Restaurante La Dársena (Suances): Especialistas de verdad
Durante mis merecidas minivacaciones cantábricas pre-Semana Santa aproveché para celebrar mi cumpleaños en Suances, entre spas, paseos y potes. Suances mola con y sin domingueros, y solemos tomar zuritos y blanquitos en La Dársena, gran local que hace esquina, tiene una terracita que atora el tráfico peatonal, una cristalera desmontable que en verano permite poner barra también de cara al exterior, un amplio bar donde nos suelen poner tapitas gratis (queso si hay suerte, patatas chips si no, aceitunas de aperitivo, cacahuetes vespertinos que devuelvo por indigestos y simiescos…), un comedor pequeño expuesto a los parroquianos, otro grande más recogido, y una pecera junto a la puerta donde los mariscos esperan a que los pesquen. Un día, en su barra acodado (ignoro si con palillo entre los dientes), vi pasar al cocinero de cráneo rapado con una bandeja donde relucía un lomo de bonito blanco y le solté a La Txurri: «Tenemos que venir a comer aquí pronto. Vete a mirar qué tal está el comedor principal». Acudió obediente (le vencería la curiosidad) y regresó diciendo que era amplio y acogedor y estaba lleno de gente.
El 16 de abril cumplí mi palabra. Reservamos mesa a la esbelta belleza que ordena a la clientela y custodia el acceso, y tras potear un rato más nos adentramos en el comedor de colores cálidos beiges y blancos. Había mesas elegantes, algunos sofás pegados a la pared (donde yo me senté), demasiados niños y numerosos camareros de ambos lados del charco afanosos (contando a la maitre, al menos nos atendieron cuatro personas; quizá debido a ello nos entregaron una primera factura que no nos correspondía). Ya acomodados en nuestra mesa con lamparitas y todo elegimos el agua (Solares, un litro) y vino blanco, pues La Dársena es un local especializado en arroces, pescados y mariscos. La carta de vinos estaba bien surtida pero rápidamente me decanté por el más barato: Cuatro Rayas, Rueda, verdejo 2010, fresco, ácido, algo carbónico. Justito, sin más. 9 euritos sin IVA pero con cubitera. Luego pensé que el blanco de Rueda de la casa costaba lo mismo. Durante la espera nos obsequiaron un sencillo y rico aperitivo: rodaja de tomate con orégano. ¡Ñam!
La carta gastronómica es larga y apetitosa y abrimos boca con almejas (14,50), que pedimos a la sarten confiados de su buen sabor y nos las sirvieron con una leve salsa marinera. Estaban tan estupendas que nos dio igual: no las rechazamos y aprovechamos su unte con fino perejil y un alegre picantillo. Deglutimos las 18 piezas suaves, gruesas, grandes, hermosas y con sus dos antenas desafiantes. Seguimos con media ración de gambas frescas a la plancha (8 euros; en la barra los domingueros las consumen con asiduidad a pesar de costar 16 euros), media docena de crustáceos explosivos, tersos, que se deshacían en la boca. Ex-qui-si-tos. Usamos las toallitas de limón para limpiarnos los dedos ya chupados y cerramos los entrantes con pulpo a la parrilla y patata espumosa al aroma de pimentón (14,50). Se trataba de un tentáculo cortado longitudinalmente, sabroso a pesar de estar bastante hecho, con restos de brasa negra. Riquísimo, con su patata experimental en plan Adriá, aunque La Txurri, una tradicionalista, lo habría preferido sin adornos ni avances. No le quitaremos la razón.
En el baño
Antes de los segundos observamos cómo servían arroces apetitosos y cómo los camareros se apresuraban empujando mesitas llenas de tentadores mariscos, y yo aproveché para ir a cambiarle el agua al canario. El baño estaba bien, limpio, acogedor y tal, pero la pega es que es el mismo para el bar (buf, la Su había entrado antes en el baño de las mujeres y se topó con una madre cambiando los pañales a su bebé). Perdón por el comentario, retomemos el asunto y sepan que de segundo yo pedí rodaballo (19,50) sobre un baño de albariño y con unas vieiras a la plancha acojonantes y pugnantes. El plato estaba flipante, el trozo de pescado cuadrado y cuajado con gelatina para absorber, y el conjunto vino adornado por una pasta negra y sápida a la que apenas hice caso. La Txurri escogió lubina (21). No pudo ser a la sal porque es grande y la preparan para dos personas (le ofrecieron corvina, pero la despreció), no la pidió a la plancha que habría estado de campeonato, y le apeteció al horno. Le sirvieron una cola que pesaría una tonelada, con patatas panadera y salsa alioli que disimulaba el sabor excelente de la pieza, del puerto de Suances según su publicidad verosímil. Yo acabé también este plato, que saque me sobra, y la lubina estaba ya fría pero aún saporífera, aunque fuera una pena (y un crimen) lo del alioli amortiguador y despistante, no solo porque me repitiera horas después (¡eurp!).
De postre, una tabla de quesos (7,50), acompañados por nueces malas, ácidas, y orejones que ni fu ni fa. Los quesos regionales estaban correctos y el ahumado de los mejores. Al de dos horas y media levantamos el campamento y pagué los 107,14 euros muy contento con la visa. No dejé propina porque estoy en contra y puestos a excusarme podría alegar que, por encima de su atención amable y nada pegajosa, las nueces estaban literalmente malas y nos sirvieron unas almejas que no eran las solicitadas. Pero bueno, a ver cuándo me sobran dos billetes de 50 euros para repetir en La Dársena.
(chupó hasta las cabezas de las gambas Óscar Cubillo)
Calle Muelle, 23; 39340 Suances (Cantabria)
942 84 44 89
Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado ‘Bilbao en Vivo’ y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.
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