El Restaurante de Pilar (Santoña). A bordo del Nautilus
Santoña, villa marinera cántabra donde los barcos aún faenan con regularidad y en cantidad, donde las fábricas mantienen una industria conservera de fama, donde los visitantes pueden explorar sus amplias marismas y tumbarse en la playa de Berria, donde sus bares aún nos magnetizan cuando vamos a ver conciertos a la sala Tropicana, posee ahora también un restorán ambicioso y de nivel que hará la competencia al del hotel Juan de La Cosa. Se trata del Restaurante de Pilar, lleva funcionando desde verano de 2010 y se ubica en el seno del Mirador de las Marismas, edificio que emerge en el paseo del muelle cual submarino ciclópeo de tres cubiertas donde los turistas (o no) pasean para asomarse a sus vistas. Excavado en su interior se halla este molón restorán diáfanamente acristalado, dominado por los tonos blancos, con detalles azules (columnas, repisas…), circundado por una terracita semicircular exterior, y servido por camareros elegantes y prestos. Desde fuera parece el Nautilus, y desde dentro papeas pensando en que compartes el puesto de mando con el capitán Nemo.
Ahí debutamos en agosto y nos sentamos pudiendo otear la plaza de toros, la ría, los barcos, las montañas, la lonja, las piernas de alguna adolescente y la bandera rojigualda. El maître nos atendió locuaz y clarificador y nos informó de lo que no tenía (lubina) y de lo que sí: nos recomendó chipironcitos de temporada por su frescura (unos 24 euros por seis unidades que ponderó superlativas), las croquetas por su bechamel, las anchoas por ser ellos sus fabricantes, el marisco… Pero nosotros íbamos con las ideas fijas por conocer su carta colgada en Internet, así que no le hicimos apenas caso.
Aunque me dio pena descartar la parrillada de verduras, La Txurri y el menda compartimos la ‘berenjena rellena con setas’ (7,48), un plato gratinado muy gustoso y ajustado, con sapidez en la bechamel, en los hongos y en la carne y la verdura. Parecidos pero no tan impactantes entraban los ‘langostinos en salsa gratinados al horno’ (10,10), y yo seguí pensando en la gastronomía itálica. La salsa roja escondía un fino ajo y estaba de toma pan y moja. En ella, en la salsa, embarrancaban seis langostinos pelados solo por el medio, aún no capados ni decapitados, seis decápodos de gusto largo a pesar de la salsa que con su color rojo potente manchó nuestras servilletas de lujo y cuyo olor eliminamos con las toallitas de limón. Hum, qué bien iba todo con el agua fresquita Bezoya Premium 50 cl (2,59) en botella octogonal azulada, y mi media de Baigorri (9,35), rioja crianza 2005, con aroma avasallador, minerales, moras, 14 º estupendos y regusto a regaliz con los langostinos. ¡Y qué contento me puse cuando percibí que lo de 1/2 no se refería a media botella, sino medio litro!
Canguro saltarín en el Restaurante de Pilar
El local estaba lleno y, a pesar de los cristales, la gente educada hablaba bajo. Disfrutando del momento mirábamos cómo acercaban los platos a las mesas anejas: los chipironcitos, ensaladas de pinta tentadora, gruesos trozos de rodaballo con pocas patatitas cocidas de guarnición… La Txurri deseó: «Este sitio es para venir en otoño, cuando llueva, y sentirse a cubierto y protegidos del frío». Y al instante, lo juro, el cielo se encapotó. Y al de una hora, sin prisa, llegaron los segundos. Para Susana ‘medallón de canguro a la plancha’ (16,59), que el maître comparó con un hígado más dulzón y que la comensal juzgó más suave que el hígado y lo parangonó con un fino solomillo y lo untó en la salsa de queso deliciosa. Era un medallón rico y saltarín y apuntó La Txurri: «¡Yo ya he comido canguro, avestruz, potro y jabalí!». «¡Y lobo!», le recordé. Yo, incitado por el maître, quien lo recomendó en la comanda, opté por ‘besugo de palangre a la plancha’ (23), medio besuguito, no tan grande como esperaba, excelentemente cocinado y sabroso desde las aletas con regusto a la plancha hasta las branquias. Emparejaba perfectamente con el vino, sabía exquisito según ella y su origen era gallego según el maître, pues los del restorán Nautilus solo trabajan pescado de mar.
Fuera del Nautilus el cielo se ennegrecía amenazador y el viento arreciaba, pero la bandera nacional resistía el embate. Eolo soplaba y ondeaba las faldas de las damas y las sombrillas de la terraza, y así llegamos al postre, en mi caso necesario para terminar el medio litro de vino como Dios manda. Compartimos queso de Zamora, un poco frío pero aún así muy bueno. De oveja, curado y con membrillo seco. ¡Y chapó! Al de dos horas y pico pagué 87,03 y salí contento esperando el día de la vuelta.
(Se sentía al timón del capitán Nemo Óscar Cubillo)
ver ubicación
Edificio El Mirador de las Marismas – Puerto Pesquero; 39740 Santoña (Cantabria)
942 626 448
Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado ‘Bilbao en Vivo’ y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.
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