Restaurante Lasal (Santander). A peor, pero aún sobresaliente
Tercera vez que me siento en su comedor y tercera vez que lo cuento en este blog. Y es que, a pesar de las novedades negativas, el restaurante santanderino Lasal sigue siendo nuestro favorito. Lo visitamos de nuevo durante las Octavas Jornadas de los Productos Gastronómicos de Cantabria (hala, por mayúsculas que no quede) y a mitad de la sentada sentenció inapelable La Txurri: «Lasal nunca falla». Claro que no… Gastronómicamente sigue cursando a un nivel estratosférico y la relación calidad/precio es misteriosamente competitiva, pero ha cambiado el servicio de sala a peor. De los fogones se sigue encargando el chef Fausto Alonso, pero del comedor ha desaparecido el maître David, ese que te recomendaba las croquetas de gambas por fantásticas y te lo creías. Además, parecen haber desaparecido también las dos chavalitas atentas y amables que servían las mesas y la barrita de la entrada. Ahora hay otro plantel, menos redondo. Un maître trotamundos vestido de chamarilero que pronto vendrá a currar a Euskadi, un camarero un tanto lento y distraído, y una camarera hispanoamericana (quizá una cubana felina, no sé) que certificó todos los tópicos negativos de los hosteleros suramericanos. Así, de memoria, a nosotros nos trató saltando del usted al tú, nos hablaba con una cercanía no solicitada ni bien recibida, se equivocó en el vino que nos escanciaba (lo calificaba de Priorato, hasta que me di cuenta y le observé que era Somontano; entonces leyó la etiqueta de Pirineos y zanjó: «bah, las dos empiezan por p»), a la mesa de al lado se le olvidó ponerles cubiertos cuando les preparó el steak tartar de buey, a veces no iba coordinada con el otro camarero, cantaba las recomendaciones de la carta como un lorito, de memoria («nuestros pescados son salvajes y cortamos los lomos y los desespinamos», explicó varias veces) y, lo más grave, olvidó ponernos aperitivo, grrr…
A pesar de todo, Lasal sigue molando mazo. Y lo dicho, cenamos un viernes el menú de 30 lereles, IVA y bodega incluidos, de las mentadas jornadas gastronómicas. Y salimos tan contentos. El año pasado había dos copas de tinto o cava por comensal, más agua infinita, pero este año solo lo acompañaba un tinto, así que La Txurri pidió aparte una copa de cava y en total abonó 63 lereles, pues pagó ella, que era su cumple. Antes de empezar el camarero nos acercó una cestita de pan para elegir entre el de pasas, chapata e integral. Olían de maravilla, yo cogí de pasas y ella chapata. Y el camarero me sirvió la primera copa de vino, Somontano, bodega Pirineos, mezcla astringente de merlot y cabernet, de 2007, con olores y sabores a frambuesa, mentolados, torrefactos… Cada vez que lo sorbía miraba por la ventana y se me quedaba clavado con envidia algún paseante: damas, caballeros, damiselas… Hum…
El menú de Lasal
Y este era el menú propuesto por Lasal en las ya finiquitadas octavas jornadas gastronómicas cantábricas, que degustamos en un comedor casi llenó con unos 26 comensales.
1.- Aperitivo. Me enteré de que estaba incluido ya en el hotel Chiqui, al día siguiente, pero la camarera no nos lo puso. No le guardo rencor, ¿eh? En otras mesas, los que comían a la carta, les agasajaban con chupitos de crema de calabacín que supongo suculentos.
2.- Mejillones a la parrilla con aceite de zanahorias. Los mejores mejillones que he comido fueron unos en Foz, Galicia. Estos dos moluscos (no más) estaban bien, curiosamente se emparejaban con el tinto y Susana comentó que tenían demasiado perejil.
3.- Ensalada de pastel de queso de Las Garmillas y anchoas. La anchoa cortada a lo largo y sabrosísima, el conjunto en su punto, con pimiento verde… Para quitarse el sombrero en su sencillez.
4.- Merluza rellena de centollo. Estupendísima. Fresca, sápida, cantábrica, perfectamente cocinada, blanquísima, aromática… No había relleno, sino cama de centollo, también magnífica, y un charquito de puré de patata competente. Pensábamos que sería el plato insuperable del menú, pero nos quedamos cortos ante el postre…
5.- Canelones de carne del Valle del Pas. Muy buenos, solo que un poco infantiles, quizá. El tomate rico y casero, la pasta presta, la carne buena y hasta una gota de pasas percibí. Bien, en la cantidad perfecta para la noche. Y di un sorbito más de vino en la copa de vajilla marca Summa y otra mirada al paseo de Puerto Chico, oscurecido, plagado de paseantes y con un fondo de quiosco de flores igual que el del mejor plano de la película ‘Frankie y Johnny’ de Pacino y Pfeiffer. Chin chin…
6.- Tarta de queso invertida. Tachán-tachán… Que suene la trompetería. Invertida se definía porque se supone que estaba colocada al revés: abajo la fresa, en el medio el queso (líquido, casi yogur) y en la cima espolvoreadas partes de la presunta masa desmigada… Y con una hojita de menta para adornar. El postre perfecto, nada empalagoso, totalmente dulce, fresquísimo, suavísimo, elegantísimo… Aún lo recuerdo…
(Se sentía en su salsa Óscar Cubillo)
web del restaurante
Calle de Castelar, 5; 39004 Santander (Cantabria)
942 21 46 46
Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado ‘Bilbao en Vivo’ y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.
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A pesar de lo buena que puede ser la cocina, que pena que el servicio empañe tan trabajados platos. Yo cada vez soy más crítica con el servicio y los camareros, y menos con la cocina. Soy una quisquillosa…
Un beso!
🙂