Jornadas de la langosta de Astuy. Justicia poética
Puff, la de langostas que hay que comer para llevar un trozo de pan a casa… Volvió a quedar en evidencia durante la presentación de las IX Jornadas de la Langosta que acogerá, desde mañana hasta el próximo 13 de noviembre, el Hotel Restaurante Astuy (Isla), un negocio comandado por Emérito Astuy en cuyo subsuelo esperan a ser devorados, con pompa y boato, no menos de 3.000 kilos del codiciado crustáceo. Justicia poética para un decápodo carroñero y caníbal que lo mismo se come a un compañero que hinca el diente (o lo que sea) a una boina que caiga a la pileta. Entre bromas, quedó claro que cualquiera de esas piscinas abastecidas de agua marina, con sólo abrir una compuerta, sería un buen lugar para hacer desaparecer un fiambre en solo unos días; aunque Eme se preocupa por su alimentación y acostumbra a darle a los bichos mejillones enteros, o partes de pescados que estén limpiado en cocina (¿qué tal una cabeza de rape?). «Pero si les echas chuleta, no dejan ni el hueso», bromea.
De ese modo, las langostas, palinurus vulgaris o elephas, continúan desarrollándose en los viveros de Astuy. Hay que tener en cuenta que una que pese dos kilos puede tener aproximadamente 25 años de edad, y que el presente está siendo un año extraordinario para su pesca, en el sentido de que en junio apenas había, y hace unos días aún se capturaban ejemplares en la costa cántabra. También es curioso que yo me comiera el pasado jueves una con huevas en su interior. Tales circunstancias vienen a tambalear la vieja norma de que los mejores meses para su consumo son julio, agosto y septiembre. Y los peores febrero, marzo y abril. Por el cambio climático o por lo que sea, el actual es muy buen momento para zamparla.
En ese sentido, como es habitual, por 52,80€, las Jornadas permiten degustar tres entrantes, sorbete, 450 gramos de langosta del Cantábrico (concretamente de la misma Isla) y soufflé de la casa, postre de campanillas tan demodé como apetecible. Todo ello regado con tinto riojano o albariño de la casa. Las novedades son, una vez más, esa terna de entrantes que arranca con carpaccio de gamba roja y su emulsión, de agradable grosor y mordida, cuyo carácter graso encuentra el contrapunto idóneo en un refrescante «cóctel» de mango y manzana fuji. El tartar de fruta limpia la boca, alegrada también por la sutil aportación de la pimienta negra.
El menú degustación continua con pulpo frito con all i oli de patata y muselina de pimiento rojo de Isla. Resulta una curiosa deconstrucción del pulpo a feira, pues no deja de combinar el cefalópodo con patata, en formato puré ligero, y pimentón. Eso sí, ni rastro del ajo que se anuncia. Mucho más rico aún está el ravioli de wonton relleno de langosta y acompañado de salsa de vieira. Esperaba más finura de esa pasta a base de agua, harina y sal llegada de China, pero el conjunto era bien armónico.
El producto local vuelve a estar presente en el sorbete elaborado con limones de Novales, cuyo microclima, facilitado por el valle que envuelve a Alfoz de Lloredo, permite afrontar con éxito cultivos mediterráneos (allí también se plantan y cosechan naranjas, pomelos y mandarinas). Y, háganme caso, pidan la langosta cocina. Se la ofrecerán también a la plancha, pero los buenos crustáceos es mejor comerlos hervidos; aplíquense también el cuento cuando soliciten, donde sea, delicias como las gambas rojas de Dénia y Palamós, o las blancas de Huelva. La plancha va mejor para dar alegría a pescado y marisco de menor entidad. Ah, y disfruten especialmente escudriñando la cabeza, bien surtida de contenido y, para mi gusto, aun más sabrosa que esos medallones que algunos embadurnan con mahonesa y vinagreta en la mesa aledaña.
Es hora de utilizar las toallitas húmedas para limpiarse las manos y recibir como se merece al soufflé de la casa, que el personal de la misma flambea ante el cliente. Ello aporta un tono tostado a la montaña de merengue que cobija frutas, helado y una fina capa de galleta, una riquísima variación del soufflé Alaska que cuenta al menos con tantos fans como la protagonista de estas jornadas gastronómicas. Por qué se servirá hoy en tan pocos refectorios.
(Igor Cubillo _ @igorcubillo)
web de Hotel Restaurante Astuy
Avda. Juan Hormahechea, 1; Isla (Cantabria)
942 67 95 40
astuy@hotelastuy.com
El Hotel Restaurante Astuy ha ampliado su oferta con la venta a domicilio de langosta. El crustáceo se sirve a toda España, a razón de 95 €/kg (más 9,50€ de envío), cocido o vivo. Sí, también vivo, para meter en la bañera, la piscina o la cazuela, un detalle que no sorprenderá a cuantos saben que aguanta dos o tres días en el frigorífico sin estirar la pata. Se introduce en una caja de polietileno, se aplica un gel que permite mantener el frío y se acomoda el animal entre helechos. La compañía de trasporte correspondiente hace el resto.
Edificio, comedor y entorno de Hotel Restaurante Astuy (fotos: Cuchillo)
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
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