Llévame a bucear, Kandinsky, el vino lo pongo yo
Tener tan cerca de casa la obra de Vasily Kandinsky, en el Museo Guggenheim Bilbao hasta el 23 de mayo, es un regalo para todos los habitantes de esta Casa de Huéspedes, en el sentido poético de Rumi, que es Bizkaia. Toda una oportunidad para salir de nuestra zona de confort, escapar de lo obvio, aceptar que la belleza puede estar en cualquier parte, muchas veces escondida, huyendo de la figura objetiva, dejando que la emoción exprese la forma, el color y la música que hay tras ella.
Hace tiempo que mi socio de toda la vida, José Antonio, pintor y farandulero, como él mismo se define, me invitó a observar el mar no desde la arena, en la playa, si no desde dentro, en el agua. No me negaba la belleza de la superficie ni el placer visual que ésta aportaba, pero sí me animaba a bucear y comprender esa otra belleza inesperada, plena, que de alguna manera me llenaría el espíritu.
En la búsqueda de esa plenitud, Vasily me da alguna pauta y deriva en la experiencia que tengo con algunos vinos. Claro, como paso previo, debo aceptar el reto, bucear en ellos, en su esencia, color y tono interior…. ¿O es que realmente usando la razón llegaremos alguna vez a comprender por qué algunos vinos se nos quedan tatuados en el alma?
Pienso sobre este asunto mientras revuelvo instintivamente la discografía en busca de otro buceador experto que nos acompañe. No tardo en encontrarlo aunque, en realidad, creo que él me ha encontrado a mí. Es Esbjörn Svensson, que acoge con agrado el desafío pues sabe que abriré algún vino especial. No puede ser de otra manera, le he prometido a Kandisky que el vino lo llevo yo y tengo que estar a la altura.
Moscatel de Alejandría y garnacha
Esbjörn comienza a tocar ‘The message’, excusa perfecta para abrir un diálogo sobre el color y descorchar una botella de Pureza Pepe Mendoza 2018 (Casa Agrícola, D.O Alicante). Espacio para el blanco, color de la alegría, libertad, pre nacimiento. El primer impulso redirige mi foco atlántico al Mediterráneo. La variedad moscatel de Alejandría, hija del sol y del mar, encuentra en este vino el espacio óptimo para ser y estar. No hay corsés ni envolturas, su esencia desnuda se expresa en él de forma radical. En nariz, perfume de pétalos y neroli, envuelto en fruta de hueso madura y especia. Realmente intenso, homenajeando a los vinos brisados de los que hablamos hace poco en esta web. En boca su paso es fresco y salino, te sacia, refresca y a la vez abre el apetito. Recorrido largo con retro nasal cítrico y floral, un espectáculo de vino. Elegancia determinada por el respeto a la tradición, al terruño, a las variedades locales y al tiempo lento. La finura que le aporta su reposo en ánfora lo convierte en uno de esos vinos que, a mi juicio, enamoran y te transportan a su territorio.
Vasily permanece en silencio mientras bebe. Quizá sea el momento de preguntarle sobre el efecto del color en nuestras emociones, pero no quiero molestarle, creo que boceta mentalmente la impresión que le ha causado el vino.
Sbjörn, sin embargo, se muestra exultante y comienza a susurrar mientras teclea en el piano ‘Spunky Sprawl’. Para mí ese giro de ritmo es como un aviso, una llamada para seguir disfrutando de forma totalmente desinhibida. Les propongo a mis compañeros invocar a la garnacha tinta, conocida también como navarro, gironet, lladoner, tinto aragonés, carignan rouge, etcétera. Mi querida garnacha, que tantas alegrías da y tantos palos recibe, muchas veces de forma inmerecida. En algunos territorios, como La Rioja, la he sentido como La Cenicienta en su confrontación con la todopoderosa tempranillo. Admito que es caprichosa; le gusta la altura, el frescor y también el sol. Es sensible al corrimiento y también a las heladas. Pero, si se le atiende bien, nos da esos vinos de sed, frescos, llenos de vida, con nervio, que tanto nos gustan. Estoy encantado de compartir con mis amigos un vino elaborado con esta variedad que me ha enamorado antes de preguntar quién lo hace y dónde; es La Dula 2018 (Sierra de Toloño, D.O.C Rioja), una de las propuestas que nos hace su elaboradora, Sandra Bravo. Atentos, creo que oiremos hablar mucho y bien de ella.
Vasily se ríe al escucharme, entiende mi excitación y la de Esbjörn. Estamos en el rojo, color que avanza hacia nosotros y no al revés. Color vital, inquieto, tenaz. Así se nos presenta La Dula, otro ejemplo del efecto que produce en los vinos la fermentación lenta, a baja temperatura en ánfora. Expresión nítida en nariz, frutillo rojo, arándano, tremendamente floral y ligeramente balsámico con un toquecito de pimienta. Hacía tiempo que no tomaba un vino con tan buen rollo, un disfrutón. En boca es espectacularmente fresco, sedoso y elegante. Sin duda, haber conocido este vino me anima a conocer a Sandra y su proyecto en Villabuena de Alava.
Obviamente, Vasily y Esbjörn se han convertido en mis compañeros de buceo. Les propondré que me acompañen, pero el vino, si no les parece mal, lo llevaré yo y el yantar Cubillo.
(Iñaki Suárez)
web de la bodega Casa Agrícola
web de la bodega Sierra de Toloño
El sumiller Iñaki Suárez, cofundador de Epikuria, ha borrado sus largas patillas al dejar crecer la barba, pero poco más ha cambiado, pues continúa enamorado del vino y del jazz, atravesando sus senderos y procurando cruces entre ellos. Sabe tanto de la materia que es miembro del comité técnico de la U.A.E.S. (Unión de Asociaciones Españolas de Sumilleres) y del comité de cata de la denominación de origen Bizkaiko Txakolina. Le cuelgan la etiqueta de “técnico gastronómico” y ahora también puede presumir de colaborar con Lo que Coma don Manuel, esta weg.
En su perfil de Instagram no lo indica, pero también es copropietario y currela del bar restaurante Patxi Larrocha, en la capital de la galaxia.
Comenta, que algo queda