Casa Zoilo (Valderas). ¿Repasamos los diez Mandamientos?
(+64 rating, 14 votes)Cargando... A veces, una siente la necesidad de reconciliarse consigo misma, o de purgar ese punto de mal genio con el que, frecuente y desgraciadamente, ya no sorprende a muchos de los que le rodean. Esas mismas veces, basta aprovechar un momento de provocada coincidencia familiar, y en un arranque de generosidad, invitar a comer a parte de la familia, padres, hermanas, hijas, sobrinas y/o demás apegados, los presentes en el momento, sin convocatorias previas. Pues dicho y hecho. Me gusta conducir, me relaja, me permite pensar… Vaaaaale, llamémosle morriña, tal vez. Así que me hice la encontradiza, ¡tachán! Y, como quien no quiere la cosa, me planté en tierras castellanas; qué fácil, sabía que me los iba a encontrar allí. Tras las caras de sorpresa, abrazos, besuqueo, perotúquehacesaquí y demás, les propuse ir a comer. Como me conozco el percal, previamente arrastré a un rincón al patriarca con la intención de avisar de que yo me haría cargo de la dolorosa. Prometo que lo intenté con la mejor de mis sonrisas, y hasta con caída de ojos, pero hubo que recurrir al “innegociable, he dicho” para lograr mi fin. ¿Pero ésta no venía en modo reconciliación?, me pareció escuchar. Hacía mucho calor aquel sábado y no era plan meterse entre pecho y espalda una de cocido maragato, ése que se come al revés. Ya se sabe, luego nos entran sudores, sopor inevitable y, a alguno más que a otras, necesidad de siesta. Así que dejamos la visita a Castrillo de los Polvazares para otra ocasión. Precioso pueblo, por cierto. Sinceramente, y para qué negarlo, yo iba con antojo de bacalao con pimentón, claro, lo típico por la zona. A falta de otras ideas, pusimos rumbo a Valderas, un pequeño pueblo leonés donde se ubican tres establecimientos que presumen de despacharlo bien rico en sus cartas: Casa Zoilo, El Rebeco y Gatito (miau). Y aquí y ahora entono el ‘mea culpa’ y reconozco el error, por no haberme informado debidamente y...
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