Saveurs du Soleil (Futuroscope). Sorprende en un parque temático
A gusto, muy a gusto me hubiera comido yo una de las pizzas de fina masa y recién salidas del horno de leña que se mostraban sobre un largo mostrador del restaurante. Sin embargo, Saveurs du Soleil nos guardaba varias sorpresas. La que nadie esperaba, la impredecible, fue una doble ración de tarta cuando supieron que un par de comensales celebraba cumpleaños. Con las luces apagadas, adornadas con bengalas, y acompañadas de los compases internacionales de cumpleaños feliz, las hicieron llegar a la mesa ante los atónitos ojos de quienes nos apresurábamos por terminar el postre que ya nos habían servido pocos minutos antes. Lamenté haberme comido, sin pestañear, las tres deliciosas bolas de helado (mandarina, frambuesa y lima) sobre fruta cortada que nos sirvieron de postre y no haber dejado apenas hueco para las tartas de nata con fresas frescas y chocolate en tres texturas que, para más sufrimiento, resultaron ser ¡supremas! Chapeau, que seguimos en Francia.
El local es inmenso, grande en el interior y con tanta o más capacidad en el exterior, siempre que el tiempo lo permita. Lo mejor: la comida, que es lo que importa cuando se va a mover la mandíbula. De haberme dejado llevar por la primera impresión, la que me causó el mojito azul que recordaba lavavajillas disuelto, nunca hubiera dicho lo mismo. Por fortuna, seguí pegada a la mesa, porque lo bueno, lo estupendo, estaba por llegar. Llegó acompañado de un equilibrado vino Anjou Demon 2017 (Domaine des Terres Blanches) en versiones de tinto y blanco. Y lo que siguió fue, sencillamente, estupendo….y abundante.
Si, la palabra ensalada se sigue vinculando a lechugas más o menos acompañadas de otros productos. Y así era. Solo que en esta ocasión el acompañamiento era jamón, queso, chorizo, bacon, lomo embuchado (embutidos varios de la región y paté de champagne, cómo no) además de paté de aceituna negra y de pimiento rojo. Todo en abundancia; que no falte de na. Ni siquiera pan para untar esos pates ‘vegetarianos’.
Las gyozas de marisco y curry, tampoco tenían desperdicio. No diré que amo la carne, porque soy más de animales de agua, pero quizá esa ternera había paseado su solomillo por una poza, porque estaba estupenda. Eso sí, la salsa bearnesa tenía el mismo volumen que la porción de carne. Mucho debe gustar a los franceses para que se sirva en esa cantidad, mucha, a mi parecer, aunque sea para impregnar también en ellas las patatas salteadas.
El poste, ya lo mencionaba al principio, estupendo de principio a final. Sorprende que ese tipo de comida pueda ser encontrada en el interior de un parque temático (Futuroscope). Posiblemente en plena canícula las colas sean interminables y el servicio menos atento pero, de lo que yo he vivido, solo puedo decir que de 10. Más aún, matrícula de honor.
Rancho en La Table d’Arthur
Insisto, comida en un parque. Que se come más barato en la calle, seguro. Que aun así se come bien por un precio razonable, también. Y no es el único restaurante del parque; otro que también probé fue La Table d’Arthur. Ni punto de comparación: rancho, autoservicio y mucho, mucho dulce. A escoger uno de entre los tres platos principales: fletán, el pescado, y carne a la plancha o pollo, las carnes. De primeros, a repetir cuantas veces se quisiera, risotto de setas, vaina redonda salteada y patata en gajos. Como postre, uno a escoger de los muchos que había, entre los que no figuraban opciones de fruta fresca (la macedonia incluía melocotón y piña en almíbar) o lácteos. Otra opción, diferente, que seguramente gustará a los más pequeños pero, desde luego, menos saludable.
(lamentó comerse todo el helado, Araceli Viqueira)
Lo peor de presentarse uno mismo es que te ves con los ojos de otro y que el tiempo no perdona. Ni el tiempo ni tú misma lo haces. Confieso que me arrepiento. Me arrepiento de no haber dado el paso antes. Han tenido que pasar tres décadas, y tropezar con viejos/nuevos compañeros, para que me decidiera a disfrutar de lo que me gusta, sin la presión que supone ser periodista, que lo soy. Comer y viajar; no importa en qué orden, siempre figurarán entre las mejores cosas que le pueden ocurrir a uno. Y en eso estamos.
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