Pato come pato. De pintxos en Donostia, de ánades en la France
Aconsejados por las recomendaciones de Uve, donostiarra ella y amiga del director de este blog, comenzamos nuestro periplo vacacional post navideño en la bonita, burguesa, longeva y aparentemente aburrida ciudad de San Sebastián. Encontramos un hotelito coquetón en la Plaza de la Constitución, lugar que acoge cada año la Tamborrada y la ruta gastronómica sabatina, marcada por los pintxos. Tras tantos años viviendo en el País Vasco, a uno ya no le sorprenden tanto las barras de pintxos como en la primera visita, años ha. Suelen ser repetitivos y, en algunos casos, faltos de creatividad. Me atrevería a decir que en Bilbao se ven tantos o más, y en muchos casos mejores. Por cierto, el público tanto o más viejo que yo… ¡Buf! Los bares de la parte vieja recomendados por Uve: Goiz Argi, La Cepa, Martínez, La Cuchara de San Telmo, Tamboril, Iturrioz, Txepetxa, Ganbara, Gandarias y Zeruko. De todos ellos, sin lugar a dudas destaco La Cuchara de San Telmo, con una atractiva carta de pintxos calientes originales y preparados al momento. De todas las sugerencias expuestas en una pizarra, escogimos la carrillera de ternera al vino tinto y el foie salteado con compota de manzana. Exquisitos y sabrosos los dos. El único problema es que el bar es pequeño y estrecho y para comer tales elaboraciones se necesita un sitio más cómodo para apoyar el plato y poder diseccionar así, con cuchillo y tenedor. De los demás garitos, lo dicho al principio, más de lo mismo. Los crianzas en todos ellos, ricos. El precio por ronda (dos pintxos y dos crianzas) en torno a los 11 y 13 euros. Al día siguiente partimos hacia la France. Visitamos Toulouse, Albi (la catedral de ladrillo más alta del mundo y la ciudad de Toulouse Lautrec), Cordes, Villefranche de Rourgue, Lapopie, Mountauban y Carcasone (un supercastillo rozando lo artificial, lo que menos nos gustó). La campiña francesa, superchula; alucinantes pueblos medievales sin turistas (por la época, claro), viñedos bucólicos… Toulouse en bicicleta… Eso sí, todo carísimo. Gastronómicamente, sorprende la cantidad de creperies, pastelerías, salones...
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