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Anton Ego, el ego va por barrios
Anton Ego, el ego va por barrios

Ni me imagino el queme que tiene que tener el amigo Aitor Elizegi, uno de los cocineros que mejor lo hacen, para soltar esta imagen y esta reflexión en su cuenta de  facebook. Es algo tan personal que suponemos que sale de su teclado y de su brillante cabeza, porque si lo hubiera hecho un community manager sería para pasarlo por  debajo de la quilla de una goleta fragata. Le entendemos en su desahogo, de verdad que sí. Son malos tiempos para la lírica, son años duros para tener que  levantar todos los días una persiana de un negocio, para conseguir pagar todos los meses diez o quince salarios. Para no arrojar la toalla y con las rentas dedicarse a vender pulseras trenzadas en Ibiza y que le den a la competitividad, a la imaginación, a la estrella y al órgano sexual de la Bernarda.

Son malos tiempos, sí. Pero no ocurre sólo en los restaurantes. Esos que hablan del empresario explotador, cuando hablan de Pymes, seguro que se quedaron en primero de marxismo. Vamos, que no llegaron a Engels. La mayoría de los que deciden dirigir un negocio bastante tienen con llegar a fin de mes.  No sólo los cocineros son los que las están pasando canutas. En esta marejada, en este tifón Yolanda, se están quedando grandes y pequeños, y muchos resisten sólo por vergüenza torera o por esperar tiempos mejores.

Los cocineros, al menos tienen un plus del que carecen , por ejemplo, los cristaleros, los electricistas, los honrados ebanistas. Su oficio lleva aparejada la visita de individuos como Anton Ego y sus críticas absurdas, egotistas o malintencionadas, pero también gozan de  un prestigio social que para sí quisieran muchos investigadores del cáncer o pedagogos, por poner ejemplos de profesiones de las que apenas se habla y sin glamour. Son prescriptores sociales , los Medios les ofrecen su tribuna,  en ocasiones hasta les otorgan doctorados honoris causa o los premios más prestigiosos del país.  En este país ser cocinero está en una escala inferior sólo a la de ser futbolista o tertuliano del corazón.

Soy el primero que les reconoce el mérito y también el que cree que en las buenas cocinas, además del hecho puramente alimenticio existe Cultura (con mayúsculas) y también filosofía y si me apuran hasta etnografía. Somos lo que comemos, no hay duda, y cuanto mejor comamos mejores seremos. Pero, cura de humildad, no hay que volverse locos. Ningún cocinero, y por supuesto ningún periodista, ni ninguna Belén Esteban,  descubrirá(n)(emos) jamás la vacuna para la malaria o dará con la Teoría del Campo Unificado.  Un cocinero podrá emocionar #win, alimentar #win, crear complicidad #win y hacer soñar: #winwin, pero lo dicho:  no perdamos la cabeza  con el asunto.

Esta es una WEG que habla de gastronomía del cibus, de la comida como acto cultural y también alimenticio. Y lo hacemos porque nos gusta, pero creemos que hay que hacerlo con respeto. Cuidando a esa gente que todos los días se deja la piel en su negocio,  a los profesionales. Creemos que una reseña es un acto de amor al sitio del que opinamos. Y más, cuando se hace sin ningún tipo de interés espurio, ni por ninguna compensación económica. Las estadísticas dicen que, en las redes,  por cada  una mala crítica hay siete opiniones favorables. Escribir supone un esfuerzo y da pistas, ayuda a comprender las debilidades y las fortalezas de un negocio. Las grandes empresas  pagan por ser criticadas, por lo que creemos que en el DAFO de un restaurante, una crítica siempre es una fortaleza y una oportunidad, nunca una amenaza ni una debilidad.

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Y para hacer esta WEG nos empeñamos en este decálogo:

– Escribir bien. Es importante lo que se cuenta pero también lo que se cuenta.Nos esforzamos en ser profesionales.

– De diez críticas pensadas escribir sólo una. Es preferible callar, en ocasiones,  a ser injusto.

– Conocer bien de lo que hablamos. Y hablar de lo que conocemos.

– Escuchar antes de escribir.

– Ponernos en el lugar del sitio reseñado. Conocer su intrahistoria y sus circunstancias.

– Aprender y estudiar, informarnos sobre productos, profesión y métodos. Y establecer un proceso de mejora continua en nuestros contenidos.

– Reconocer que para dar la opinión sobre otros, también nosotros podemos ser criticados y aprender de los que nos  critican.

– Ser honestos,  no cambiar reseñas por favores.

– Pagarnos nuestras comidas. (Siempre!)

– Rectificar cuando nos equivocamos.

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Y usted..  ¿qué opina?

 

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Dicky del Hoyo

Periodista, multitarea, en red desde bastante antes de Internet.  Le ha dado y le da  a todos los palos de la comunicación: cultura, política, nuevas tecnología, prensa, radio, televisión e Internet. Aunque es del mismo  centro de Bilbao es un poco Zelig por los afectos y se mimetiza perfectamente, allá por donde va, con el paisaje y el paisanaje.

Cree que a este mundo hemos venido para disfrutar y en eso se empeña, sólo o en compañía de otras. La comunicación gastronómica es sólo una excusa para pasarlo bien y dárselas de connosieur.

@zuloko en twitter

dicky@delhoyo.com

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Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Director de Suite, el único foro gastronómico sin cocineros de este país.

igorcubillo.com