La Bodega de Sidro (Suances). Raciones y pescados sin complicaciones
Suances mola y lo visito a menudo, como sabrá el lector fiel de Don Manuel. El último fin de semana que me refugié ahí hice noche en la Posada Campo, y con este son diez los hoteles en que hemos pernoctado en la variopinta localidad costera cántabra. También hemos comido en bastantes de sus restoranes y bares. Mi favorito es La Dársena. Ahora mismo me he encaprichado con uno del Paseo de la Marina Española, pero antes consignaremos nuestra visita a La Bodega de Sidro. El amigo Juancar Muga, que tuvo piso en Suances, nos la recomendó en su día. Pero ya conocíamos esa taberna casta pues en ella poteamos a menudo y solemos pedir raciones en la barra. Pero espoleados por Juancar nos sentamos a comer en serio y salimos más contentos que unas castañuelas. Pagó La Txurri y a mitad del festín calculó: «Seguro que me cuesta más que 120 euros». Y solo le salió por 71,50, no más.
Lo dicho, a menudo vamos al Sidro. Hemos estado ahí en invierno, con el bar frío y vacío, y en verano, con la terraza a tope y esplendorosa. Yo suelo beber verdejo, en su punto de temperatura y sabor, con precio barato, y La Txurri zurito de cerveza. La última vez que estuvimos pedimos un rueda, un zurito y tres pinchos de boquerón… y nos cobraron 2,8.
En efecto, generalmente picamos la baratísima gilda de boquerón con aceituna, que recomiendo por encima de la ración formal de boquerones (6 euros), gruesos, avinagrados, con perejil…Hemos probado también las rabas de calamares (8 euros), fastuosas y que en un programa de TVE calificaron como las mejores de la localidad los actores Imanol Arias y Juan Echanove (hay una fotito de ese encuentro en el local). También hemos disfrutado con los bocartes fritos (8 euros), aunque las dos últimas veces que los hemos pedido no les quedaban. Las navajas a la plancha (7) le gustan mucho a Susana y la gente suele comer quisquillas (7).
Hay tres espacios en el Sidro: la terraza con mesas para comer y cenar; el bar estrecho y pequeño en cuya barra en ocasiones se expone algún producto del mar en las vitrinas y cuyas alacenas siempre se ven llenas de buenas botellas de vino; y el comedor interior, pequeño y sin más. Es una taberna marinera cañí, digamos para entendernos. La primera vez que reservamos ahí para almorzar, que no será la última, nos acomodaron en una mesa alargada al lado de una familia de la que, menos mal, nos aislaba una barricada con botellones de vino y cajas de madera. Suerte tuvimos que reservamos, pues La Bodega de Sidro se llenó y muchas de las mesas se ocuparon dos veces.
Nos tomó nota el mítico Sidro (Isidro Casar Guitián según consta en la factura), un señor maduro con pelo cano y vaqueros marca Lacoste. Tranquilo y pausado nos tendió las cartas, que son las mismas de las raciones de la barra, con el añadido cantado de los pescados de ese día: lubina y rodaballo, no más. Le requerí la carta de vinos y me respondió: «¿Quieres tinto, blanco…?». Blanco seguramente, y prefiero media botella, le repliqué insistiendo en la carta, pero Sidro me propuso campechano: «Te saco el albariño de la casa, que está muy rico, y ya te cobro lo que bebas». Glups… Me trajo una botella abierta de albariño Castiñeira (en factura consignaron Viña Sobreira), de 12 º de alcohol y muchos menos de temperatura, pues llegó con el líquido congelado. Pero estaba bueno. Al final me cobró 7 euros por las cuatro copas que me serví. Compartimos agua mineral grande que costó dos euros y por el pan solo nos cobraron un euro y era de barra.Comimos a gusto, rodeados por un bautizo, la televisión y cuadrillas familiares, pero no me sentí a disgusto a pesar del guirigay. Empezamos compartiendo pulpo a la gallega (12) y gambas a la plancha (11). El pulpo estaba excelente y la tablita era generosa. Perfecto, con patatitas ricas cocidas y trozos de cefalópodo cortados finos y nada pastosos, deliciosos y que casi se deshacían en la boca. La gente lo solicita mucho en la terraza, para picar algo. Sobre los dos tipos de gambas que ofrecen en la taberna, Sidro adujo que estaban mejor a la plancha y que mucha gente las prefiere al ajillo (10) porque no hay que pelarlas… Le hicimos caso y las gambas estaban bien, sin más. Aparentes.
Vimos que a alguna mesa acercaban paellas enromes y en las cartas recomiendan el arroz con bogavante del Sidro, y en el toldo de la fachada pone en grande ‘paellas’. Luego llegaron nuestros pescados. Los planchean tras la barra del bar, a la vista de todo el mundo. Sin nada que ocultar. La Txurri pidió una lubina (17), y le sirvieron medio libro, enorme, muy rica. Yo zampé admirado un colosal trozo de rodaballo, duro, terso, enorme, con gelatina justa, piel crujiente y sabor exquisito (me cobraron 17… y recordé que en el cercano El Caserío de Suances me clavaron 24 y era tres veces más pequeña la ración). Acabamos los pescados y, buf, no nos quedamos con hambre.
De postre queríamos comer unas estupendas tartas de milhojas y de manzana que tenían en el expositor, pero se habían acabado… Grrr… Nos conformamos con queso de cabra, industrial, vulgar y caro (4,50, no lo recomiendo; es semicurado, marca Montesinos, a 5 en la barra). La Txurri tomó un café estupendo, que veo ahora no nos lo consignaron en la factura, pero quizá era detalle de la casa, pues a mí me convidaron a un rico y fresco licor de hierbas.
La siguiente vez que vaya a comer en serio a La Bodega de Sidro pediré almejas a la sartén (14), gambas al ajillo (10, las ponen bien por ahí, parece ser), anchoas con pimientos si voy con alguien que me ayude (10) y algún pescado rico. ¡Y antes reservaré mi trozo de tarta!
(Se considera cliente habitual de esta bodega Óscar Cubillo)
Travesía del Muelle, 9; Suances, Cantabria
942 81 04 98
Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado ‘Bilbao en Vivo’ y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.
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