Nickelback. ‘Trying not to love you’
En España se bebe muchísimo café. Desde primera hora, pues suele dar los buenos días a la mayoría de la ciudadanía, en casa, con pijama puesto, o en el bar del barrio, ya acicalado. Asimismo, es más que rara la comida que no termina con un solo, un cortado, un con leche, un descafeinado, un doble, un americano o un carajillo humeando sobre la mesa. La bebida, con raíces en Etiopía y Yemen, también armoniza a la perfección con ese primer cigarrillo del día, es tradicional aliado de los estudiantes que no quieren perder la concentración y se utiliza para vencer la somnolencia al frente del volante. Y del teclado. Además, es lo que muchos dipsómanos piden, tratando de redimir su maltrecha imagen (e hígado), cuando quedan con su madre o su suegra.
Lo citado ya es mucho, pero no lo es todo. Tomar un café es la excusa perfecta para citarte, sin levantar sus sospechas, con ese bombón que ya te dio calabazas en la adolescencia. Amigos y conocidos de las parejas que saltan por los aires se sirven de la infusión para meter ficha, para hurgar en la herida y ver si les cae algo; dicen que algunos incluso vuelan en círculo. Hay quienes lo beben después de. También quien busca beneficiarse de sus antioxidantes. En cualquier congreso o reunión no puede faltar el coffee break. En resumen, que aquí hasta la sopa huele a café. No obstante, maldita paradoja, el nivel de exigencia de esos variopintos consumidores es, en su inmensa mayoría, ínfimo.
El currela y el ingeniero, la dependienta y el banquero, el desamparado y el adinerado, casi todos, se conforman con sorber robustas de Vietnam o Uganda, y esos lamentables torrefactos.
A mí casi no me queda otro remedio, pues la mayoría de los hosteleros son tan poco exigentes como sus clientes. Pero la verdad es que por todo lo citado, que no es poco, y porque estoy harto de ingerir con gesto torcido esos brebajes infames que llaman café por el mero hecho de ser negros, amargos y servirse calientes, estoy a un tris de hacerme barista. Por eso y porque con el rollo del latte art, la habilidad para plasmar dibujos con la leche sobre la crema del café, se liga que es una barbaridad.
Montaré un despacho de café y cuando venga una mujer despampanante trastabillaré, se me caerán los vasos, pondré cara de gili y se irán al traste todas las acrobacias. Será difícil centrarme cuando la imagine en bikini, flotando en la taza sobre su toalla playera, o cubriendo su cuerpo con granos de café, como se hacía con pétalos de rosa en ‘American beauty’. Y me pedirá un café y dibujaré en su crema corazones. Y ya la tendré en el bote. Uyuyuyuyuyuyuyuy…
Todo eso sucede en el videoclip de ‘Trying not to love you’, del grupo canadiense Nickelback, una producción protagonizada por los actores Jason Alexander y Brooke Burns, y planteada como un duelo de baristas, con instrumental y maneras propias de coctelería. Un clip casi bonito, con estética cinematográfica y reminiscencias italianas, como corresponde a una exhibición del referido latte art, un arte de origen italiano.
(Igor Cubillo)
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
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