Doce uvas de la suerte
Soy muy terrenal, poco espiritual, a no ser que me pinchen o me den buenos motivos para ello. Y no me fío de supersticiones; a estas alturas, no. Pero sigo cumpliendo con las tradiciones familiares, más cuando hay niños alrededor. Así que mañana acudiré a la cena de fin de año y observaré cómo mi ama tendrá dispuestos los platillos con las 12 uvas, ya no sé si una por cada campanada o una por cada mes vivido. Por lo pasado o, mejor aún, por lo que está por venir.
Nos sentaremos alrededor de la mesa, cada uno hará un repaso de lo mejor y lo peor de 2014, y observaré cómo los más mayores lo son aún un poco más. Y las nuevas generaciones nos sacan los colores por lo que saben y nosotros desconocíamos a su edad.
Cenaremos bien, vaya que sí, mi ama es única en la cocina. Mi aita protestará porque llevo vino, uno especial que me han regalado para él. Y me sonreirá, cómplice. Y entenderé lo que me quiere decir. Intentaré recordar mi repertorio de chistes para parecer la tía graciosa. Lo pasaremos bien y echaré de menos a los que no me acompañan y desearía que se sentasen a mi vera.
Siempre estará al que no le gustan las uvas, la que las quiere sin piel, la que piensa que sería mejor doce lacasitos, la que dice que se le atragantan… Y discutiremos si el origen de la tradición es un excedente de producción de la huerta murciana, allá por principios del Siglo XX, o si es una burla a la clase burguesa de finales del diecinueve. Y, copa en mano, alguien descubrirá que llevo un lazo rojo anudado en la muñeca.
Y cuando el carrillón baje, todos atentos, y doce segundos de silencio, de miradas y algunas risas. Habrá quien pida una docena de deseos. Yo cerraré los ojos y pediré sólo uno. Y, de repente, ya es año nuevo. Besos y abrazos. Otro año más.
Entonces pensaré que lo mejor de las uvas es el vino. Ese vino que beberé y compartiré, espero, en 2015. Feliz año.
(es muy terrenal y poco espiritual, Uve)
Es de números y tiene un secreto para conservar su línea. Sus amigos se preguntan por la clase de alimento, Uve sonríe coqueta y se guarda su secreto. Aporta el #mistery a Lo Que Coma Don Manuel. Amiga del anonimato, viste de negro, escucha a Roy Orbison para alegrarse, le parece que Iván Ferreiro grita, estudió en colegio de monjas, le chiflan las ostras, ofrece cerveza a los gremios y trajo el TeleMadre a Euskadi. Siempre de aquí para allá, pasa la noche mirando la Luna, esperando que pase un cometa o baje un platillo volante. Lo normal, al conocerle, es preguntarle: «¿de qué planeta viniste?».
Es de números y tiene un secreto para conservar su línea. Sus amigos se preguntan por la clase de alimento, Uve sonríe coqueta y se guarda su secreto. Aporta el #mistery a Lo Que Coma Don Manuel. Amiga del anonimato, viste de negro, escucha a Roy Orbison para alegrarse, le parece que Iván Ferreiro grita, estudió en colegio de monjas, le chiflan las ostras, ofrece cerveza a los gremios y trajo el TeleMadre a Euskadi. Siempre de aquí para allá, pasa la noche mirando la Luna, esperando que pase un cometa o baje un platillo volante. Lo normal, al conocerle, es preguntarle: “de qué planeta viniste?”.
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