Restaurante Nobu (Londres). Grandes esperanzas
Circunstancias de la vida me llevaron hace un par de semanas de viaje relámpago a la lluviosa Londres. Viaje que casi se queda en intento por culpa de un ordenador de abordo que ese día no tenía muchas ganas de currar. Pero al final el pájaro despegó, hicimos aquello para lo que tuvimos que viajar hasta la ciudad del Támesis y, tras una pinta en Covent Garden, a cenar que nos fuimos.
Cuando a una servidora le preguntaron si le gustaba el japonés y qué le parecía ir al Nobu, casi se le saltan las lágrimas de la emoción. ¿El Nobu? ¿En serio? ¿El de Robert de Niro? Y yo con estos pelos y este modelito tan poco trendy… ¡hay que ver! (esto no lo dije en voz alta, pero en mi cabeza yo lo oía a grito pelao).
Al entrar, una señorita nos recibió como si fuéramos jeques árabes y nos llevó hasta nuestra mesa en la planta de arriba. Según subíamos por las escaleras yo aluciné con la poca luz que había (de ahí la pobre calidad de las fotos y que las haya tenido que tunear un poco) y con el ruido que metían todos los señoritos londinenses de traje, corbata y peluco que en su mayoría poblaban la sala. ¿No se supone que somos los mediterráneos los que más escándalo armamos? Será que con copas de por medio el nivel de griterío por países se iguala.
Sin mantel en Nobu
Siguiente sorpresa de la noche: ¿¿¡sin mantel?? ¿Ni siquiera un triste mantelito de papel individual? Y… ¿palillos de usar y tirar, de los que tienes que romper para separarlos? Qué menos que un sitio así ofrezca palillos de los buenos (de esos que se resbalan aún más que los malos y con los que haces mucho más el ridículo) que puedas mangar para llevártelos a casa de recuerdo. Digo yo.
Pedimos menús degustación para todos (cuidadín con pedir “degustation menu”, que hacemos el paleto como nosotros… se dice “set menu”) y un shiraz australiano de nombre Bishop. El vino, si bien estaba genial, para mí no fue el más apropiado para una cena japo… Pero el que paga manda, y en este caso no era yo la que iba a soltar la Visa.
Nos empiezan a traer los platos, no sin antes preguntarnos si teníamos algún tipo de alergia. Pues resultó que sí, que mi compañera no puede ni oler el tomate. Y la primera en la frente… Un sashimi de langostinos, con caviar y tomate (amiga Blackcity, ¡no eres la única!). Al minuto y medio de dejar el plato en la mesa, el camarero vuelve a todo correr (se dio cuenta antes de que nos pusiéramos a gritar pidiendo una ambulancia) y nos dice que si queremos nos prepara la versión sin alérgenos… Vaya, pues sí, no estaría mal. Un detalle. Alergias aparte, el plato estaba estupendo. Me quedé con ganas de saber si el caviar era del bueno o no… Que una es de la Margen Izquierda y nunca ha probado el de Beluga.
Más sashimi en el siguiente plato (de salmón ligeramente cocinado y de otro pescado cuya especie en inglés no conseguí entender al camarero) y una ensalada de lo más vistosa sobre unas cañas-hojas de bambú. El pescado, perfecto, pero la ensalada, más artificio que otra cosa.
Continuamos con atún rojo ligeramente marcado a la plancha sobre temakis de verduras y una especie de cebiche de vieiras. Muy aparatoso el montaje también en este caso, pero quitando las decorativas rodajas de lima, todos los ingredientes tenían su función, no sobraba nada.
Primeros platos calientes de la noche: black cod (en primera fila) y muslitos de codorniz con panko y temakis calientes de calabaza (detrás). El black cod, que ni es bacalao ni es negro, es realmente pez mantequilla, algo que tenéis que probar sí o sí en cuanto lo veáis en cualquier carta, hacedme el favor. Y no hay que ir hasta el Nobu, precisamente. Los chicos de Dando la Brasa lo bordan, tanto en Getxo como en el Campo Volantín de Bilbao. Ahí precisamente descubrí yo la versión cocinada, porque la versión sushi con un toquecito de trufa la descubrí antes en Sumo. Brutal en cualquiera de las dos versiones, pero cocinado es aún más manjar todavía
Solomillo de wagyu en Nobu
Y tras el pescado, en todo buen menú que se precie, llega la carne. ¿Y qué carne van a poner en un japonés de caché más que un solomillo de Wagyu? Pues eso mismo: dos trozos de solomillo de pija ternera japonesa con unos lustrosos boletus confitados. Muy hecha la carne, un fallo garrafal para mi gusto (ya se ve en la foto que hay más marrón que rosa). Un solomillo de ternera gallega hubiera estado mil veces mejor.
Para finalizar con los principales nos sirvieron una bandeja de 22 piezas de sushi y como acompañamiento una tradicional sopa miso con tofu.
La sopa correcta, sin destacar. No es por echarme flores, pero la que yo hago en casa no desmerece para nada… Y el sushi, la verdad, me defraudó un poco. No sé, para ser el Nobu, me esperaba algo un poco más especial (tipo el steak tartare sobre una bolita de arroz dorada en mantequilla del Kabuki madrileño, que no miento si digo que es de lo mejor que me he metido entre pecho y espalda en mis 28 años).
Falta documento gráfico de los postres, pero la batería sólo duró hasta la bandeja de sushi. Fueron dos: un falso capuccino helado en taza y una copa de helado de regaliz, con sorbete de albaricoque.
Con el Nobu me ha pasado un poco lo mismo que me pasó con el concierto de Madonna de Zaragoza, en 2009. Fui muy emocionada, pero salí pensando que mucho escenario, mucho espectáculo y mucha parafernalia, pero música (o chicha en este caso), no mucha. Aunque sí, podré contar a mis nietos que vi a Madonna en directo y que cené en el Nobu de Londres.
(le gustó mucho más el Kabuki de Madrid, y el black cod de Dando la Brasa, a María Mora)
15 Berkeley Street; London W1J 8DY, Reino Unido
020 7290 9222
Set menu: 70 £ – 90 £
Soy María. Alicantina de nacimiento, baracaldesa de adopción y economista sin mucha vocación. Siempre he sido bastante glotona, la verdad, pero al buen comer y a los fogones me he aficionado en la veintena (esa que está casi terminando). Disfruto como una enana descubriendo sitios nuevos, casi tanto como pidiendo lo más raro que veo en una carta. No tengo blog propio, así que los Manueles me acogen cual cachorrillo sin hogar. Eso sí, tengo Facebook y Twitter, por si queréis cotillear algo sobre mí.
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