Lareira Portuguesa 2 (Caniço). Para madeirenses y visitantes
Me lo pasé bien mi semanita en Madeira. No hice excursiones de turista, pues no me interesan, me mantuve a remojo en la piscina bastante tiempo, leí un poquito, frecuenté los bares y casi me hago experto en restoranes. Antes de partir pensaba que en donde se alza nuestro hotel no iba a haber vidilla, que la zona estaría tan poco animada como la playa de Carcavelos, cerca de Lisboa, pero nada más arribar el bus a la calle en cuesta del Hotel Dom Pedro Garajau, ya de noche, vi el cartel de una marisquería más varios bares con terracitas y supe que me lo iba a pasar bien. Acerté. La marisquería era ésta que comento ahora, y en ella comí tres veces, aunque al menos debería haberme sentado en ella cinco veces: me quedé con ganas de su chuleta de res por unos 18 euros (seguro que pueden comer más de dos personas con carne y guarniciones) y de su plato del día del lunes, bacalao, por 6,50 (para esto me faltó tiempo material pues debíamos tomar el avión de vuelta).
La Marisqueira Lareira Portuguesa 2 tiene oferta de raciones o ‘doses’ (calificada de ‘tasca espahola’, a seis euros la mayoría de las raciones), de pollos y tal, y de mariscos caros. Creo que pertenece a una cadena con tres restoranes y éste es el más chulo. Como reza su web, es un local para los madeirenses y los turistas; o sea, de fiar. Yo disfruté de las tres visitas al Lareira. Los camareros están atentos, son buenos y amables, el local es enorme por dentro y dispone de una terracita exterior que también me quedé con ganas de frecuentar en el crepúsculo para tomar cervecitas con raciones. Es lo que imaginé. Esas eran mis previsiones. No las cumplí del todo, pero sé que volveré con un amigo, no con una esposa, y nos pondremos hasta arriba a diario.
El primer día que entramos Susana y yo era martes, comimos a la carta, pagué 51,50 aurelios y las fotos por error las tiré en blanco y negro. Al mirar la carta quisimos pedir un entrante para compartir, sopa para probarla, más los segundos platos, pero el camarero nos replicó que sería demasiado, que prescindiéramos de la sopa (barata, por otra parte, y variada: de marisco, pescado, cebolla..). Y ahí dentro, sentados en medio de su amplio y funcional comedor, moderno pero clásico, con servilletas de papel, Susana bebiendo caña grande (2,50) y yo tinto de Alentejo de 2012, media botella de tinto Marques de Borba (8,50 euros), que nunca falla, empezamos con‘lapas grelhadas’ (7,50 euros), algo típico de la isla que preparan muy bien, dicen. Sin embargo, me acordé de mi suegro cuando cató el té de Casablanca y sentenció: «Si éste es el mejor té del mundo, yo ya no quiero más té». Las lapas sabían a embutido (¿un fallo del planchista?) y el aliño de ajo y limón atacaba a mi rico vino. A Susana le gustaron, pero a mí me dieron igual. Me gustó mucho más el pan de ajo y aceitoso, que te enviciaba (1,50 por cada comensal).
De principal, ese martes Susana pidió un ‘misto de carnes grelhado’ (16,50 euros), que arribó en una parrillita con fuego encendido, en cantidad abundante, y lo acabó ella solita, créanselo. Había tres tipos de carne y dos de embutido: un chorizo criollo buenísimo y picante, más una morcilla que a Susana le encantó y que yo probé al final, ya fría, y no me dijo mucho, claro. Las carnes eran una pechuga exquisita, jugosa y gruesa, un bife (filete) cojonudo que le iba de muerte al vino, más un trozo porcino también sabroso y tierno. Pero no sólo había eso, a las carnes les añadieron tres platos de guarnición: uno de patatas fritas abundantes, otro de verduras (brócoli, vainas y zanahorias con pegada), más una ensalada verde con tomate que olía bien de lejos (qué pena que las fotos sean en blanco y negro, sin policromía).
Yo pedí ‘bacalhau lagareiro’ (15 euros, todo con IVA incluido), mucho mejor que los tres bacalaos que probé el verano de 2013 en Lisboa y Cascais. Era sápido, un poco sequito en la superficie, pero tierno por dentro. Genuino. Lo bordeaban cuatro patatas cocidas (demasiadas) y se posaba sobre una cama de cebolla riquísima. Y aparte me dispusieron otro plato con más guarnición: taquitos de pan y más patata cocida. Al acabar, ni nos preguntaron ni nos planteamos tomar postre, y me invitaron a un rico chupito de ron de la casa. Entraban ganas de repetir visita y se lo manifestamos a los camareros, a los que se les iluminaron los rostros cuando les comenté que el bacalao estaba mejor que los de Lisboa.
Volvimos el jueves. Susana comió el plato del día, porque rechaza las grandes cantidades, y yo almorcé a la carta. Pagué 39,25 euros en total y se me acabó la pila del móvil sin poder echar fotos a los segundos platos, estupendísimos y tan bonitos en su presentación. Mala suerte. Los hados en contra, siempre. Cuando nos preguntaron si queríamos el pan de ajo y aceite tan rico que tres euros nos hubiera costado, ese pan que es como un bollo salado en vez de dulce, Susana los rechazó con natural displicencia. Ante semejante negativa (el camarero se quedó con cara extrañada), poco después dejaron sobre la mesa unos quesitos y aceitunas a modo de aperitivo. Mi esposa casi los repele pero yo los acepté, ya que no íbamos a pedir primeros. Por los quesitos frescos, Santo Queijo, Quelinho Fresco de Madeira, nos cobraron 1,10 cada uno (a 0,95 lo vi en el supermercado), y estaban muy ricos y grasos. Y por las estupendas y entretenidas aceitunas verdes y negras, sólo 0,60 eurotititos. Susana bebió un cañón de cerveza (2,50) y yo pedí una botella entera del caldo recomendado en la carta, ‘Vinha da Urze’(12,95 euros), del Duero, 2011, un poco caliente en el servicio, ácido, sabroso y válido. Lo que sobró me lo llevé a la habitación (sólo había que cruzar la calle), pero no lo acabé de beber durante los días restantes porque prefería ir siempre a los bares.
Susana, ya se ha dicho, prefería almorzar el plato del día, que varía cada jornada en el Lareira. Ese jueves tocaba ‘perna de frango na brasa’ (6,50), o sea muslo de pollo, enorme, un pelín frío cuando llegó a la mesa (quizá para coordinarlo con mi plato), muy bien presentado, con patatas y ensalada de la que mi esposa apartó el maíz y la remolacha. El frango estaba mejor que los que preparan en España. Yo pedí ‘filete de espada a lareira’ (14,50), y el pescado típico de Madeira vino escoltado por patata, zanahoria, vainas, brócoli… Y aparte tenía la salsa de marisco, con calamares infiltrados que no apartaban nada, gamba efectivamente impactante y mejillón frío. Mi ración era enorme también y llenaba la panza la salsa bechamel. En la música del restorán sonaba el ‘Gloria’ de Umberto Tozzi, y hasta ahí casi llego comiendo.
Ya he escrito párrafos arriba que me quedé con ganas de comer la chuleta de res a 18 euros o así. Mi mujer, que estaba harta de comer de guay (según ella) todos los días, me recomendó que fuese solo. Pero, vaya, yo tampoco estaba tan hambriento como para comerme una chuleta a solas, y tirar la comida es pecado. Al final, la tercera y última vez que me senté en el Lareira Portuguesa fue el domingo, la víspera de nuestro regreso al continente. Fue en la terraza, donde cenamos ligeramente a modo de raciones, de doses. En la publicidad lo llaman ‘tasca española’, y sólo pagué 17,95. Pedí pan, pues tenía miedo de quedarme con hambre, y esta vez me cobraron sólo 1,50 euros por lo contabilizado también como dos raciones. O sea, que en terraza el precio es menor. Susana pidió una caña de cerveza (1,20) y yo una copa de vino (3,25), en cantidad de líquido equivalente a dos copas, y que me permitió llegar con holgura hasta el final de la cenita. El pan aceitoso estaba gozoso, y el vino le iba bien. A Susana la inapetente le sugerí que pidiera ‘mejillones grillas’ (6 euros), seis gruesos ejemplares de buen sabor y escoltados por una ensaladita que mi esposa apuró, y yo ‘dobrada’ (6 euros), o sea callos, que los preparan tipo la madrileña, en plan cocido, no con salsa vizcaína de toma pan y moja, sino preparados con una suerte de judiones en vez de garbanzos, más costillita y choricito que ingerí con deleite, y muchas patatas cocidas. Un poco soso estaba el plato, aunque le añadí sal. Y, bueno, que prefiero los callos del norte ibérico.
Y esto que os cuento sobre la Marisquería Lareira. Sí que me dolió no poder comer justo antes de partir en avión el plato del día del lunes, el ‘bacalhau com grao’ (con garbanzos, veo ahora en internet que se prepara), pero me consuelo imaginando que volveré pronto a Madeira. Por ejemplo en Navidad, pues cuentan que el clima ahí es siempre primaveral. Y es que, como dice mi amigo Gerardo Cremer, «en Madeira se come muy bien. Y barato». Además, aún no he probado la ‘espetada regional’ (carne) ni las ‘castanhetas fritas’ (pescaditos). Y eso no puede quedar así, ¿verdad?
(no temerá ni al avión ni al aeropuerto isleño, si ha de regresar a Madeira, Oscar Cubillo)
web de Lareira Portuguesa
Estrada do Garajau, Ed. Cedro -junto a Hotel D. Pedro-; Caniço (Portugal)
291 935 997
(nota: as reservas só podem ser efectuadas por telefone)
Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado ‘Bilbao en Vivo’ y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.
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