Galletas de anacardo, por Ana Romera (Recetas para una cuarentena #29)
¿Quieren demostrar a alguien lo mucho que le aprecian en este tiempo de confinamiento? Pues opten, sin lugar a duda, por el anacardo. En solo media hora conseguirán que este fruto seco (en realidad la semilla de un árbol perenne originario de Brasil) transmita una satisfacción y un buen rollo difíciles de igualar. Cómo, se preguntarán. Bien fácil, horneándolo en galletas. Resultados altamente demostrados.
¡Dígalo con anacardos!
“El anacardo (Anacardium occidentale) es un fruto seco de cáscara dura y forma arriñonada de 3 a 5 centímetros de longitud. El nombre de anacardo se lo dio el monje y naturalista francés André Thevet, a quien su forma le recordó la de un corazón invertido -(‘ana’ significa ‘hacia arriba’, y ‘cardium’, ‘corazón’)” (Lidia Penela, La Vanguardia)
INGREDIENTES
- 80 – 90 gr. de anarcardos triturados
- 140 gr. de mantequilla
- 75 gr. de azúcar glasé (si no quieren comprarla, pueden despojarla de su glamour y hacerla con el molinillo de café)
- 2 yemas de huevo
- 170 gr. de harina
- Un pelín de esencia de vainilla
Los anacardos se trituran, sí, pero dejando algún trocito reconocible para encontrarse, de cuando en cuando, con un toque salado.
AL LÍO
Comiencen mezclando mantequilla blandita (pomada) con el azúcar, la esencia de vainilla y las yemas. Añadan la harina, tamizándola con el colador, y por último los anacardos triturados.
Ahora, metan la masa 10-15 minutos en un papel film dentro del congelador. Friegen lo ensuciado.
Se sirven ustedes una cervecita o una copa de vino, así, por vicio, y encienden el horno a 180 grados. Preparen el papel de hornear en una bandeja y formen bolitas con la masa recién sacada. Aplástenlas un poco, 10 minutos al horno, y cuando empiecen a tener el borde doradito, las sacan y que se enfríen en rejilla.
Una lata aparente y un poco de azúcar glasé, por encima, contribuyen a que el anacardo transmita todo su amor y buenos deseos dejando una honda satisfacción por el mínimo y gratificante esfuerzo.
Si notaran la necesidad, sírvanse otra copa de vino, aspiren el olor de su cocina y disfruten.
Ana Romera, hedonista y disfrutona, estudió Ciencias de la Información (periodismo, vaya) en la Universidad de Navarra, vive en Ontón (Kentucky) y trabaja en la tele.
Me encanta como explicas la receta, un saludo desde la Ribera del Duero
de parte de la familia Esteban