Llagar El Quesu (Bobes). La parrilla gaucha y los fritos de la casa
Existe una zona, un triángulo, que tiene sus vértices en la localidad asturiana de Colloto, el propio Oviedo y la carretera que une esta zona con Avilés, en el que existe un número desproporcionado de grandes sidrerías. En concreto, el propio Colloto, y sin una base científica que refrende nuestra afirmación, creemos que es la localidad con mayor concentración de casas de comidas sidreras. Es increíble. Creemos que tiene mucho que ver con la elevada circulación que provocan en esta zona la existencia de macrocentros comerciales, como el del Parque Principado. En otros posts hemos hablado del establecimiento que tiene Tierra Astur y también del Llagar de Titi, ambos de comidas pantagruélicas y calidades excelentes. Pero nos gusta variar y que ustedes, amables lectores, se aprovechen de nuestras incursiones en la zona. Y hoy ya es tiempo de hablar de una de las primeras sidrerías que conocimos cuando llegamos a Asturias para semiquedarnos, allá por el 2005, el mítico Llagar el Quesu.
El Quesu es grande, muy grande, y lo primero que vemos al entrar es una barra para acomodarnos mientas esperamos y una parrilla de proporciones descomunales donde iremos viendo cómo se asan en las brasas todo tipo de carnes: costillas, corderos, criollos, churrasco, etcétera. Tiene, además, un menú del día de lo más competitivo en el que hay siempre alguna preparación de su parrilla.
Si llegamos a una hora punta, suele pasar que tengamos que esperar, y aquí llega la primera sorpresa. Mis dos acompañantes pidieron un verdejo, un mosto y yo una sidra. Como el día era caluroso y la simpática camarera me invitaba a refrescarme, yo consumí prácticamente la botella. Cuál no sería nuestra sorpresa cuando, al ser llamados para ir a la mesa y querer pagar las consumiciones, nos dijeron que estábamos invitados por la espera. ¡Un detallazo, eso es entrar bien!
Nos acomodamos y nos atendió un camarero de lo más profesional y agradable; y honesto, añadiremos. Porque lo que no pasa en casi ningún sitio aquí sí pasó. El camarero, después de que pidiéramos un plato de fritos de la casa para compartir y dos raciones de lechazo (14 euros, la ración), y otra ración de pollo al limón (10 euros), nos miró con cara de horror y nos dijo: «¿son de mucho comer los señores?» Le respondimos que «claro», y él insistió: «¿de mucho, mucho, mucho comer…? Y empezamos a recordar las proporciones bíblicas de las raciones, nos echamos para atrás y, siguiendo su consejo, retiramos una de las raciones de cordero.
Llegaron los fritos de la casa y nos sentimos como Marty McFly en Regreso al futuro, o como Proust comiendo la magdalena. Aquel plato nos llegaba directamente teletransportado desde una boda de la España de los setenta. Un platazo para acabar con cualquier apetito por eliminación y derrota del mismo. Gambas a la gabardina (grandotas y con gabardina como para pasar un invierno en Oslo). Croquetazas gigantes. Rabas. Merluza rebozada. En fin, que casi no llegamos al final.
Y, cuando llegó el plato de la carne, un par de raciones dignas de Rabelais, ya en un estado de camaradería y buen humor, por el comercio y el berbercio previo, nos permitimos hacer al camarero la típica broma de que «menos mal que nos había avisado, porque no somos del mismo Bilbao sino de los alrededores». Broma que, dicho sea de paso, (y aunque imaginamos que la habrá oído mil veces), fue acogida con carcajadas y grandes palmadas en la espalda, y desde ese momento traspasamos la difusa linea entre clientes ocasionales y los de confianza.
La carne, excelente. Un punto de asado magistral, un lechazo blando como la mantequilla y sabroso. Y el pollo con un sutil rustido, tierno, con unas ligeras notas del limón que potenciaban el sabor de la ave. Y las patatas fritas, muchas, crujientes por fuera, deliciosamente esponjosas por dentro. ¡Yummm! Con harto dolor no pudimos acabar ni la mitad de las raciones. Y eso no fue problema, ya que se nos ofreció un recipiente de aluminio perfectamente ordenado y con las sobras; con un calentón tuve para comer pollo (en buena ración) al día siguiente, en formato desmigado y en sandwich con lechuga, tomate y mayonesa, todo ello degustado con vistas al mar azul en una de las playas más bellas de la costa astur, la de San Antolín= winwin).
La comida fue regada por dos botellas de Sidra Novalín de Orizón (2.80 euros), una sidra elegante de color pajizo claro con ligeras iridiscencias verdosas, muy persistente, con un buen empalme en vaso y un pegue fino y uniforme. Con un olor limpio, muy equilibrado, que recuerda a cítricos y a flor de manzano. y sabor intenso y perfecta armonía entre la acidez y el amargor. Una delicia, vamos, y es que su frescor hacía falta para atravesar la montaña de carne, al Angliru cárnico, al que nos enfrentamos.
Era ya tarde cuando salimos del Quesu, sin postre, porque hubiera sido una osadía, y la persona castigada sin beber condujo el automóvil en la vuelta. Los demás bastante hicimos con encontrar la puerta y abrirla, y dormir la siesta, soñando con bellos rebaños de corderos asados, a la leña. Hasta la próxima.
Carretera AS-17, Km 26, 33429 Bobes, Siero
985 79 28 94
Periodista, con especialización en nuevas tecnologías de la información, redes sociales, relaciones públicas, gabinetes de comunicación, Internet y vídeo.
Licenciado en Periodismo por la Universidad del País Vasco. Postgrado en Mecanización de la Información promovido por la Unión Europea. Estudios de Filología Inglesa.
Formación en multimedia, diseño web y gestión de empresas.
Radio Euskadi: redactor de informativos y director del programa especializado en nuevas tecnologías «Frontera Azul», galardonado con el premio MTV.
Radio Nacional de España: director de «A primera hora». Corresponsal de las revistas del grupo editorial Heres.
Euskal Telebista: redactor del magazine cultural «Vasta con Uve». Responsable del departamento de Publicidad de la televisión local Tele Donosti.
Sección de Internet y Multimedia de grupo audiovisual vasco Desarrollo de proyectos: deusto.tv , sitio web de la Fundación Buesa y otros.
Asesor de prensa en cosas. ¿Qué cosas? ¿cosas de gobierno? Sí, Peter, cosas del gobierno.
Orgulloso miembro (con perdón) del club de remo Kaiku (cuando ganaba). Hago karate (Shotokan) y subo montes y montañas y cojo olas. In the mood for love.
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A la caída de la sidra en el vasu se le diz «espalme» -no «empalme». El «empalme» ye otra cosa. ¡je,je!. Sin acritud ¿eh?.
Gracias por la precisión sidrera, Pablo. En realidad lo que queríamos decir es que nos gusta tanto la sidra astur que cada vez que echamos un culete nos quedamos así, totalmente empalmados. XD Ye broma, un abrazo arbeyo, puxa!!