Los siete magníficos de Mahou-San Miguel. Los chefs son las nuevas rock star
Entre los pasados días 7 y 10 de noviembre se celebró en el Bilbao Exhibition Centre (BEC), en Barakaldo, la ya tercera edición de la Feria del Pintxo de Bilbao. Planazo para un finde otoñal lluvioso y desapacible, anda que no. Además del atractivo que suponía tener bajo un mismo techo a varios de los mejores embajadores de la tapa vasca, el acto principal de la feria tuvo lugar el domingo al mediodía. Nada más y nada menos que siete grandes chefs nacionales (y cuando digo grandes, no es por ser pelota), de siete provincias distintas, nos presentarían a unos pocos afortunados sus geniales creaciones en miniatura, maridadas con las mejores siete cervezas del grupo Mahou-San Miguel.
La invitación me llegó el día anterior al evento. ¡Qué emoción! Iba a ser mi primera actuación como reportera dicharachera de LQCDM. Qué responsabilidad. Menos mal que no estaba sola en la hazaña. El amigo Eneko me dio apoyo moral y, a cambio, yo le di mis cervezas.
Al llegar al recinto, di una vuelta por los stands de los hosteleros participantes. Un poco de todo. Bares tradicionales con estupendos bocatas (por 2 euros) y bares modernos del centro de la city con buenas tapas (también por 2 euros). Con lo que, según la elección, al visitante le podría parecer que, o bien le iba a salir la fiesta más cara que si se hubiera quedado en el barrio, o bien que la visita había merecido la pena.
A las 12.50h tomamos asiento en primera fila del show-cooking-escenario que habían montado para ver a los Magníficos. Empezaron con una media hora de retraso, como buenas estrellas que son. Claro que sí, lo bueno se hace esperar. Pero, mientras aguardábamos, pudimos acercarnos a la improvisada cocina y ver de cerca la preparación de los platos, con lo que la espera se hizo de lo más amena y fructífera para el reportaje fotográfico.
El primero en salir a escena fue el local Álvaro Garrido (Restaurante Mina; Bilbao), quien, como tenía que ir corriendo a su renovado restaurante a cubrir el servicio de mediodía, fue el encargado de abrir el bolo. Nos presentó el que desde ese día iba a ser el nuevo aperitivo que iban a ofrecer en su flamante estrella Michelín: jugo de mejillón y aceite de oliva, con láminas de dorada maceradas en alga kombu. Genial la “mayonesa” de crustáceo y las láminas de pescado, parecidas en apariencia a las más habituales láminas de bonito seco de la cocina japonesa, pero mucho más sabrosas. Pese a la ausencia de pan, nos las apañamos para rebañar bien el vasito. Rico rico. Maridando el plato, una suave Warsteiner, pilsner alemana.
Le dio la réplica el rockabilly, y discípulo del dios Adriá, Rafa Morales (Rafa Morales; Valencia). Al ritmo de Elvis, como no podía ser de otra forma, nos deleitó con una salmuera de bacalao a la japonesa, con un toque de jengibre y aceite de sésamo. No pudo rematar el plato como hubiera querido, con unas semillas de sésamo blanco y negro. Pero es lo que tienen los agentes de los aeropuertos, que con ciertas bolsitas sospechosas se ponen tiquismiquis y te las requisan… Rafa dixit. Realmente, no creo que con el remate del sésamo hubiera estado mejor de lo que ya estaba. Acompañando, una San Miguel 1516 con carácter.
El tercer round corrió a cargo del andaluz Diego del Río (El Lago; Marbella). Nos presentó un ajoblanco de piñones, con guiso de codorniz en escabeche y membrillo, que quitaba el sentío. Una combinación sorprendente de sabores tradicionales que se maridó con una San Miguel Especial.
Volvimos al mar con el chef Albert Ventura (Coure, en Barcelona, y Wall 57, en Valldoreix), que nos trajo un pedazo de navaja con chop-suey de frutas y perifollo. Brutal la navaja y brutal la salsa. Para acompañar, en este caso, una clásica Mahou 5 Estrellas.
Llegó entonces, con el permiso de los demás chefs, el que para mí fue momento cumbre del concierto: David Muñoz (DiverXo; Madrid). Mientras los compañeros presentaban sus propuestas, él estaba tirado por los suelos preparando la suya: un dim sum de pato de sangre con mole poblano al vapor, espina de sardina frita, trufa y ketchup de tamarillo. Recomendó comerlo de un bocado, aunque ante esa disyuntiva yo no supe qué hacer exactamente con la espina… Opté por morderla, coger la mitad, y meterme en la boca el resto del plato. Indescriptible. Bueno, sí, una genialidad que nos dejó con los ojos a cuadros y con ganas de más. El toque ácido y afrutado del ketchup le daba un puntazo al plato. Ya ahorraremos para ir a DiverXo, ya… Algún día. Ay.
Tras la transgresión del joven David, nos volvimos a quedar con la boca abierta ante la propuesta de Miguel Ángel de la Cruz (La Botica; Matapozuelos). Nos deleitó a los afortunados con un plato llamado «Setas como Callos». Y es que eso mismo es lo que era: una especie rarísima de seta (seta coliflor, u oreja blanca) guisada como si fueran callos, con su caldito gelatinoso y pegajoso. La textura tan especial de la seta (que sin saberlo hubiera pensado que más que una seta era una especie de alga) hizo tan real la trampa. De lo más sorprendente que he comido nunca. Y mira que he probado cosas raras. Acompañó el plato una Alhambra 1925.
Para terminar, en este caso, no se respetó aquello de las damas primero, sino que le dejaron la responsabilidad de cerrar el evento a la gallega Beatriz Sotelo (A Estación; Cambre), la mujer más joven de España en recibir una estrella Michelín. Con una gracia que ya quisieran muchos andaluces, nos preparó una tapa de nombre «Vaca gallega, wasabi y brasas». Constaba de una fina lámina de estupendo entrecote gallego macerado en sal, con una crema de wasabi y yogur, y aromatizada con un genial aceite de brasas elaborado a partir de brasas reales y, posteriormente, filtrado para eliminar impurezas.
Fue, verdaderamente, una oportunidad única de disfrutar como enanos gracias a estos titanes del fogón, como diría el señor de Jorge. Mira que les pedimos un bis al grito de «otra, otra» (ya podría haber colado) pero, tras saludar al respetable, estas estrellas se retiraron al camerino.
(si es para otro sarao de esta categoría, no le importa tener que volver trabajar en festivo a María Mora)
Soy María. Alicantina de nacimiento, baracaldesa de adopción y economista sin mucha vocación. Siempre he sido bastante glotona, la verdad, pero al buen comer y a los fogones me he aficionado en la veintena (esa que está casi terminando). Disfruto como una enana descubriendo sitios nuevos, casi tanto como pidiendo lo más raro que veo en una carta. No tengo blog propio, así que los Manueles me acogen cual cachorrillo sin hogar. Eso sí, tengo Facebook y Twitter, por si queréis cotillear algo sobre mí.
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