[ratings] Primer aviso e importante. Para comer en el Marítimo del Abra hay que, o bien ser socio/a, o bien encontrar un socio/a que te invite a comer con él (o con ella, oye). Dicho esto, quizás haya muchos lectores que, desde aquí,  abandonen el post  pero no se lo recomiendo. Nunca sabes cuando vas a encontrar un socio/a de un club de yates de Neguri que te convide y hay que estar preparados para todo en esta vida. Arribismos más raros se han dado y si no que se lo pregunten a la Leti que era una plumilla de barrio y communer como el que esto escribe y miren donde ha acabado. Y estoy seguro que el futuro le tiene reservado algo mejor (a Letizia). Yo apuesto por una Regencia de  Hierro  tipo María Cristina o Cersei Lannister  en la que tenga que liderar a EhSpaña! contra una invasión de hordas yihadistas o alienígenas, que tanto da.

El comedor listo para revista
El comedor listo para revista

Así que, primera condición, para comer el menú: la de  ir de la mano de socio, conseguida. Así somos nosotros que nos mimetizamos en cualquier lugar y situación, y pasamos impertérritos de lo más canalla a lo más elegante. Al Club fuimos invitados nada más (y nada menos) que por un Socio de Honor y Mérito, al que identificaremos por sus iniciales:  don I.A. (mejor no hay).

los dos clubes en sus grimpolones
los dos clubes Real Marítimo del Abra y el Real Sporting Club, que son uno,  retratados en sus grimpolones

Nada más traspasar las puertas del RCMA-RSC uno se da cuenta que está en otro mundo. Un mundo tranquilo, de horarios imposibles para la sucia plebe, de actividades sociales muy británicas y maderas y moquetas y enormes salones y grandes cristaleras con vistas al mar y a veleros. De zapato náutico (valga la redundancia), pantalón blanco, pelo cardado y bléiser azul. De obsequiosos camareros que podrían servir perfectamente y sin cometer errores a la Dowager Countess of Grantham.

un buen sitio para jugar al bridge
un buen sitio para jugar al bridge

Así qué tras un ceremonioso recibimiento,  nos dispusimos, animados, a la comida. Mis compañeros trajeados e, incluso, encorbatatados me echaron la bronca por mi casual dress code (camiseta con despiece caníbal incluida) pero les rebatí diciendo que el protocolo sólo se aplica a los medio-ricos. Los realmente poderosos vestimos como nos sale de los cojones queremos. Les recordé como recibió mi compadre Emilio a   «Sumas» The King, con bermudas rojas, nada menos.

un skiff en la entrada
un skiff en la entrada

La comida, que era a lo que íbamos, diferente. Hacía muchos ańos que no comía igual. Décadas literalmente. Desde las bodas de los ańos setenta que mi mente infantil (entonces y ahora) recuerda de manera nebulosa. Platos clásicos de celebración burguesa y algo afrancesados. De primero pedí los Huevos Gran Duque. Imposible resistirse a ese nombre que dio para las inevitables chanzas en la mesa: “ qué tal tiene el Gran Duque los huevos…» . Hay que decir que bien buenos. Un recipiente puchero albergaba dos huevos ligeramente escalfados en amistad de una abundante bechamel y espárragos. Bien ejecutado y sabroso.

los Huevos del Gran Duque
los Huevos del Gran Duque

De segundo (y aprovechando el guiño de mi camiseta) solicité Pierna Asada. Otra receta de otra época. Unas lonchas de un asado en compańia de una salsa espesa y especiada. No podía faltar como compañía un  cremoso puré de patatas.

pierna asada como le gusta a Hannibal
pierna asada como le gusta a Hannibal

Cuando ya pensaba que mis fantasías vintage estaban más que colmadas apareció el postre. Helado con biscuit y chocolate o frambuesa derramada. Yo travieso, glotón y transgresor solicité  que mi helado fuera bañado con ambos topings, lo que fue recibido con un ligero elevamiento de ceja izquierda por la camarera.

Un gentleman correctamente vestido para la ocasión en el british bar
Un gentleman de mi grupo correctamente vestido para la ocasión en el british bar

Y el precio, eso tan feo que en ambientes de clase ni se menciona,  ascendió a 20 euros, lo que, tras la experiencia y el excelente vino que la acompañó,  nos pareció muy razonable. La comida terminó con una visita guiada por las dependencias. Un pedazo de historia viva de la burguesía de Neguri, esa gente que forja imperios, mueve montańas, amasa fortunas y, en los ratos libres, sube a veleros. o sea.

el menu
Un menú de otros días (más felices, quizás)]

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Un barco duramente agitado por la tempestad terrorista

Si hay algo que odia mazo una banda que desea establecer un régimen trasnochado de exclusión étnica y de utopía norkoreana  es a aquellos a los que identifica como enemigos de lo suyo. Así qué el Marítimo ha sido pertinazmente atacado por la hoy felizmente agónica para todos (hasta para ellos) Euskadi ta Askatasuna, ejem, ejem.

Tras cada golpe, el club se levantó, nunca mejor dicho, de sus cenizas y se recuperó gracias al tesón de sus socios. Nuestro guía y amigo en la comida  tuvo mucho que ver con el segundo resurgimiento y nos contó la épica del mismo. Y sus labores y esfuerzos. Pudimos ver pianos con resto de metralla, maquetas de veleros desarboladas y otras heridas que quedan como recuerdo de aquellos infaustos días.

el piano de cola restaurado con los restos de metralla incrustados
el piano de cola restaurado con los restos de metralla incrustados

Y es que el club sufrió no uno, sino dos atentados. El 26 de Noviembre de 1973 el edificio social resulto completamente destruido por un incendio provocado por una acción terrorista. El Club perdió el edificio y su contenido de cuadros, trofeos y recuerdos. Tras bastantes dificultades se pudo materializar la construcción del sólido y elegante edificio actual en el mismo lugar donde se levantaba el antiguo.

Y lo de sólido no es una afirmación baladí. El 19 de Mayo de 2008 un nuevo atentado, esta vez con coche bomba. Una furgoneta Citroen Berlingo, con 60 kilos de explosivo  estalló a  a la una de la madrugada en una explosión que pudimos percibir con claridad a cinco kilómetros. La bomba provocó importantes  daños en el edificio social. La reinauguración del mismo tuvo lugar  en Febrero de 2009 con una cena en la que actuó el pianista Joaquín Achucarro, familiar del arquitecto que adaptó el antiguo edificio social para su conversión en Club.

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Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Director de Suite, el único foro gastronómico sin cocineros de este país.

igorcubillo.com