, posteriormente, repartirlas por doquier entre sus mejores amigos. Está claro que soy una de ellos, todo un honor.
Y pienso, ya que estamos en la era del emprendizaje, de la innovación y la creatividad, no queda otra que ir más allá y preguntarse: ¿hay alternativa? Vaya pregunta. Es inútil pelear por lo que tienen otros sin algo nuevo a cambio. Imposible ganar sin una buena oferta. Atractiva. Con seguridad. Sin medias tintas. ¿Mejor? Diferente, pretendidamente mejor. A priori sólo se me ocurre no competir directamente con lo que hacen los demás. Probar ingredientes diferentes: parmesano, hongos, gambas, bacon, espinacas, atún, salmón, foie, morcilla… hasta 80 variedades, que comentan algunos, que incorporaremos a la bechamel. ¡La de siempre! Ligera, que no desleída, con dos cucharadas de aceite y una de mantequilla, para evitar que se tueste en exceso la harina… y leche poco a poco, y remover y remover, hasta que se despegue de la sartén. Limpiamente. Y a reposar un buen rato, que las cosas importantes se hacen esperar.
Además, cambiemos el nombre. Nada de croqueta. Serán bocaditos. O delicias. Y, en cuanto a la forma, nada de ovaladas. Fuera manga pastelera. Las haremos pequeñas y redondas. O cuadradas. Incluso podemos usar algún molde diferente. Y le plantamos un palillo decorado, con banderitas de colores si tenemos el día festivo. Y las emplatamos sobre base cuadrada. Y el más artista que lo acompañe de un vasito con alguna crema que combine en sabores. Hala, y que le ponga nombre pomposo. No serían tan ricas como las de mi ama, ni tan suaves como las de María, pero si gustasen, serían las mías, y serían diferentes.
¿Que si hay alternativa? Probablemente. Nadie dijo que fuera fácil.
(Uve)
Es de números y tiene un secreto para conservar su línea. Sus amigos se preguntan por la clase de alimento, Uve sonríe coqueta y se guarda su secreto. Aporta el #mistery a Lo Que Coma Don Manuel. Amiga del anonimato, viste de negro, escucha a Roy Orbison para alegrarse, le parece que Iván Ferreiro grita, estudió en colegio de monjas, le chiflan las ostras, ofrece cerveza a los gremios y trajo el TeleMadre a Euskadi. Siempre de aquí para allá, pasa la noche mirando la Luna, esperando que pase un cometa o baje un platillo volante. Lo normal, al conocerle, es preguntarle: “de qué planeta viniste?”.
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