La precariedad del periodismo y la vacuidad del influencer

Ene 10, 25 La precariedad del periodismo y la vacuidad del influencer

“Siento la necesidad de expresar mi malestar ante el creciente fenómeno de los influencers y foodies que, sin formación ni experiencia, revolotean alrededor de nuestra profesión. La gastronomía es mucho más que una foto bonita o una crítica superficial: es técnica, dedicación y amor por un oficio que exige respeto. Es frustrante ver cómo algunos se presentan como críticos gastronómicos, evaluando nuestro trabajo desde la ignorancia, buscando únicamente beneficios personales como comidas gratuitas o exposición mediática. Su intrusismo no construye, no aporta, y muchas veces desvirtúa el verdadero esfuerzo que hay detrás de cada plato. La crítica debe ser constructiva y fundamentada, no una herramienta para obtener rendimientos personales a costa de nuestra labor. La gastronomía no es un espectáculo superficial; es un arte que merece ser tratado con seriedad y ética”.

Tomo prestadas las palabras de Txema Palacio, chef ejecutivo de Besaya Group, para unirme a su reivindicación y hacer extensiva la crítica a los medios profesionales y a sus gestores, que en ocasiones se comportan, caray, como meros influencers mainstream. Porque el verdadero problema no son las dichas y desdichas online de esos buscavidas contemporáneos, pues hasta hace bien poco sus andanzas y sus irrelevantes comentarios morían recluidos en el marco de las redes sociales, esa trituradora donde no hace falta preparación alguna para colgar una foto, un vídeo y un exabrupto. Ahí quedaban para siempre, sepultados por otros a cargo de más gente cuyo vocabulario también se agota en diez diminutivos y que, en muchas ocasiones, tampoco ha comido caliente hasta que abrió un perfil en TikTok.

El auténtico motivo de preocupación es que ahora los medios de comunicación ‘serios’, en su desaforada carrera hacia el abismo de la precariedad y la mediocridad, dan categoría de hecho noticiable a la visita y el juicio (en no pocas ocasiones condicionado por una remuneración pactada) de esos parlanchines narcisistas ansiosos por mostrarte sus encías.

El drama real es que un director o un redactor jefe de un periódico generalista, por ejemplo, decida que la visita de cualquier indocumentado a nuestros pueblos, villas y ciudades merece la misma consideración y espacio que un bombardeo, una catástrofe natural, la invención de una vacuna y la programación cultural. Y, por supuesto, más que la opinión fundada de uno de sus redactores.

1 Comentario

  1. Gonzalo /

    Amén.

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