Restaurante Amita (Suances): Gozando del producto del mar
Me gusta mucho Suances, el municipio costero cántabro, a media hora de Santander, encima de Torrelavega, a la derecha de Santillana del Mar. Voy siempre que puedo, con la parienta, claro, que es la que conduce. Paseamos sobre las olas de sus dos playas principales, compro embutidos ibéricos y huevos navarros en la cadena de supermercados Lupa, tomamos potes en la zona del puerto (una ronda típica sería: Amita, Cholo, Sidro, La Dársena y el antiguo Socaire, ahora rebautizado Sidney), tomo gin tonics mirando al mar en El Castillo, almuerzo de menú del día o a la carta o de guay, y en general holgazaneo en mi burbuja. Calculo que hemos estado en nueve de sus numerosos hoteles y nuestro favorito es el Albatros (paredes con hiedra, habitaciones pequeñas y coloreadas, piscina rechula, serenidad exterior…), aunque en función del precio cada vez nos hospedamos más en El Caserío, agraciado con vistas increíbles a la bahía.
El bar-restaurante Amita está un poco esquinado, alejado de las terrazas que dan a la playa y de los bares que dan al puerto, pero tiene mucha clientela. La Txurri y el menda lerenda lo frecuentamos. Cañas, tónicas y vinos tomamos en su barra, y nos suelen poner tapa. En su terraza concurrida nos hemos animado a pedir raciones, sobre todo de mejillones con tomate: enorme cantidad, precio barato (¡5’60 euros!), pan para mojar, sabor para recordar… Tomando potes en esa terraza he mirado con envidia a otras raciones de los clientes, como las de ventresca con pimientos asados (10,60). Hasta La Txurri se anima en la terraza: «Un día pedimos una tabla de quesos», comenta. Un día, en el bar, a ella le dio por curiosear el libro de visitas, donde los comensales escriben sus impresiones, y yo pensé al leerlas: «En cuanto podamos, venimos a comer aquí». Y lo que me costó convencerla y encontrar la ocasión propicia, pero al salir ya quería ella volver.
Un sábado por la noche reservamos en la propia barra. Había cola para entrar y muchos clientes potenciales se marchaban porque el local estaba lleno. Como nosotros deseábamos comer el domingo, no hubo problema. Solicitamos ser acomodados en el comedor-cenador grande, y ahí nos ubicaron en día en cuestión. Nos trajeron las cartas, descartamos las ensaladas y por supuesto los cocidos, dejamos para otra ocasión los arroces, salivé con los entrantes, nos fijamos en los pescados, en esa ocasión de las carnes ni me llamó la atención el cochinillo asado lentamente (14 euros +IVA, ¡he de volver ya!), y tras un breve conciliábulo decidimos que el mejor modo de debutar en el Amita sería degustando una parrillada mixta, de marisco y pescado, los dos por 60 euros (+IVA, como todos los precios indicados en este texto), con posibilidad de elegir entre lubina, dorada, rodaballo y sapito. ¡Yepa!
De aperitivo nos obsequiaron con un cava rosé dulzón, el bollo de pan estaba rico (0,80 cada servicio), ella bebió agua y yo también la usé para aclarar el paladar (2 lerelines) y de vino, en la inmensa y todoterreno carta, vi que había Enate Gewurtraminer a 14 (de los mejores blancos españoles), Viña Esmeralda a 9 (buenos recuerdos de las playas me trae), y un godello marca Guitian a 15. Pero como no quería mamarme con una botella entera, porque a la tarde era la gran final de la Eurocopa, pregunté por medias botellas y me ofrecieron medio litro de albariño Martin Codax, por ocho euros, un muy buen precio. Me lo trajeron sin cubitera, pero milagrosamente mantuvo la buena temperatura todo el rato. Estuvo muy rico y armonizaba con el papeo mixto marino.
Esperamos sin prisa a que llegara la pitanza, disfrutando el momento, y nos trajeron todo de golpe, en una misma bandeja el pescado y el marisco. El único fallo que vi. Mejor habría sido el marisco por un lado y el pescado en una segunda tanda, ¿verdad? Pero a La Txurri no le importó, que es lo que cuenta. Por parte del marisco había un pilón de mejillones (riquísimos, con carne gorda), otras tantas almejas (sabrosísimas, a la plancha, gorditas… ñam-ñam), media docena de gambas (exquisitas, cómo las gocé), cuatro grandes langostinos (bastante gordos y ricos, pero después de las gambas pensé en que estaban correctos, no más) y cuatro cigalas (bien sin más la que comí yo, y estupendas dice ella que las suyas, que es la de fiar, la del buen paladar).
Elegimos como pescados la lubina y el sapito, que cuestan unos 20 euros en carta. La lubina para mí, una cola muy grande, sin guarnición excepto el juguillo de la parrilla. Estaba bastante rica, aunque pensé en que si antaño se sospechaba del pescado congelado en vez del fresco, ahora se sospecha del de piscifactoría por el salvaje. Insisto en que estaba rica, pero palidecía ante el sapito de ella, pimpante, auténtico, en su punto, suculento…
Contentos por el debut en el Amita me apeteció un postre salado para beber un poco más de vino. Ella, Mister No, no deseaba nada, claro. Ni siquiera el helado con sobao pasiego al orujo que le propuse compartir (4’5, como casi todos los postres). Le pregunté a la camarera si era posible tomar queso, trasladó la pregunta a la cocina, y me ofreció un manchego curado o una tabla de quesos regionales. Pedí esta, nos trajeron unos 20 pedacitos de cuatro tipos artesanos, ahumados, curados y tal, y salpicados de frutos secos y algunas pasas. Todos los quesitos estaban estupendos. La Txurri comió pocos trozos, yo no pude acabarlos, rogué me guardaran en papel de aluminio lo mucho que sobró para llevármelo y prolongar la delectación en días posteriores, y me cobraron 16 eurazos por la tabla. ¡Más caro que en el Zortziko bilbaíno! Pensé que me habían timado, pero es el precio de su tabla de quesos en su terraza (en la web no han actualizado ciertos precios… y este antes estaba a 9,60). Acompañé el postre con un vino dulce (2,5) de la marca Gramona, y tan feliz.
En total pagué 97,31, y ni tan mal. A la tarde me repitió un poco, pero se debía a haber untado el juguillo de la parrillada. Cuando volvamos a Suances reservaré al instante en el Amita. Que lo sepan.
(en su barra, terraza o comedor, la goza Óscar Cubillo)
ver ubicación
c/ de Torrelavega, 539340 Suances, Cantabria
942 81 06 58
Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado ‘Bilbao en Vivo’ y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.
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que rico se lee todo, muchas ganas de probar!!
el pasado viernes, 03/08/12 estuvimos cenando, y voy a resaltar el pulpo a la parrilla(espectacular) y el revuelto Amita, igual de bueno, volveremos