Hummus, por Uve (Recetas para una cuarentena #1)
He de confesar que la primera vez que oí hablar de hummus se me hizo un tanto áspero. Me venía a la cabeza el recuerdo de esa masa orgánica (humus, con una sola eme), vegetal y mineral que tanto enriquece los terrenos y aprecian los agricultores. Por ello entendía que este plato de origen árabe tenía que ser un alimento muy vegetariano, casi vegano. Insípido.
Pero la segunda vez fue mi hermana la que mencionó esta pasta de garbanzos como algo práctico y cómodo de preparar, buen entrante para una cena en la que se esperan unos cuantos comensales. Y entonces sí despertó mi interés. Si lo preparaba ella, la anti-vegetariana, la que disfruta comiendo, goza untando salsas y no cuenta calorías, no podía ser algo tan antipático, a priori.
Lo probé en su casa y me encantó. También es que soy fan de los garbanzos, en especial de los de Pedrosillo (Salamanca) y Fuentesaúco (de tierras zamoranas), pequeños, de piel suave, que poco tienen que ver con variedades formato canicón que a veces nos encontramos en algunos platos.
La receta es de lo más sencilla: pocos ingredientes, todos a la vez en la batidora y, en unos minutos, obtenemos un puré de textura suave, denso, rico en proteínas, vitaminas y fibra. Una joya, vamos.
INGREDIENTES
- 400 grs. de garbanzos.
- Zumo de medio limón
- 1 diente de ajo
- 2 cucharadas soperas de tahina (puré de sésamo)
- 50 ml de aceite de oliva virgen extra
- Medio vaso de agua
- 1 cucharada de pimentón dulce
Para que la receta sea todavía más sencilla, yo opto por garbanzos de bote. Reservo mis preferidos para un buen cocido madrileño y, además, ahorro tiempo de remojo y cocción. Pero, eso sí, me preocupo de eliminarles la piel, para que el resultado sea bien fino.
AL LÍO
Coloco los garbanzos en un bol con agua y los voy frotando, con cuidado de no romperlos y cambiando el líquido unas cuantas veces, hasta que se vayan desprendiendo las pieles. Hay quien usa bicarbonato para esto, pero no lo he probado nunca.
La tahina, tahini o tahin (lo he oído de tantas formas) es un puré de sésamo que se puede adquirir en herboristerías. Altamente calórico, me recuerda al sabor de la crema de cacahuete, por eso con un par de cucharadas creo que es más que suficiente.
Importante, también, que el aceite sea bien rico. El pimentón, de la Vera; dulce para mí, picante para los más valientes. Y como el ajo me ha jugado alguna mala pasada, me basta con un diente pequeño para esa ración de legumbre, aunque hay quien opta por un par de ellos.
La decoración final admite múltiples variantes. A mí me gusta ponerle un poco de pimentón (de mis amores) sobre la pasta ya emplatada, y acompañarla de picos, nachos o bastoncillos de pepino o zanahoria. O, simplemente, comerlo a cucharadas. Al gusto.
(combate el coronavirus a garbanzazos, Uve)
Es de números y tiene un secreto para conservar su línea. Sus amigos se preguntan por la clase de alimento, Uve sonríe coqueta y se guarda su secreto. Aporta el #mistery a Lo Que Coma Don Manuel. Amiga del anonimato, viste de negro, escucha a Roy Orbison para alegrarse, le parece que Iván Ferreiro grita, estudió en colegio de monjas, le chiflan las ostras, ofrece cerveza a los gremios y trajo el TeleMadre a Euskadi. Siempre de aquí para allá, pasa la noche mirando la Luna, esperando que pase un cometa o baje un platillo volante. Lo normal, al conocerle, es preguntarle: “de qué planeta viniste?”.
Planazo!; un día de estos hacemos humus, birrita, solecito y un «Claro que sí, Darling»