Antonio Molina. Cocinero cocinero
Cocinero, cocinero, enciende bien la candela y prepara con esmero un arroz con habichuelas. Que no lo decimos nosotros, no, lo dice Antonio Molina, y es que cuando terminaba de ser minero todavía le quedaba tiempo para enredar por los fogones.
La canción copla que hoy ilustra nuestro Momento Musical está incluida en una de esas películas que nos alegraban las tardes en el cine de barrio. Películas ejemplificantes de una España pobre pero honrada. Una España en blanco y negro, en la que maridos cuidando a sus señoras y cocinando no sólo era algo raro sino imposible. En la vida real, a la señora de Antonio la hubiera cuidado su anciana madre y Antonio llegaría tajada, sucio de la mina, a la hora de cenar y con el plato puesto. #Esoeraasí.
A nuestras tascas y hogares todavía no habían llegado las esfericaciones, los aires y las gelatinas, así que el papá de Ángela, Paula, Micky y Mónica, el abuelito de Olivia, se las tenía que arreglar con una cocina económica, que suponemos alimentaría con el carbón que sobraba en la mina, y con platos recios y cargados de hidrato de carbono. Para aguantar el currelo y para hacer gorgoritos mientras ponía la mesa.
(Cuchillo)
Es el pequeño de los Cubillo Brothers. Nació en 1991, en el mismo Bilbao, es más de salado que de dulce y acostumbra a disociar, con lo cual cambia de apariencia física con frecuencia. Como Robert de Niro antes de rodar Toro Salvaje, pero a lo tonto, por la cara. Él es más de toro tataki. Aprendió pronto que Dow Jones no es un cantante, le incomoda la fama de criticón, pues siempre ha sentido simpatía por el débil, y una máxima guía su proceder: «más vale que zozobre, que no que zofarte…». Católico practicante, que no celebrante, en su bautizo el párroco ofició vestido de Elvis, cantó himnos y salmos, y entonó el ‘Burning Love’. Vio la luz el día que se fotografió con Ferran Adrià y el de L’Hospitalet de Llobregat le puso una mano sobre el hombro al tiempo que decía: «Cuchillo, la gastronomía es el nuevo rock and roll». Amén.
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